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Por Luciano Sáliche
Hace alrededor de trece años que Milena Caserola se presentó en sociedad con un trajecito humilde, barato pero prolijo, y con la actitud desafiante de la adolescencia, del debut, de las ganas de romper todo. Hoy, con experiencia, estabilidad y una trayectoria a cuestas —que no es poca cosa—, edita libros que se pasean como clásicos posmodernos de la novelística local, como biografías exóticas, como poesías absurdas y retazos de pensamientos uniformes. Dos ejemplos breves: Nunca seré poesía, la obra poética del líder muerto de Flema, Ricky Espinosa, y Hembra, vivir y morir en un país de machos, la biografía de Cris Miró que hizo Carlos Sanzol. Se pueden nombrar más cosas, pero dejémoslo ahí y sembremos la curiosidad.
Matías Reck es quien dirige esta editorial mutante que desparrama en ferias y eventos sus libros colorinches. En un intercambio epistolar vía mail con revista Polvo, elucubra un sendero irónico donde cuenta las vicisitudes de esta empresita literaria y las reflexiones sobre un mercado editorial que se debate entre dar el gran batacazo intelectual y autodestruirse por completo. Este es el diálogo con Reck.
¿Por qué editar hoy libros en Argentina?
En el país hay una gran tradición editorial. Así como se puede pensar la historia argentina a través del ferrocarril, o de la inmigración, o de los clubes de fútbol, también este territorio se arma desde la escritura y la lectura. Sin irse muy lejos en el tiempo podemos pensar que en los sesenta, en algunos sectores, estaba muy mal visto ir por la calle sin un libro en la mano o no estar en el café La Paz con una pila de ejemplares en la mesa, discutiendo acaloradamente sobre Lugones, Marechal o Perón. Hoy, definitivamente, no se reedita ese momento pero sí se logró armar un circuito de productores de libros que todavía excede, no por mucho, el circuito de lectores. ¿A qué nos referimos? Hay más editoriales, más ferias, más librerías, más autores, o sea, es más grande la oferta que la demanda, lectores, críticos, críticas, discusiones sobre textos. Son ideas basadas en estadísticas que no existen, pero es importante crear una ficción sobre una práctica que resiste el avance de lo útil.
¿Cuál es tu objetivo al llevar adelante una editorial? ¿cuál es la misión -por llamarle de alguna forma- de Milena Caserola dentro de la cultura y de la literatura?
Al comienzo la idea era subvertir el modo de circulación de libros en Argentina y el mundo, luego fue intentar editar libros buenos. Ahora buscar las formas de subsistir económicamente y en el corto plazo organizar de la mejor manera posible el pago de derechos de autor. Dentro de la cultura creo que cumplimos los objetivos de continuar con la cultura autogestiva, independiente y popular. Dentro de la literatura no tengo idea, supongo que el objetivo es encontrar al nuevo o nueva Borges, que posiblemente esté en Instagram.
Viviste el mundo de los dos lados, antes y después de internet, ¿cómo cambió la literatura en esta bisagra? ¿Hasta qué punto modificó la forma de narrar?
Creo que con internet se volvió a la narración tradicional, hubo un momento de transición que Link llamaría literatura fragmentaria pero que hoy con las redes como parte de nuestro cuerpo rebelde, se intenta construir un relato con comienzo, desarrollo y final, un mensaje de WhatsApp es un microrelato que por momentos es parábola, por momentos elíptico, por momentos cierra abruptamente y en ocasiones hasta hay un final feliz. Están los facebookeros malditos, los tuiteros románticos, los navegadores oníricos y los de ciencia ficción. Yo creo que estamos viviendo un momento de transgénero digital con grandes probabilidades de best seller.
Y por el lado del lector, ¿creés que internet deterioró o alentó la relación de la sociedad con la literatura?
