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Por Federico Capobianco
La masacre ocurrida en las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo no sólo muestra lo retrógrado del radicalismo religioso, sino también la estupidez de un gran medio de no saber leer un panorama de enemigos nuevos, xenofobia en expansión, minorías oprimidas y violencias varias, creado por países a los que se le van cerrando todos los caminos menos el de volver a políticas de derecha y coacción de las minorías.
Arranquemos por el principio. La historia del pueblo musulmán es una historia cargada de violencia explícita. Entre sus pilares religiosos se encontraba la guerra santa (Yihad; de ahí que los grupos actuales más radicalizados sean los yihadistas) la cual se basaba en el llamado del Corán a extender la ley de dios. Así, partiendo desde la península arábiga, en su expansión por el continente africano hacia el Océano Atlántico, fueron asesinando a toda persona que no elegía convertirse al Islam. Después, con los ahora europeos fueron más considerados, una vez cruzado el Mediterráneo para conquistar la península Ibérica respetaban la elección de no convertirse al Islam, pero aquel que decidía mantener su libertad de culto debía pagar más impuestos al gobierno musulmán. Esto es violencia en su más cruda expresión.
Pero convendría también hablar, para no caer en la estúpida puesta en escena de “Je suis Charlie”, de la violencia simbólica y mediática de los medios de comunicación. Esa en la que se crea, a través de la llegada a miles de personas, un discurso encargado de crear imágenes y estereotipos sobre lo que sea. Nada justifica las muertes y obviamente repudiamos todo fundamentalismo religioso y cualquier manifestación parecida a la matanza de trabajadores de Charlie Hebdo. Pero también lo hacemos con los poderosos que se la dan de pobrecitos.
Charlie Hebdo no es una revista islamofóbica, no ataca solo ni sistemáticamente a los musulmanes sino que dispara para todos lados. Eso vale aclararlo. Pero tampoco es una revista hecha por librepensadores. Charlie Hebdo es una revista de humor masiva, con tirada de cientos de miles de ejemplares que recauda millones de euros. Como tal, manteniendo su línea satírica dispara contra lo que sea siempre y cuando le permita seguir manteniendo su posición y sus intereses. Si el pueblo francés despreciaría la sátira contra el Islam, estos la hubiesen abandonado hace mucho.
En varios medios se dice que su estilo provocador colisionaba con el contexto. Pero, ¿en qué contexto encaja que dos encapuchados se venguen en nombre de dios matando a un montón de periodistas y dibujantes? Únicamente en un contexto creado.
Desde los atentados a la torres gemelas que el terrorismo se vistió de árabe, de musulmán, de barbas largas y túnicas. Desde septiembre del 2001 la situación con los pueblos árabes cambió. Su territorio se vio repleto de campañas militares de los Estados Unidos y sus aliados europeos, que con el objetivo de combatir al terrorismo se lanzaron a convertir al territorio en un desastre bélico parecido a la etapa colonizadora.
A su vez, los países europeos decidieron emprender reformas para reforzar su seguridad y no sufrir algo similar a los Estados Unidos. Entre ellos Francia, el país europeo con más población musulmana, debido a la necesidad de mano de obra después de los destrozos de la Segunda Guerra Mundial y luego del fin de la guerra de Argelia, entre estos y Francia.
Todo esto generó una nueva criatura musulmán, una muy diferente a la histórica, una a la que lo único que le importa es ampliar el reino de su dios con la sangre de cualquiera que se posicione en contra. Más aún, cuando después del 2001 surgió un fuerte sentimiento islamofóbico debido al miedo global que generaba el terrorismo.
Particularmente en Francia, hace algunos años se prohibió el uso de símbolos religiosos. Desde llevar colgada la cruz católica hasta los velos islámicos femeninos, aunque el primero no contenga el mismo grado de profundidad y complejidad en el legado religioso que el segundo. Aunque lo que más demuestra el aumento islamofóbico es con el ascenso en el ámbito político del Frente Nacional -un partido de derecha, xenófobo, que se presenta como moderno- liderado por Marine Le Pen, quien dijo que los musulmanes son okupas de su país. Donde en las ciudades que gobierna su partido se prohibieron los menús que ofrecen los colegios para los niños musulamnes. Y quien no perdió tiempo, después de la masacre en Charlie Hebdo, en salir a pedir un referéndum para reestablecer la pena de muerte. Todo esto parece raro en un país que se sigue jactando de la “liberté, égalité y fraternité”.
Días después de lo sucedido 80.000 efectivos de las fuerzas de seguridad francesas salieron en busca de los asesinos. Los encontraron y los asesinaron. A veces cuesta entender si lo más peligroso y difícil de detener es el radicalismo religioso y terrorista o la capacidad militarista de un país del primer mundo.
Etiquetas: Charlie Hebdon, Europa, Francia, Islmám, musulmanes, terrorismo