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Por Luciano Lutereau
1.
Hay una idea que no podría explicar, es más bien una corroboración clínica: una forma diferente en el tratamiento de lo onírico que hace que los neuróticos a veces lean en sueños, pero casi nunca terminen de ver la frase, o al libro le falte una hoja o esté en otro idioma, etc., mientras que otros no sólo ven, sino que también leen; así queda sorteada la represión, se da un paso más.
Es algo que ocurre en el sueño de algunos psicóticos, que logran leer y tener anticipaciones casi adivinatorias en sueños (recuerdo a uno que leyó una vez el comienzo de un libro que luego verificó que empezaba de ese modo), pero también en quienes, como Freud (en el sueño de la inyección de Irma), fueron capaces de leer una fórmula que fue determinante para sus vidas.
Me interesa esa relación entre represión, lectura y mirada: es un síntoma habitual en neuróticos la queja de que no pueden leer. Se entiende: leer es una forma de mirar, la represión de la mirada, una operación crucial de la infancia. Los buenos lectores, los mejores que yo conocí, no suelen ser neuróticos.
Me interesa ahora la relación entre mirada y lectura. Leer no es descifrar, leer es un trabajo de la mirada: muchas personas no pueden dejar un libro hasta que no se produce algo, otros no pueden cerrar los ojos (para dormir) sin antes leer, como si leer produjera una extracción de la mirada de los ojos. Pienso en cómo los niños leen mucho antes de aprender a leer.
Hay toda una erótica de la lectura, pero de algo no tengo dudas (literalmente): que el peor lector es el obsesivo, porque lee para saber y eso es la muerte de la lectura.
2.
Converso con un muchacho que tiene una forma fantástica de hablar. La puedo resumir: relata una situación y cuando yo hago un comentario o pregunto sobre lo que dice, es como si agradeciera mi intervención porque “justo” le recuerda otra cosa o lo hace pensar en algo que no se quería olvidar de decir; es como si yo “le diera pie” para hablar y así, entonces, lo que dice no nace en él, sino que surge gracias a mí, que soy, entonces, el garante último de lo que dice, el fundamento de lo que parece una asociación libre pero es, en realidad, una sutil destitución del acto de hablar.
Me parece fantástica esta forma de hablar porque, desde afuera, parece cumplir con el método asociativo, pero es todo lo contrario; este modo de hablar (el psicoanálisis es eso: una práctica de los modos de hablar) podría hacer creer en el paciente ideal, pero nada más lejos: es como si lo que dice siempre lo contara porque puede ser interesante (para mí); me entretiene, me seduce, por eso tengo que quedarme callado, para que se note su silencio, lo mudo que está a pesar de hablar como un paciente ideal.
Por suerte el único modo de cumplir la regla analítica es transgrediéndola y eso ya permite hacer una conjetura.
Etiquetas: Luciano Lutereau, Psicoanálisis, Sigmund Freud