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Por Federico Capobianco | Fotografía: Ezequiel Díaz
Ya no puedo recibir de estas soledades trágicas
nada más que un poco de pureza vacía. Me voy.
Sartre – La Nausea
El despertador no suena. Lo apagué. Estoy despierto hace rato. Desde que me acosté. Creo. Otra vez así. Otro día de levantarse para ir a trabajar así. Arrastrando los pies y todo lo que me persigue. Necesito verla. Hoy si o si necesito verla. Aunque mañana sea peor. Aunque mañana sea ir a trabajar con insomnio, arrastrando los pies y todo lo que me persigue, y arruinado. Tengo que llamarla.
Otro día como el de ayer. Otro día de lo mismo. Esta oficina me asfixia. Apenas llego me asfixia. Y saludar a todos. Responder que estoy bien. Evitar que pregunten. Entro y miro el reloj. Claro, falta todo el día. Quiero irme. A la mierda. Necesito irme a la mierda. Necesito verla.
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El humo es lo único tangible
en su cuarto de aire viciado.
Ni el sexo que vende resalta,
ni los pesos que dejo,
ni su peso sobre mí.
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Hace tres días que no duermo y siete que duermo poco. Muy poco. Dormiría un año. Miro el reloj de nuevo y claro, no pasó ni media hora. Eterna media hora y faltan más. Quiero irme y dormir. Hasta mañana al menos. Dormir. No me acomodo en esta silla y ya estoy descompuesto. Llegar me descompone. Como si a este lugar le salieran manos para asfixiarme. La idea de llegar me descompone. Necesito irme. Necesito estar allá. Allá con ella. Cómo se hace para dejar todo. O aunque sea sin dejarlo. Cómo se hace para desaparecer.
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Mis manos no perciben
el filtro consumido.
Los dedos arden como mis ojos.
Mis ojos rotos como mi cotidianeidad.
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Si, Roberto, apenas lo termino te lo llevo. Sí, Roberto, ya llamé. Sí, estoy haciendo lo que me pediste, Roberto. No puedo hacerlo más rápido, Roberto. ¿Por qué no te vas un poco a la mierda, Roberto? Si pudiera mandarte a la mierda, Roberto.
Tengo los ojos hinchados. Me arden. Todos los días me arden. Hace tres días que no duermo. Y este monitor anda mal. Pero claro, el nuevo es para el pelotudo de Miguel. ¿Por qué no lo acompañás a Roberto, Miguel? Vos y toda esta oficina del orto. No pasa más el día. Miro otra vez el reloj. Y claro. Para qué miro el reloj. Necesito verla. Necesito ir a verla.
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Lo mismo de siempre, me dice.
Lo mismo de siempre, callo.
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No, Migue, gracias, voy a almorzar después. Pelotudo. Las dos de la tarde recién. Esta oficina me asfixia. Tengo que salir a fumar. La garganta también me arde. Qué estará haciendo. Tengo que llamarla. Debe estar durmiendo. Espero que esté durmiendo. Me atendería si no. Ojalá esté durmiendo. Si vuelvo a entrar me muero. Esta oficina me está matando. Y no sé por qué pero no me puedo ir. Y necesito irme.
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Totalmente ajeno al paisaje de la ventana,
¿O ajeno el paisaje a lo que muestre este cuarto?
Ella comienza, insensible.
Y las sobredosis se posan ansiosas
mientras hace el show, la porquería.
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No pasa nada en esta ciudad. No quiero estar en esta ciudad. Quiero irme lejos. Desprenderme de esta oficina y de sus manos que me asfixian, de esta ciudad y de la nada de esta ciudad. De ella también. Si no me mata esta oficina me mata esta ciudad. Si no me mata esta ciudad me mata ella. Pero necesito verla. Estar ahí. Aunque sea peor después. Tengo que volver a entrar. Tengo. Odio este lugar y los “tengo”. Tengo que irme de acá.
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Algo se mueve allá abajo.
Cuando suba ya no estaré.
Reventado, nunca ileso.
Ella terminará. Yo estaré terminado.
Ella no me recordará porque verá a otro.
Yo no la recordaré porque soy de otra.
Aunque la otra no esté.
Y así, volveré a casa.
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La voy a llamar. No hay señal acá dentro. No, Miguel, no te pregunté nada. Ya sé que nunca hay señal. Voy a salir a fumar otra vez. Y que Roberto me diga algo. Que se anime. Tengo un montón de cosas para decirle y es probable que nunca se las diga. Tengo un montón de motivos para irme y es probable nunca me vaya. Pero cómo me iría. No volvería a entrar. Sigue sin atender. Sigue durmiendo. Espero siga durmiendo.
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O a lo que creo sea mi casa,
porque ya no soy yo ahí.
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Descansar. Eso. Necesito descansar. Verla. Irme allá con ella. A su lugar. Y descansar ahí. Hace tres días que no duermo y siete que duermo poco. Allá voy a poder descansar. Mi casa ya no es segura. Menos esta oficina. Mucho menos esta ciudad. Voy a salir a llamarla. Voy a salir de acá.
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Yo sólo soy yo en este cuarto viciado,
mi yo quiere ser yo en este lugar.
Porque acá los olores me quitan dolor,
porque acá los olores me huelen a infierno.
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Atendé antendé atendé atendé. Por favor, atendé. Por favor te lo pido. Atendé. Dale, atendé, dale, dale, dale…… Hola.
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Y si esto es el infierno,
espero siempre volver.
Porque su vientre es lo único palpable
en mi placer estoico de perecer.
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