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Por Fabián Flores
«¿Qué es el cine? Nada; ¿Qué quiere? Todo;
¿Qué puede? Algo… de lo absoluto… de las tinieblas».
Jean Luc Godard
I. De los Lumière a Tankel
Cuando el 28 de diciembre de 1895, los hermanos Lumière socializaban su experimento proyectando imágenes móviles de un tren en la Estación de La Ciotat que “avanzaba” sobre los espectadores, y una escena con decenas de obreros que salían de la fábrica de su propio padre, jamás imaginaron –seguramente- cómo transformarían la vida de todos nosotros. Habían inventado el cinematógrafo, un arma tan poderosa que cambiaría la vida de todos los habitantes en el siglo XX.
Desde aquel génesis fluyó mucha agua debajo del puente, y el cine se metió en nuestras vidas: en algunas más, en otras menos; nos trajo historias, nos hizo viajar, nos hizo ser indiferentes, soñadores, militantes, obtusos, genios… Gilles Deleuze, releyendo al gran Berson, nos recuerda que con el cine quedamos atrapados en una cadena de imágenes, que cada uno somos una imagen, y que también estamos apresados en una serie de ideas que actúan como consignas, de alguna manera influyentes en nuestra existencia. Claramente, el cine nos atraviesa.
Pero el cruce y la transformación que el cine provoca en nosotros no sólo es individual. Nos franquea e interpela –también- como comunidad. Por ello, debe ser entendido como un fenómeno social, como un vehículo activador de cultura, como un dispositivo complejo en que se materializan los anhelos y los retratos de una sociedad, y como productor de subjetividades. Así, lo individual da paso a lo colectivo, y se proyecta como articulador de representaciones y simulacros, a decir de Baudrillard; después de todo, los habitantes del pueblo patagónico retratado en el film de Alejandro Agresti El viento se llevó lo que, construían su realidad sobre la base de las películas que llegaban recortadas a esa localidad aislada en el territorio sureño.
El cine nacional vivió su gran época de gloria a partir de la década de 1940, un decenio después de que se pusiera en marcha el cine sonoro local. Los grandes estudios, las compañías y elencos numerosos, los directores cliché, los festivales y muestras, y las celebrities vernáculas poblaron el cine argentino, dotándolo de una identidad particular.
Paralelo a esto, el cambio sociocultural se produjo, y la gente comenzó a ir al cine. La práctica de ir a ver películas convirtió a las salas de cine en un espacio de ocio, pero también de sociabilidad, en un verdadero “lugar” donde poner en juego el capital social y cultural. En las dos décadas siguientes este fenómeno se multiplicará y consolidará. El cine ya había llegado para quedarse.

Los cines proliferaron rápidamente en muchos de los barrios de los principales centros urbanos del país.
II. Una experiencia precursora en Chivilcoy
Para la década de 1940, Chivilcoy ya era una ciudad que rondaba los 30 mil habitantes, y donde ya funcionaban 3 salas de cine. El cine ocupaba un rol clave en la vida lugareña; ir al cine era un plan socialmente valorado donde poner en escena la pertenencia cultural.
Pero el vínculo entre Chivilcoy y el cine tiene otra faceta (menos conocida quizás), y se funda en la experiencia pionera de producir películas independientes desde la periferia, proyecto quimérico del fotógrafo Ignacio Tankelevich.
Tankel, como era popularmente conocido, tenía una casa de fotografía en la actual Av. Suarez y era un creativo y entusiasta aficionado al cine de la época. Su nombre estuvo generalmente asociado al de Julio Cortázar, amigo y compañero de pensión, donde ambos vivieron en su estancia en Chivilcoy. La marca de Córtazar eclipsó el rol que Tankel ocupó en la historia del cine independiente argentino, y en la historia de Chivilcoy.
Los Tankel eran inmigrantes polacos y se instalaron en Chivilcoy en 1939, cuando Ignacio tenía 27 años e incursionaba en el mundo de la fotografía. Se alojaron en la pensión de Varzilio, donde Ignacio conoció y se vinculó con Julio Cortázar. En ese espacio-tiempo proyectaron el guión de lo que sería su primer largometraje, cuando el cine nacional alcanza su época de gloria.
