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Por Luciano Sáliche | Foto: Patricio Abratti
En una entrevista que Nando Varela Pagliaro le hizo al escritor Pablo Ramus y que publicó en su libro Solo se trata de escribir, decía: “Yo soy un escritor moral, mis textos son plenamente morales porque creo que la vida es una aventura moral y la literatura es un reflejo de la vida”. Si entendemos a la moral como una estructura medianamente rígida que actúa sobre una sociedad y un tiempo determinados, ¿cuál es la función del arte aquí? Si para el punk y el surrealismo, como movimientos extremos, fue romper las costumbres morales, para la gran mayoría de las disciplinas podría ser ponerlas de manifiesto, en jaque, enfocarlas, darlas a conocer. No necesariamente intentar romperlas sino, más bien, señalarlas. El semiólogo Oscar Masotta decía que «en la historieta todo significa, o bien, todo es moral porque nos cuenta siempre una historia concreta, una significación terminada». De esta forma, sostenía que toda significación tiene una connotación moral.
En el 2015 la Editorial Municipal de Rosario publicó la antología titulada Informe. Historieta Argentina del Siglo XXI, un libro fundamental para entender en qué momento están la historieta y el comic locales, y para pensar cuál son sus armas para decodificar lo que sucede en la sociedad y rastrear y señalar sus estructuras morales. “Ciertas ideas habitan el espacio vital por definición, y cuando no están aparecen por contraste”, sugiere José Sainz, editor del libro, en entrevista con Polvo, para entender las características de este prolífico corpus.
Y en su prólogo confecciona tres conceptos que sobresalen: «estado de situación» y «campo en mutación», que dan cuenta de la liquidez de este corpus, de sus permanentes transformaciones, y «una nueva sensibilidad» donde afirma que hoy existe una nueva cosmovisión de mundo que se erige entre narraciones naif con algo de infantilismo sobre una ciudad que todo lo desborda, siempre acechante y despiadada. Esta última idea se posiciona en oposición -o más bien en superación, como mostrando un registro nuevo y diferente- a la enorme tradición de historietistas argentinos donde Hugo Pratt y Alberto Breccia son apenas algunos de los tantos referentes en la materia.
Entonces, ¿a dónde fue a parar la historieta en el siglo XXI? ¿Qué elementos se continúan de la tradición anterior? ¿Qué significa esta nueva sensibilidad? ¿Qué lugar ocupan las nuevas tecnologías? ¿A dónde fueron los grandes dibujantes y a dónde se debaten las nuevas tendencias de la historieta donde los plumas juveniles desenfundan nuevas formas de pensar al género?
En el prólogo de Informe hablás de “una nueva sensibilidad”. ¿En qué consiste esa sensibilidad?
La nueva sensibilidad, que tampoco es tan nueva sino que en todo caso de repente aparece como práctica extendida o más frecuente, es consecuencia de la liberación que supone que la historieta no aparezca como el medio proveedor de un ingreso regular y principal y muchas veces, incluso, de un ingreso de cualquier manera, eso está dado como resultado de la caída de la producción industrial, el paradigma anterior, que modificó la lógica de circulación y que permitió el desarrollo de proyectos más personales, mucho más cerca de los intereses de los autores que de los del mercado, aunque no significa que antes eso no sucedía a alguna escala, para muchos hacer lo que hacen, es decir más o menos lo que quieren y punto, es una opción obvia. Para Pedro Mancini, por ejemplo, el contexto actual es lo que sucedió siempre: «Yo creo que no estuve ni cerca de un momento editorial distinto al que existía cuando empecé, ese es el tema. Así que no conocí otra cosa, fue natural hacer los comics que se me ocurrían y editarlos».
¿Cómo influenció Internet a la historieta?
La aparición de un espacio gratuito de publicación, de alcance potencialmente masivo, supongo que permitió, como en muchas otras actividades y disciplinas, salir del radio inmediato de circulación y ampliar el espectro de público, y funcionó como una plataforma para compartir y testear los materiales, la obra silenciosa de los autores que no publicaban en papel o que publicaban tiradas muy reducidas cuando pensar en libros y en papel en los términos actuales era por lo menos improbable, encontró en la expansión digital una caja de resonancia y un espacio de libertad capaz de absorber los proyectos personales. También sirvió, claro, para vincularse con otras experiencias, locales y extranjeras, y establecer sistemas de relaciones y poner en funcionamiento libros, editoriales, colectivos y para sostener y alimentar ciertas discusiones alrededor de lo que se iba haciendo cuando el tejido del circuito estaba más disperso y desconectado que ahora.
¿Cómo describirías al prolífico y variado mundo de historietitas del siglo XXI en la Argentina?
Por suerte es deforme y mutante, aunque todavía es una criatura en estado embrionario, algo aún por suceder, una escena en desarrollo, hay muchos autores y varias editoriales y libros y el sistema parece estar en expansión pero la cantidad de obras disponibles, en relación a la cantidad de gente que produce, sigue siendo limitada, muy condicionada, claro, por los costos de impresión y de distribución, por la falta de desarrollo de estrategias de circulación que excedan la endogamia o de posibilidades para activarlas. Hay algunos proyectos que están trabajando para romper esa cáscara y salir del universo inmediato del circuito, como Hotel de las Ideas, Gráfica en movimiento, que es la colección que Ezequiel García dirige en Tren en movimiento, y también Galería Editorial, la generación actual, y por supuesto que la noción de generación siempre es flexible y a veces caprichosa y otras no responde a límites etarios muy claros, al margen de las condiciones de producción, que funcionan como obstáculos, parece tener mucho envión creativo y estar avanzando sin culpa, naturalmente, en contra de la tradición y de su influencia y a la vez a favor de la exploración del lenguaje del medio. Ese movimiento supone, en parte, la redefinición del sistema de referentes, el diálogo con los contemporáneos a nivel global y el cruce de disciplinas.
¿Creés que hay una identidad argentina en la forma de hacer historietas?
Berliac escribió una vez que se identifica con los miembros de su generación que “evidentemente no se sienten cómodos con lo que la historia del comic argentino les legó, tanto en forma y contenidos, y en maneras de trabajar y hacer circular y valer su trabajo”. Como lector me pasa más o menos lo mismo, creo que algo de eso de a poco se está rompiendo y en ese sentido espero que el futuro de la historieta argentina sea deforme y mutante, difícil de condensar, inatrapable como una conversación en idiomas diferentes.
Etiquetas: Comic, Historieta, José Sainz