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Por Fabiana Santacreu
En Posdata sobre las sociedades de control, Deleuze sostiene que en el siglo XXI las sociedades disciplinarias están siendo reemplazadas por las sociedades de control, en las que el poder y la vigilancia sobrepasan las categorías de tiempo y espacio de las sociedades de encierro y el control se torna un monstruo del futuro próximo que se vuelve ingobernable.
Michel Foucault en Vigilar y castigar, estudia el funcionamiento de las instituciones de la sociedad disciplinaria: la cárcel, el hospital, la fábrica, la escuela, la familia desde el siglo XVII hasta mediados del XX. Estas instituciones son las encargadas de observar, individualizar, castigar y normalizar las conductas de los hombres. Todas ellas reproducen una arquitectura edilicia que refleja el Panóptico carcelario citado por Jeremy Bentham, como un gran ojo que centraliza el control y el poder.
Las antiguas sociedades disciplinarias operaban con máquinas simples, palancas, poleas, relojes; las sociedades de control actúan mediante máquinas informáticas y ordenadores con formas ultrarrápidas de dominación “al aire libre” que reemplaza a las anteriores modalidades de dominación de los sistemas de encierro.
Las nuevas tecnologías de la comunicación y la información constituyen la nueva configuración del poder del siglo XXI, la transformación de la «sociedad disciplinaria» en «sociedad de control”. No es solamente una evolución tecnológica, es una profunda mutación del capitalismo de producción a un capitalismo de mercados de productos. Como dice Fernández Durán, la “industrialización” alcanza en las formas de producción cultural y propaganda las nuevas modalidades y estructuras del poder, la realidad virtual al servicio de los intereses económicos hegemónicos, tiene como finalidad domesticar las conciencias.
La nueva sociedad de masas es una muchedumbre solitaria, la identidad está cada día más heterodeterminada por la sociedad de la imagen. Galimberti en Psique y Techné afirma que la técnica es nuestro ambiente pero no es un ambiente de nuestra elección. Los fines, medios, objetivos, ideas, conductas, pasiones, deseos, sueños están técnicamente articulados y necesitan de la técnica para expresarse.
Siguiendo a Franco Berardi en La fábrica de la infelicidad la expansión de la esfera económica coincide con una reducción de la esfera erótica, no tenemos tiempo para la ternura, el amor, el placer y la atención la dedicamos a competencia a la decisión económica. La nueva economía configura nuevas subjetividades centradas en el juego competitivo que destruye las energías mentales. El tiempo ha devenido un monstruo cronológico que similar a Cronos que devoraba a sus hijos, deglute los instantes arrebatándonos la posibilitar de vivenciar y sentir los afectos. En este contexto de infelicidad podemos pensar el ciberbullying como un emergente de las sociedades contemporáneas.
El maltrato adquiere en las sociedades de la información magnitudes incontrolables que moldea las mentes de los más jóvenes no sólo “naturalizando” la agresión sino también interviniendo sobre los deseos con fines específicamente económicos y productivos.
Hoy este gran sistema de dominación se ha tornado un auténtico “leviatán tecnológico” que obedece a formas de propagación ultrarrápidas, omnipresentes y omniscientes. Internet es un medio donde las personas pueden esconder su identidad e inventar personalidades falsas, favoreciendo actitudes agresivas y amenazantes. El ciberacoso superó los límites del tiempo y espacio escolar, el acoso durante toda la jornada y llegó a efectos inconmensurables.
Siguiendo las consideraciones de Pablo Rodríguez, inferimos que el ciberacoso constituye una de las maneras en las que la sociedad de control facilita los dispositivos para producir temor por parte de los usuarios más vulnerables de nuestra sociedad. Los mismos se configuran en monstruos para ellos mismos, escondiéndose en el anonimato de personalidades perversas que los dejan encerrados en superpanópticos de la comunicación.
Las escuelas están en crisis, hay un quiebre con respecto a cómo se distribuía la vigilancia en las sociedades disciplinarias. La escuela se está tornando una nueva institución dentro de la sociedad de control donde la vigilancia está más relacionada con las tecnologías electrónicas que con las instituciones. En las palabras de Galimberti la técnica no es neutral porque crea un mundo con determinadas características que no podemos dejar de habitar y de controlar hábitos que nos transforman ineludiblemente.

