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Por Luciano Sáliche
Gonzalo Colombo no es un niño pero, pensando en su actividad en el mundo de las producciones audiovisuales, su corta edad llama la atención. Tiene 21 años (nació en Carmen de Areco pero vivió toda su vida en Chivilcoy) y un curriculum más que interesante: estudió en el ISEC dirección y producción de radio y TV, trabaja en la productora audiovisual Vasko Films, hace clips y series ocurrentes, inspecciona en el teatro independiente, graba stories al por mayor y se mete en cursos de todo tipo porque asegura que no hay que dejarse estar, que hay que adaptarse a estos tiempos locos y cambiantes. También tiene una puesta en escena que empezó hace meses y aún no se sabe cuándo ni cómo va a terminar; se llama El confesionario y es una seriegram que busca retratar las desventuras de una pareja que tropieza todo el tiempo con las convenciones. Él la escribe, la dirige y -junto a su novia, la actriz Delfina Granero- la protagoniza. Podría pensarse como una suerte de reality dividido en capítulos -participan todo tipo de personajes, muchos actores, pero también familiares-, sin embargo posee una clave que se destaca: la hilarante línea humorística que vuelve a esta historia un delirio costumbrista. Con planos cortos y rápidos, diálogos breves como un ping pong frenético y un sentido del ridículo que inquieta, la serie sobresale entre tanto instagramer de cotillón.
“El humor es darle una vuelta a ciertas situaciones” dice en esta entrevista con Polvo porque sabe que la única forma de romper esquemas, o al menos la más certera y populosa, es la de la comedia. ¿Qué puede el humor? En principio hacer reír, entretener, alejar al espectador del calvario cotidiano de la economía doméstica y aliviar el peso de la tragedia diaria, pero también repensar todo lo trágico que tiene la vida desde una perspectiva más liviana, más descontracturada y materializar un mundo ideal, ese del que hablaba el escritor español Alfonso Ussía cuando decìa: «Donde no hay sentido del humor hay dogma». Entre internet y la risa, las redes sociales y el amor, los guiones y la velocidad, Gonzalo Colombo habla de su última criatura, El confesionario, y de las peripecias que lleva adelante para que se mantenga viva y continúe divirtiendo.
¿Cómo surgió la idea de hacer El confesionario?
Era octubre y me entregaban mi título universitario. Uno de los tantos oradores habló y dijo que teníamos que “hacer lo que a uno le gusta y le hace feliz”. Yo venía con ganas de hacer una serie hacía un tiempo, y esa frase me revolvió las ideas. Me senté, le di una vuelta de rosca a la idea que tenía y se la propuse a mi novia, Delfina, para hacerla juntos. Me gustaba la idea de compartir de cierta forma el arte con la persona que amo. Ella no dudó, me dijo que sí al instante. Siempre me sigue en mis locuras y yo sabía que esta vez no iba a ser la excepción. La propuesta fue un lunes. El miércoles ya teníamos grabado el primer capítulo y empezamos a realizar el video de promoción. Ese día estuvimos hasta las 3 de la mañana haciendo cosas para ver el resultado final. Así empezó todo, y acá estamos. Con más de 12 capítulos realizados, varios más proyectados a futuro y una idea muy grande (donde van a poder participar todos los espectadores) que dentro de poco vamos a sacar a la luz.
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¿Cómo definirías la serie y bajo qué género la pondrías?
La serie es una montaña rusa. Es una pareja. Son las cosas en común, los problemas compartidos, los aciertos, los errores, el amor y el desamor. Cuenta las situaciones cotidianas y no tan cotidianas que afronta una pareja. Es una serie de humor, se cuenta todo desde esa perspectiva. La idea desde el comienzo fue entretener a la gente y sacarle una sonrisa.
Hiciste varias producciones diferentes, sin embargo en la gran mayoría aparece el humor como motor. ¿Por qué? ¿Qué tiene la comedia –en tu opinión– que no tiene el resto de los abordajes?