Sin embargo, antes de largarse a la ficción con “La sombra del pasado”, Tankel ensayó el género documental y produjo “Chivilcoy, la Perla del Oeste”, una suerte de mediometraje documental que repasaba la versión “oficial” de la fundación de la ciudad, desde el mito de la pala de Coria al relato fundacional sarmientino.
Pero el ascenso del peronismo a mediados de la década de 1940 traería nuevos bríos en la producción cinematográfica nacional, y es en esa ola en la que el propio Tankel se subió para asumir un rol adyacente como productor de películas independientes desde un pueblo de la periferia pampeana.
El segundo lustro de los cuarenta fue clave para esta experiencia que se materializó en la creación de una productora local: “Oeste Film”, que comenzó a funcionar en un espacio de dos manzanas donde existía un Prado Español que luego pasó a ser la sede de la fábrica Torque S.A. Allí, entre agosto y diciembre de 1946, se filmó “La sombra del pasado” –con guión de Cortázar- y se estrenó en el cine Metropol de Chivilcoy el 25 de mayo de 1947. Luego circuló en algunos de los cines de Buenos Aires, con críticas dispares.
Lo interesante de esta quimera tankeliana fueron los mecanismos de construcción y producción del proceso creativo, hecho que le da más valor al trabajo de Tankel: el rodaje con actores aficionados de Chivilcoy, la presencia de escenarios situados en la ciudad y sus alrededores, y el uso de técnicas y equipos rudimentarios y fabricados por el propio Tankel, como el uso de cámaras de cine mudo al que le agregaron un dispositivo externo (fabricado por dos colegas del propio director) para captar el sonido. Un Incendio originado en los laboratorios Biaggioti hizo que la copia se perdiera, y para incrementar el mito: “dicen que se habría guardado una copia en 16 mm. y que podría estar por ahí, quizás en Montevideo”.
El director chivilcoyano Gerardo Panero, uno de los coordinadores del 1° Festival internacional de cine rural de Chivilcoy “Ruralia”, retoma estas líneas para seguir el recorrido de Tankel, su vínculo con el escritor belga, y su primera ficción, en el cortometraje “Buscando la Sombra del pasado”, en alusión a la mítica cinta. Pero la popularidad de Tankel llegaría con su segunda película -también rodada en Chivilcoy-: “La Tierra será nuestra” y estrenada en 1949 en pleno auge del peronismo. Imposible pensar el cine de Tankel al margen del contexto socio-político y cultural de la época. Tildada de “un mix de realismo social con folletín político”, este film que narra la situación de las familias chacareras antes y luego del ascenso de Perón y los cambios en las legislaciones agrarias (entre 1943 y 1949, pasó a ser considerada como la primera película pro-peronista del cine independiente argentino). También fue filmada en paisajes chivilcoyanos, con algunos actores locales como Nélida Solá, Domingo Márquez, Eduardo y Adolfo Direnzo, José Puppo, Cachia Devida y Manuel Vaccari, entre otros vecinos, y bajo las huestes de su productora“Oeste Film”. A pesar de construir una mirada “naif”, como menciona el historiador del cine Raúl Manrupe, y con todo el sesgo propagandístico que implica un film pro-peronista, la mirada de Tankel se anticipa a un cine social argentino que estallaría con fuerza dos décadas después.
Su trayectoria de vida continuó con algunas películas más que no fueron bien recibidas ni por la crítica ni por el público, pero no caben dudas que había dejado una profunda huella, un experiencia extra-ordinaria y había demostrado que era posible hacer cine independiente desde y para Chivilcoy.

Publicidad del estreno de «La Tierra será nuestra» en la Revista El Sembrador perteneciente a La Rural Chivilcoy, 1949.
III. De Tankel a Ruralia: volver al cine
Posteriormente, el camino andado en torno a la cinematografía local quedó opacado, y aunque hacia la década de 1980 hubo algunos intentos de poner en marcha un concurso de cine local en formato Super8, nunca logró arraigarse. Este grupo de aficionados también realizó una serie de talleres de cine donde se rodaron cortometrajes, y organizados como Asociación de Cine Amateur de Chivilcoy (A.D.E.C.A.) en 1983, sobre los albores del retorno democrático, realizaron un homenaje al septuagenario Tankel. Unos meses más tarde, el 30 de junio de 1984 fallecía en la ciudad de Buenos Aires.
Lamentablemente estas experiencias no se volvieron a repetir, pero su rastro había calado profundo como experiencia legendaria.