El lector es el verdadero anarquista de la cadena, le da lo mismo que sea Linux, tablet, Planeta, Random House, Blatt y Ríos, Mac o Ediciones de la Flor. El lector quiere leer. Como el jugador de tenis quiere jugar al tenis y no le importa si es en polvo de ladrillo o cemento, si es en pasto o en la playa. Luego claramente, están los aficionados de la autoayuda, los lectores de Adorno y los que, en mi caso, leemos a quienes no han publicado.
Milena Caserola publica muchos autores nuevos, ¿cómo hacerle frente a los ya consagrados, a las “vacas sagradas” y best-sellers?
Publicamos a los consagrados del mañana, a los Aira del 2038. Intentamos pensar el régimen de consagración. Si te banca una Sarlo estás más cerca, si ganaste algún concurso importante también. Si sacaste un libro con una editorial pequeña o mediana y vendiste bien, estás por buen camino. Si importa poco esos canales caducos yo diría que estás mejor, o que ni te das cuenta por dónde va la cosa. El ejemplo que pongo siempre son los escritores que se auto editan, militan, hacen y venden sus libros, desde el vamos son lo best, son muy leídos, comentados, pasados de mano en mano. Les ganan por varios cuerpos a los escritores de escritorio y vidriera. De todas formas, no es una oda a la plaza Serrano, ya cada uno elije, si puede, cómo utilizar su tiempo. En Milena, los libros más vendidos son los de Andrés Kilstein, él los vende en la calle, es nuestro best seller.

Foto: Daniel Mordzinski
¿Y cómo hacerle frente a las grandes editoriales? ¿Cómo es esa puja en el campo literario?
Le hacemos fuerza desde el fracaso, sabiendo, siendo conscientes que no les podemos hacer frente. Por eso lo alternativo, ir por fuera, y en su cancha, en las librerías, jugar un papel digno. Esto nos hizo replantear ciertas cosas que veníamos pensando en relación con lo independiente y la bibliodiversidad y creíamos que había que disputar algo. Nos dimos cuenta que el campo se comparte, que lo que se pone en juego son textos, son sensibilidades, que cada texto circula lo que tiene que circular, teniendo en cuenta el autor, la editorial, la repercusión en los lectores, la prensa, etc, etc, etc. Al no haber políticas públicas, es la ley de la selva, del mercanon (cito Susana Romano Sued). El problema es histórico, está en la narrativa que publicó Emece o la que publicó Planeta o la que publica ahora Emecé que es de Planeta o la narrativa argentina contemporánea que publica Random que es marginal dentro de la estructura de Random, o que el reconocimiento que tiene tal o cual editorial por haber publicado primero a tal o cual autor. Ninguno. Entonces, las des-alianzas entre editoriales independientes debilitan aún más la disputa contra las grandes, si la hubiera. Nuevamente, al no haber un Estado presente, el campo literario va de la solidaridad orgánica a la competencia sinsentido. De la escasa organización horizontal o la falta de cooperación entre pares. Por momentos hay excepciones. Una vez Divinsky me dijo en Paris: “No hagas negocios con éste que me debe cinco mil euros”.
Hace unos meses se produjo un debate donde muchos escritores plantearon una relación desigual entre autor y editorial, sobre todo en el mundo de las llamadas editoriales independientes. ¿Cómo viste esa discusión?