Me hacés reflexionar… Nunca me había sentado a pensarlo, pero sí. Es real, siempre el humor está presente. Realicé cosas donde el humor no fue el motor o la pieza fundamental, como por ejemplo Ellos tratan y El día que aparecieron todas (cortometraje y cuento visual respectivamente, ambos sobre la trata de personas), pero son producciones que llevo a cabo con una sonrisa y muy buena energía a la hora de realizarlos. Básicamente lo que sucede es que yo soy así, o por lo menos me considero eso. Una sonrisa ante todo. Me gusta trabajar con un cierto clima, al cual no me cuesta llegar ni es necesario esforzarlo, se genera solo. Una vez me dijeron que las cosas hechas con pasión, entusiasmo y amor no pueden salir mal. Y hasta ahora fue así. Por suerte siempre pude realizar trabajos que me motiven, eso me entusiasma y termino amando el proyecto. Es muy difícil que encare algo si no me va a sacar una sonrisa.
Hay una discusión que siempre vuelve y es la de si “reírse con” o “reírse de”. ¿Hay ahí una cuestión moral sobre dónde poner el foco del humor? ¿Cómo te llevás con estas posturas?
Hay que reírse. Reírse sana. Genera buen humor. Bienestar. Ayuda a la salud. Y podría llenar esta página de beneficios. Te milito la risa si querés. A lo que voy, es que tenemos que reírnos y es lo que intento hacer con estas producciones. Creo que va más allá de si “reírse con” o “reírse de”, se trata de reírnos y sentirnos bien. De generar algo en el otro, algo que le haga bien. Si eso sucede, me quedo tranquilo.
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El escritor Henri Bergson decía que “en una sociedad de inteligencias puras es probable que ya no se llorase, pero tal vez se seguiría riendo”. ¿Creés que es así: que el humor es parte de la inteligencia?
Generalmente me surge el humor viendo los contrastes de las cosas, rompiendo ciertas reglas, escapándome de las situaciones cotidianas, buscando otras perspectivas. El humor es darle una vuelta a ciertas situaciones. Yo creo que la inteligencia está dividida en muchas sub partes, y una de ellas es el humor. Y sí, creo que el encarar las cosas desde esa perspectiva es parte de la inteligencia. No todos son capaces de afrontar las cosas con una sonrisa, pero estoy seguro de que si lo hicieran tendrían otros resultados.
¿Cómo es el detrás de cámara? ¿Cuánta gente trabaja? ¿Qué procesos atraviesa cada capítulo? ¿Y respecto de los temas? ¿Cómo se eligen? ¿Cómo se cocina el guion y con cuánta antelación?
Armar cada capítulo tiene su proceso, pero no son todos iguales. Voy variando en el armado de cada uno y también dejo que las cosas fluyan solas. Lo que sí sucede es que propongo la temática de cada capítulo. Después, le doy tiempo a mi cabeza para que florezca y surjan situaciones e ideas. Finalmente, me siento y escribo un pre guion. A partir de eso, empiezo a buscar otras miradas. Otros puntos de vista. Sugerencias. Delfina siempre está presente en estos procesos. Y entre los dos le damos un cierre a las cosas para arrancar con el rodaje. Siempre tengo un cuaderno conmigo donde anoto todas las ideas que van apareciendo. Las ideas llegan solas y necesito plasmarlas porque si no me olvido. Literal. Es muy gracioso, me podés encontrar en la calle, el subte o hasta en el gimnasio escribiendo. El capítulo 11, por ejemplo, lo guionamos con Delfi en la ruta. Las ideas iban surgiendo. Yo manejaba, ella escribía. Y el mate en el medio. Cada capítulo tiene una semana de pre producción. Ahí se cocina el guion, se consiguen las locaciones, los actores, etc… Siempre grabamos en la semana y publicamos ese mismo capítulo el domingo. Vamos tiempo al tiempo, pero sabemos las temáticas de los capítulos que le siguen de antemano. Es decir, organizamos el camino que va a seguir la serie y luego volamos con las ideas, siempre sabiendo cual es el objetivo que tenemos o hacia donde queremos llegar. Empezamos el primer capítulo con solo dos personas trabajando (Delfina y yo) y de a poco fue creciendo todo. Hoy trabajan entre 5 a 10 personas por capítulo.