En esta imagen observamos un grupo de estudiantes de la Escuela Secundaria de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires durante el mes de abril del año 2016 en la que están sacándose fotos frente al espejo en el baño de damas de la institución, ahí ocurrió el incidente que tomé como motor para reflexionar el impacto de las transformaciones sociales en las prácticas pedagógicas.
En este baño y con la misma naturalidad con la que estas chicas se están fotografiando frente al espejo, un grupo de estudiantes que hostigaban y maltrataban a otra compañera, la fotografiaron contra su voluntad cuando estaba en el reservado del baño en su intimidad. La adolescente fue víctima de bullying escolar; los preceptores no pudieron identificar a las victimarias porque no estuvieron presentes para intervenir y apoderarse de las fotografías.

Las netbooks en la escuela representan un modo más de habitar en la técnica, constituye el sujeto del hacer y no un objeto instrumental, como dice Heidegger. El mayor peligro de la técnica es que se convierta en la única manera de revelar el sentido del mundo.
El ciberbullying es una forma extractiva de poder y de saber sobre los chicos más vulnerables: las fotografías de la adolescente del baño que fueron subidas a internet, observadas y compartida por estudiantes de cursos superiores, ilustran sólo un mínimo porcentaje de los usuarios que la vieron. Como dice Fernandez Duran las agresiones que se graban en los móviles y se cuelgan en la red, para pavonearse y divertirse, constituyen las manifestaciones de una violencia nihilista y sin sentido, una expresión de una sociedad enferma y que ha perdido el rumbo.
La adolescente está siendo víctima de ciberbullying propio de las sociedades de control del siglo XXI. Los victimarios no sólo no pueden ser identificados ni individualizados sino que también terminan siendo víctimas, en muchos casos anónimos y la información se dispersa constituyendo un nuevo régimen de dominación basado en la modulación de las mentes que sin reprimir, ni prohibir, interviene sobre los deseos individuales y colectivos de los sujetos.
Los padres de la estudiante al conocer la situación de vulnerabilidad a la que queda expuesta su hija, se dirigen a las autoridades de la Escuela y les exigen que tomen medidas al respecto. Los directores del establecimiento proceden a tomar sanciones disciplinarias contra las estudiantes identificadas por la víctima como victimarias y prohíben el uso de los celulares en la escuela a todos los alumnos durante toda la jornada escolar, que se extiende desde las 7.45 hasta las 18.05 hs.
Las medidas que toman las autoridades obedecen al paradigma de la escuela que nació en la modernidad con un formato disciplinario y como un espacio de encierro. La función normalizadora se produce dentro del espacio y tiempo de las escuelas. Las alumnas que hostigaron fueron castigadas con las sanciones disciplinarias pero la sanción de prohibir el uso del celular es imposible de controlar; ahora la vigilancia escapa a la escuela porque como dice Deleuze, en las sociedades del siglo XXI, el poder se torna un monstruo ingobernable.
Sin embargo no me resigno a admitir el triunfo de la identidad social consumidora, la mercancía y la publicidad, como afirma Luis Pla Vargas existen otras posiciones críticas al consumismo que apuestan a la construcción moral y a la autorrealización auténtica posibles en el mundo mercantil postmoderno.
Hay resistencias y aún se preservan espacios donde imperan otros valores. En los ámbitos privados de convivencia existe la lógica del cuidado, del afecto de la comunicación personal, micro espacios de la vida comunitaria dice Ramón Fernández Durán y humildemente me animaría a agregar al espacio de la escuela cuando se configura un lugar para una construcción social del mundo por medio de la dialogicidad. Como dice Paulo Freire en La educación como práctica de la libertad, el diálogo es el fenómeno humano por el cual se nos revela la palabra que permite encontrar la unión entre la acción y la reflexión: la praxis. El diálogo implica un encuentro entre los hombres para transformar el mundo.
Como en nuestra época la definición de lo “normal” se produce fuera del espacio y tiempo discplinarios, la escuela debe configurarse en el espacio donde se desnaturalice lo naturalizado.
La escuela puede constituirse en ese lugar en el que, al decir de Luis Pla Vargas, los individuos revisen críticamente los procesos de construcción, reconstrucción e integración de sus identidades sociales y políticas elaboradas sobre la base material de las huellas del consumo derivado del mercado capitalista.
Etiquetas: Deleuze, Escuela, Fabiana Santacreu, Foucault, Franco Berardi, Galimberti, Pablo Rodriguez, posmodernidad