Interesante, me puse del lado de los autores. En nuestro caso la relación es sumamente desprolija, amistosa y fatal como una película de Alex de la Iglesia. Desprolija porque la editorial creció mucho más de lo que puede y nunca ordenó la parte administrativa. Amistosa porque comenzamos publicando solo amigos y amigas y ahora tenemos miles de amigues con los que tomamos mate en pantuflas. Y fatal porque es un tema a resolver mediante contratos, charlas, reparto de ganancias y pérdidas e intentar pensar qué es editar un libro hoy en Argentina. Sería bastante largo el debate y con muchas aristas. En la página de legales nosotros ponemos Todos los izquierdos están reservados, eso no quita que los autores cobren derechos, durante muchos años los autores pagaban sus ediciones, a 4 pesos por ejemplar en tiradas de 100 ejemplares, y vendían los libros a 8 pesos. Yo creía que estaban ganando el 100% de derechos de autor, cualquiera, porque además de escritores actuaban como distribuidores y libreros de sus propios libros que encima habían pagado. Hoy por hoy se intenta pagar un 10% de derechos sobre las ventas, en libros o efectivo, haciendo lo contrario a lo que plantea Hernán Casciari en su charla Ted donde plantea que rompió los contratos con las grandes editoriales y armó su propia editorial mejorando 4 veces el pago de derechos. Esto es una falacia que el propio Casciari armó para su lectorado desde su propio blog primero y luego con las grandes transnacionales para luego volver a la falsa independencia… Por qué me meto con Casciari…. Ah me acordé, el debate en esa época era que no se trata de la quijotada de uno o dos escritores o editores sino de la organización colectiva.
Milena Caserola lleva más de 10 años y podría decirse que conoce como pocos el mundillo de la literatura. ¿Cómo definirías al ambiente literario argentino de los últimos años?
Creo que toda definición es una cárcel. No sé cómo es el ambiente, no hay uno. Hay miles de escritores buscando un espacio, una pertenencia, una editorial que los convoque a publicar. A veces por amor a la literatura, otras por amor propio y así… Tampoco podría determinar cómo son los escritores argentinos en los últimos años. La necesidad de encasillar es de la crítica, la Academia que no sabe nunca cómo explicar la coyuntura. ¿Por qué? Básicamente porque no la leen. A Milena llegan autores que difícilmente tengan algo en común. Algunos quizás se parecen en sus búsquedas pero en la generalidad la divergencia es mucha. Ante todo esto hace a “un ambiente” rico, muy interesante que podría ser trasladable al campo porteño. Ni siquiera me animo a hablar en nombre de toda la literatura argentina.
La última: ¿cómo evaluás las políticas estatales de los últimos años en el mercado editorial? ¿Hubo cambios desde el último cambio presidencial? ¿Ves un futuro esperanzador?
En momentos de derrota de las luchas populares, de regresos al pasado que dan mucho miedo y que nuevas crisis se asoman como un deja vu de lo que nunca deja de ser nuestro país: una eterna crisis, es difícil pensar en un futuro esperanzador. Quiero pensar que la literatura, mejor dicho, que los escritores siempre tendrán algo que decir y que las editoriales, sobre todo las independientes, si creemos efectivamente en nuestro rol social -por llamarlo de alguna manera- no dejaremos de brindar un espacio. De estar, acompañar, porque la militancia se ejerce desde muchos lugares. Espero entonces que muchos escritores estén escribiendo, militando en un país que no para de sangrar. De ser así Milena estará siempre para ampararlos. No es un slogan romántico, es creencia en que los avances neoliberales sobre la cultura siempre dejan un hueco por el que escaparse. Ahí estamos nosotros. Puede que el mercado editorial haya estado mejor antes del macrismo. Sí, seguramente porque, en principio, no existía el avasallamiento cultural que hoy adquiere miles de formas. Tampoco antes era el paraíso pero, al menos, el respeto de las instituciones por la gestión cultural, políticas subsidiarias y de empoderamiento, palabra que tanto usamos en la década pasada, han hecho que editar quizás sea más fácil. Además, creo que el ánimo cambió. Quiero decir, el entusiasmo está en crisis también. La tristeza de estos tiempos es grande, creo que aún el campo literario no sale del asombro y no encuentra las palabras para explicar los tiempos que corren. Cuando aparezcan esas palabras quizás estemos frente a una literatura sublime que, una vez más, explique la crisis como ningún otro arte pueda hacerlo.
Etiquetas: Carlos Sanzol, Cris Miró, Flema, Matías Reck, milena Caserola, Ricky Espinosa