Blog

Por Federico Capobianco
“Escribiera allí el poema de sus férvidos anhelos,
esculpiera allí un poema en estrofas inmortales.”
Carlos Ortiz – El arado (El poema de las mieses)
Cuenta el gran Antonio Machado que hace muchos años le preguntaron: “¿piensa usted que el poeta debe escribir para el pueblo, o permanecer encerrado en su torre de marfil consagrado a una actividad aristocrática en esferas de la cultura sólo accesibles a una minoría selecta?”, a lo que respondió, entre otras cosas, que “escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, escribir para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas”. En una línea parecida, León Felipe, en el prólogo de su traducción de El Rey Lear de Shakespeare, escribió: “Porque un poeta no ha hablado jamás por cuenta propia… Junta su voz a la del pueblo y a la del genio que le precedió… lo cual es lo mismo…” ¿Qué hacer entonces con esa voz del pueblo que busca hacerse oír, de amplias formas, con el objetivo de “rebasar las fronteras” de la patria chica?
Chivilcoy ya no es un pueblo, su cantidad de habitantes la convierte en ciudad; y desde los primeros momentos en que los movimientos migratorios internos empezaron a combinar diferentes manifestaciones culturales dentro de un mismo territorio que iba convirtiéndose en urbano, hoy la globalización convirtió a todas las ciudades en centros diversos, heterogéneos y multiculturales. Sobre la conexión de ambos conceptos, Stuart Hall escribió -en Lo local y lo global: globalización y etnicidad- que “la revolución cultural más profunda ha sido una consecuencia de los márgenes entrando a la representación… en la totalidad de la vida social.”
Así, la Editorial Municipal de Chivilcoy decidió publicar una antología con 83 poetas –la cantidad fue motivo de haberse propuesto en relación al golpe cívico-militar del 76 y la vuelta a la democracia en el 83- con el criterio de incluir la mayor cantidad de voces que representen ese vasto y diverso mundo de la poesía local, dando lugar a lo tradicional y a los márgenes, con el fin de conformar un corpus poético de nuestra actualidad. El objetivo, también, es el de defender y difundir la propia cultura, que es la misma acción y el mismo resultado -como también diría Machado-: “aumentar en el mundo el humano tesoro de la conciencia. ¿Cómo? Despertando al dormido.”
Las ciudades del interior pampeano fueron el destino de la política inmigratoria estatal del siglo XIX. Y Chivilcoy es hoy resultado de la combinación de culturas que han llegado a estas tierras. Si hubo inmigraciones, las narra Serafín Mastropierro, uno de los poetas con más camino recorrido, en su “Aquí, eternamente”: “El abuelo inmigrante anda conmigo. / Está en mi Chivilcoy y su llanura. / Su sangre está en mi sangre en forma pura. /”
Por eso, Chivilcoy reúne voces poéticas en varias lenguas. Por las primeras migraciones del siglo XIX, sus descendientes directos escriben en italiano, francés y euskera. Y resultado de lo ocurrido en el siglo XX, con movimientos migratorios latinoamericanos, Chivilcoy cuenta con poetas venidos de Bolivia y Paraguay. Cada uno en su época representa los márgenes de la sociedad. Las migraciones, en su mayoría, representan la búsqueda de un futuro mejor, llegando a él desde afuera con la incertidumbre de si lo buscado podrá realizarse o no. Y la incertidumbre siempre apena y entristece. Es llegar y ubicarse al margen de algo ya constituido; pero “cantando la pena, la pena se olvida.” decía Manuel Machado –el poeta español hermano de Antonio- en su poema “Cantares”, y olvidando la pena desde ese margen, se entra a la sociedad.
¿Hay otro claro margen en la cultura que expresarse en el arte poética por fuera de lo tradicional, de lo erudito? ¿Cómo ingresa al corpus poético la rebeldía del rock, lo popular del lunfardo, el tango y la glosa murguera, lo subalterno de la payada criolla? “Somos los desesperados, / los que vemos del costado / porque no nos queda otra que esperar//”, dice cantando –casi a los gritos- Maximiliano Bertoldi en su poema “Los desesperados”, cuyo título proviene del mismo nombre de la banda.
En esta antología hay 83 poemas, y es casi ese número en años la diferencia de edad entre el mayor y la menor de los poetas. En esa evolución cronológica se perciben fieles representaciones de la psicología generacional. Lo más experimentados, los que poseen más recorrido, hablan con una inmensa nostalgia a otros tiempos: de amor, de paz, de regocijo, de tiempos de extensa vida. Lo más jóvenes, adolescentes ellos, hablan con una profunda esperanza en el amor, todos tienen ganas de gritar que aman aunque algunos reconocen la inestabilidad que genera: “Así como amamos para odiar / y así como odiamos silenciosamente amando//”, escribe Miriam Neyra en su poema “¿Qué es el amor sino?”. Son muchos los poetas que surcan las edades intermedias. Conozco a la mayoría de los que rodean mi edad, casi el total de ellos no vive en la ciudad, por diferentes motivos tuvieron que irse a vivir a grandes ciudades. En ellos podemos encontrar el revanchismo de abandonar la patria chica y caer de visitante a un lugar que los expele, como así, más definidamente, encontramos la peor peste que aqueja a los jóvenes en estos tiempos de profunda conectividad: la soledad. Podría citar varios pero sería quitarle las ausencias a esos poemas, ausencias que son lo que le dan, paradójicamente, un contenido cuya presencia tiene un peso abismal que rompe todo sobre lo que cae.
Fuera de los contenidos, en los poemas se vislumbra el cambio generacional y con él la evolución de los recursos para expresarse. Desde los versos de “Memorias” de Sergio Marti: “En las páginas amarillas de este libro, su cursiva dedicada”; hasta “Nota en Iphone” de Carla Tomasini, uno de los poemas que mejor expresan la impotencia de una generación frente a la realidad actual.
En cualquiera de los prismas por donde se la mire, esta antología es, como canta la «Glosa de retirada» de Natalia Fracchia, “la voz del pueblo en la poesía”, con la diversidad inmersa en ambos conceptos. Y muestra cómo una ciudad del interior puede construir una voz poética completa, que se genera y regenera constantemente. “Así es mi ciudad, así florece”, canta Horacio García, cantante de Afanaje, en su poema “Mi ciudad”. O, mejor, como dice un gran camarada: “este corpus poético construye, de alguna manera, un ser chivilcoyano: una especie de niño rabioso que acaricia el pasto y ama con intensidad porque sabe que en algún momento se va a morir, inevitablemente.”
*Pueden descargarla gratis en el sitio oficial de la Municipalidad de Chivilcoy
Etiquetas: 83, Antología poética, Editorial Municipal, Poesía