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Por Juanjo Conti
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Rafael Fernández es un escritor español que vive dedicado por completo a sus libros: escribe, corrige, maqueta, envía a imprenta y distribuye. Ha escrito ocho novelas desde 2011 y vive de venderlas en su blog (lleva vendidos más de seis mil ejemplares).
Sus títulos anteriores son la saga de su alter ego Sigmundo Fernández (Diarios secretos de sexo y libertad, 20 polvos y El comedor de coños), su precuela El peor amigo del mundo, el libro de terror Un bebé, la novela Los alucinantes viajes en el tiempo de los EE.UU. y la novela para niños Yoyito y la gallinaka de los huevos de oro.
También filma cortometrajes (más por diversión que por trabajo), en los que, además de director, es guionista, cámara, sonidista, editor, experto en efectos especiales e incluso, a veces, actor.
Esta es una reseña sobre su última novela: Prostituto de extraterrestres.
Sus andanzas se pueden leer en su blog.
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Ayer (11 de abril) terminé de leer la novela Prostituto de extraterrestres. Empecé a leer el libro el 20 de marzo cuando el autor publicó las primeras cien páginas en internet y lo seguí leyendo el 5 de abril cuando me llegó por correo certificado, envuelto para regalo y dedicado. Pero lo compré hace más de tres años cuando salió su preventa.
La mayor parte de la novela está escrita en segunda persona del singular. El narrador te habla a “ti”, o, mejor dicho, trata de tú a los personajes principales, pero en ese “tú” interpela al lector: “Sales de tu casa con la bolsa de basura en la mano. En el rellano te encuentras con una vecina. La conoces mejor de lo que ella cree. Gracias a su cuenta de Instagram, sabes de qué color son todos sus sujetadores preferidos”.
Como en todas sus novelas, abundan escenas de sexo explícito y de violencia, por lo que no son aptas para menores.
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Los primeros cinco capítulos, que coinciden con la primera parte del libro y con las cien primeras páginas (que se pueden leer en forma gratuita en internet), tienen como personajes a dos amigos que se apodan entre sí Mierda y Pedo. El protagonista principal, y a quien el narrador trata de tú, es Mierda. Las intervenciones de Pedo son narradas en tercera persona.
Esta primera parte es muy buena: cohesiva, con ritmo. Una nouvelle dentro de una novela mayor. Aquí, además de narrar la acción, Rafael Fernández se da espacio para exponer, en boca, pensamiento o epifanía de los personajes, ideas y teorías que ponen al lector a reflexionar.
Algunas de las teorías planteadas en la parte uno son, por ejemplo, el modo en que los lobos blancos evolucionaron en caniches, cómo será la futura policía feminista del pensamiento y el hecho de que las violaciones por parte de delfines suceden más habitualmente de lo que la gente cree.
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En la segunda parte, la más extensa (casi doscientas cincuenta páginas), la historia se diversifica. Empiezan a aparecer nuevos personajes (cada uno con su capítulo de presentación, un poco largos, también narrados en segunda persona). Los que más se destacan son una presentadora de televisión que quiere ser famosa a toda costa y un policía corrupto que ejecuta misiones para un Estado más corrupto aún.
Aquí hubiese preferido que la narración siga más a Mierda y que nos enteremos de los demás personajes por sus interacciones con él. No vuelve a tener un protagonismo activo hasta el final del capítulo veinte.
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A diferencia de lo que el título sugiere, es más un policial (del negro, no de enigma) que un libro de ciencia ficción. Sí, como lo adelanta, hay extraterrestres. Pero podría (hasta cierto punto) no haberlos y la historia igualmente funcionaría.
Raymond Chandler decía que cuando no sabía cómo continuar una trama, hacía entrar por la puerta a alguien con una pistola. De hecho, en La dama del lago (cuarta novela protagonizada por Philip Marlowe), podemos leer: “Acabas de afeitarte, te desnudas para darte una ducha, y, sujetando la cortina, ajustas la temperatura del agua. La puerta se abre a tus espaldas y entra alguien. Alguien que es, al parecer, una mujer. Lleva en la mano una pistola”.
En buena parte, la trama de Prostituto de extraterrestres va por ese carril. Siguiendo, digamos, la “filosofía Chandler”.
No solo van apareciendo nuevos personajes armados, sino que hay una buena cantidad de muertes inesperadas.
Sin embargo, una de las virtudes de la novela es que, capítulo a capítulo, uno no puede predecir qué rumbo tomará.

«Prostituto de extraterrestres» de Rafael Fernández
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El libro te mantiene enganchado en cada página, queriendo saber qué va a pasar luego. ¿Qué locura va a superar lo que acabo de leer? ¿Mierda y Pedo subiendo a internet fotos comprometedoras con el celular del jefe? ¿Una pareja inglesa regentando un burdel para extraterrestres? ¿Un cuerpo relleno con silicona para hacer pasar a un muerto por otro?
Queda el lector advertido de que hay partes en las que se va a preguntar: “¿Qué estoy leyendo?” Y mirará a ambos lados para asegurarse de que nadie lo esté espiando sobre los hombros.
De todas formas, continuará leyendo, hipnotizado.
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La ciencia ficción llega más tarde de lo que el lector de este género esperaría. El autor cuenta en su blog cómo la idea original se fue transformando durante los más de tres años que le llevó su escritura; la novela pedía ser más policial negro, más thriller, más de terror.
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La ilustración de la portada del libro (al igual que en casi todas las novelas de Rafael Fernández) es una obra del artista plástico alemán Michael Hutter. Bajo el título, se lee la leyenda: Una novela de terror para casados.
Y es que muchos de los personajes están caracterizados a través de sus monólogos internos en relación al matrimonio: casi todos son infieles (si no en la práctica, sí en el pensamiento), puteros (los que tienen suficiente “pasta” como darse el lujo) e incapaces de sentir empatía por el otro (en todos reina el egoísmo).
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Una de las subtramas es una desquiciada historia de amor entre una fan de Star Wars y un millonario de los videojuegos que, si bien es muy entretenida, esperaba que tuviera más relación con el final de la trama principal. Pasa lo mismo con otras historias un poco tangenciales, pero queda claro que su inclusión es una decisión justificada y no un resultado azaroso. Además, ayudan a pasar un buen rato, que es, en definitiva, el objetivo manifiesto de este libro.
En la tercera parte, la última y más corta, las historias más importantes confluyen y sus intensos personajes terminan de la única forma posible.
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Abro el libro al medio y elijo una línea al azar: “Se saca una selfie al lado de tu cara. Luego teclea un mensaje. Lo manda a un amigo: EN LA TIERRA. A PUNTO DE FOLLARME A ESTE”.
Etiquetas: Juanjo Conti, Rafael Fernández