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Por Luciano Lutereau
1.
En una de mis películas favoritas, la protagonista dice: “Tengo el talento para enamorarme del hombre equivocado, en el momento equivocado”. Me hace acordar a un poema que se llama “Otra emoción equivocada”, de Belén Iannuzzi.
Es interesante esa queja sobre el hombre equivocado. ¿Quién se equivocó? ¿Él o ella? Este equívoco sobre la equivocación demuestra que se trata de una fantasía. Me recuerda otra película, en la que Marilyn Monroe se queja de los saxofonistas, no son los hombres que le convienen, son aquellos de los que huye, pero (o ¿porque?) le resultan irresistibles.
Es lo propio de la fantasía de seducción. Es lo propio de la queja histérica femenina: el fastidio como forma de defensa. “Nunca más me voy a enamorar”, se dice después del desengaño. “Ahora aprendí a estar sola”, dicen en las tapas de las revistas. Hasta que la fantasía vuelve a hacer de las suyas.
Porque la queja sobre el hombre equivocado encubre el amor al padre, el primer seductor, aquel que se busca reencontrar y del que se huye al mismo tiempo. El hombre equivocado para una mujer es el que entra en la serie paterna o, mejor dicho, el que solo permanece en esa serie.
2.
Muchos varones se quejan de que sus mujeres les “rompen las pelotas”. Una vez una amiga me dijo: “Estoy harta de que me digan que rompo las pelotas, nunca más voy a salir con un tipo que me diga eso”. Y cumplió un tiempo. Salió con hombres encantadores, que la cuidaban y eran atentos, pero a ella no le pasaba nada. No se enganchaba. Un día me dijo: “Soy una histérica, si no le rompo las pelotas no me doy cuenta de que me gusta”.
Yo no creo que sea una histérica. Es algo propio de la fantasía de seducción en la mujer: es el reproche al padre por su deseo. En todo caso, sería una histérica si lo reprochara para luego sustraerse, si pidiera lo que no quiere, si quisiera lo que no desea. Sin embargo, no es el caso.
Es lo propio del deseo, que incomoda, que no hace caso de la belleza, sino que erotiza el conflicto. Porque la fantasía de seducción con una mujer lleva al reproche, el reclamo, la pregunta insistente, etc., si el enganche con esa mujer lleva la marca del padre.
En la serie paterna, el varón es un deseante al que se le puede cuestionar el deseo, se lo pone a prueba en su dureza con cada reclamo. En esto consiste la fantasía de seducción.
Etiquetas: Luciano Lutereau, Marilyn Monroe, Psicoanálisis