Una vez me constaste que filmaban todo con el celular…
Sí, grabamos todo con un celular. Yo me encargo de la dirección, producción y edición, y Delfina de la dirección de actores y también la producción. Creo que la clave de muchas cosas está en darse tiempo, por eso me tomo cierto tiempo para editar. Generalmente liquido los videos en dos días. El primero, hago un primer armado. El segundo, agarro la edición ya con otra cabeza y nuevas ideas. Siempre surgen cosas entre un día y otro, por eso me gusta darle un espacio y respiro a la edición. Pero hay algo que debo confesar… hasta el domingo a las ocho de la noche siempre estoy haciéndole cambios a cada vídeo. Se podría decir que me cuesta soltar las cosas hasta último momento. Siempre puede surgir un cambio nuevo que le dé un giro a las cosas y las haga más graciosas. El rodaje es muy divertido. Es súper espontaneo y fluido. Nos reímos y surgen nuevas ideas. Siempre necesitamos respetar el guion porque el tiempo del video es muy corto (sólo un minuto) y no podemos dejar volar las palabras. Los textos tienen que ser muy cortos y directos. Ir al grano de lo que queremos decir. Pero en todo rodaje hay cierto tiempo que nos tomamos para volar un poco con las ideas, reírnos y así divertirnos más. Por ahí fluye la creatividad y terminamos incluyendo cosas nuevas. Cuando arrancamos, El confesionario nos demandaba poco tiempo. Hoy nos toma el doble y sabemos que con las ideas que tenemos a futuro vamos a tener que dedicarle cada vez más horas. Sin embargo, me gusta tomarlo como un hobby y no un trabajo. La serie me da muchos momentos de alegría e intento disfrutar todo lo que hago.
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Hay varias críticas a la sociedad actual que la serie hace de forma solapada, por ejemplo las relaciones psicóticas con las mascotas, el mandato social de tener buen trato con la familia de la pareja, pero siempre desde el humor… y también esa cosa de «tenés que ser feliz». ¿Se piensa de antemano o te sale así?
A Delfina le sale igual imitar el ladrido de un caniche. Fue a partir de esto que surgió una charla, empezamos a delirar y volar hasta que llegamos a cerrar esa idea. En varios capítulos hay críticas de forma solapada. Por ejemplo en el capítulo 12, donde se habla de la religión y las “mafias”. Soy de observar mucho a mi alrededor, lo que pasa y lo que no. Y generalmente, surgen las ideas en momentos de soledad. Son momentos en donde todo eso observado y anotado, lo bajo al papel.
Y por último, a partir de internet aparecieron nuevos formatos, ¿cómo ves el panorama actual de las producciones? ¿Creés que se vienen buenas cosas en materia de serie, cine y televisión?
El futuro es internet. Creo que no hay mucho que aclarar. Las nuevas generaciones están incorporando esto. Los chicos de 4 o 5 años se divierten mirando videos en YouTube y no les llama la atención un televisor. Hay muchas producciones en este tipo de plataformas con programas para chicos, como por ejemplo Canciones de la granja. A partir de un canal de YouTube realizan diversos tipos de canciones y programas de entretenimiento. Crecieron tanto en internet que hoy llegaron al teatro. Y las generaciones más antiguas, nos estamos acostumbrando a esto. Le estamos tomando el gusto. Netflix está en bocas de todos. Vemos lo que queremos, cuando queremos. Y la verdad es que es una plataforma, con producciones muy buenas, que llegó para decirnos que las cosas están cambiando. El confesionario es uno de estos tantos cambios. Es la primera serie de humor que surge y se transmite en instagram. Recién este 2017, Turner se va a sumar y va a lanzar una serie en ésta red social. Comencé con El confesionario porque quería hacer algo distinto. Creé el termino #Seriegram para enmarcar a la serie dentro de una red social. Son todos cambios que la gente asimila y se ve que llegaron para quedarse. O eso espero. A pesar de todo, no creo en la desaparición de la televisión. A todos nos cuesta despegarnos de las costumbres.
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