La noche neoliberal de los 90s arrasó con los cines de barrio, y los nuevos formatos y consumos culturales eclipsaron el rol social de los cines y de la producción nacional de películas. A modo de ilustración, en 1992 se produjeron 12 películas nacionales, tres veces menos que el año en que se estrenó la ópera prima de Ignacio Tankel, 46 años atrás.
Más allá de los avatares, los contextos socio-políticos y las modas, el cine no perdió su magia. No perdió la capacidad de asombrarnos, de hacer vivir esa experiencia única que se inicia cuando se apagan las luces y se enciende la pantalla. Y así, igual que los primeros espectadores que, asustados por la proyección de los hermanos Lumière huyeron ante el peligro que significaba la locomotora que se les venía encima, se activan nuestras emociones.
Retomando estos recorridos y estos ideales nace Ruralia, el 1° Festival internacional de cine rural de la ciudad de Chivilcoy, que tendrá su primera edición entre los días 21 y 23 de agosto en el Cine Metropol de la Sociedad Operaria Italiana de Chivilcoy, el mismo espacio donde se estrenó la primera película de Ignacio Tankel.
Esta iniciativa totalmente independiente del Grupo Ruralia, que está coordinada por Eliana Ponzano, Gerardo Panero y Fabián Claudio Flores apunta a posicionar a la ciudad de Chivilcoy entre el conjunto de ciudades bonaerenses (y de Argentina) que cuentan con muestras y competencias vinculadas al cine y los medios audiovisuales en general. En la actualidad y desde hace algunos años, una gran cantidad de localidades de la provincia de Buenos Aires se encuentran desarrollando experiencias fructíferas de difusión de producciones cinematográficas que año a año crecen con más material, invitados y presencia de público; entre algunas de esas ciudades se hallan: Saladillo (Festival de Cine con Vecinos), Junín (Festival de cine y video de Junín), Tandil (Tandil Cine), Maipú (Festival Maipú Cortos), Villa Gessel (UNICIPAR), Merlo (Festival Relatos Cortos), FeCi (Ituzaingó), Banfield (Fecico: Festival de Cine del Conurbano), Pantalla Pinamar, Escobar (Festival de cine y video independiente), Olavarría (Muestra Nacional de Cine), entre otros. El fortalecimiento del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) como política de Estado y el apoyo del público al cine local son contextos favorables que no se pueden dejar pasar para recuperar el valor cultural del consumo cinematográfico.
Por ello es pertinente poner en marcha el Festival Ruralia, el primero de temática rural en la Argentina, entendiendo la ruralidad en un sentido amplio e inclusivo como aquellas complejas, dinámicas y heterogéneas formas de habitar, producir, ocupar, imaginar y experimentar los paisajes rurales y sus entornos. Además, es apropiado y valioso destacar que un evento que nuclea a producciones relacionadas con esta temática rural se pueda realizar en un ámbito donde la(s) ruralidad(es) estructuran y articulan la cotidianeidad de muchos de los habitantes.
Por la selección de distintas obras audiovisuales, de diferentes procedencias y realidades que podrán participar, ya que se trata de un Festival Internacional, se conformará un interesante punto de encuentro, diálogo e intercambio cultural entre ciudades y espectadores, permitiendo de esta manera dar a conocer la ciudad de Chivilcoy y sus distintas particularidades (históricas, turísticas, culturales) desde una nueva perspectiva: la de contar con un Festival de cine.
Por otro lado, y como columna nodal del espíritu de este festival, es fundamental resaltar que la entrada será libre y gratuita para que la posibilidad de acceder a ver un tipo de cinematografía que quizás no es a la que se accede habitualmente, se transforme en una posibilidad concreta de todos.
El cine vuelve a tener protagonismo en Chivilcoy a partir de Ruralia. Retomando el camino de Tankel y sus seguidores es posible demostrar que desde la periferia, de una ciudad en plena llanura pampeana podemos “hacer”, como lo “hizo” aquel Tankel; después de todo como dice el director Billy Wilder, ganador de cinco Oscars: “si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha estacionado mal su auto, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el cine ha alcanzado su objetivo”. Ese es el desafío.
*Más información y novedades del Festival «Ruralia» en festivalruralia.wix.com/festivalruralia
Etiquetas: Chivilcoy, Cine, Fabián Flores, Festival, Ruralia, Tankel