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Por Luciano Sáliche
Cada uno de nosotros sabe, con mayor o menor precisión, que el sistema político que nos envuelve, nos consiente y nos oprime es un cascarón cada vez más desvencijado. Sin embargo ahí sigue la democracia: firme como el Monumento al Lobo Marino de Mar del Plata. La pregunta permanente que se hacen los distintos partidos políticos —y que en momentos de campañas ensayan sus contundentes respuestas— es cómo rejuvenecerla, cómo hacer que esa vieja y noble idea de igualdad no se convierta en un chiste televisivo. Que la democracia de hoy es la parte más perjudicada del pacto que firmó hace tiempo con el capitalismo, lo sabemos muy bien. Basta con mirar cómo las opciones electorales en los distintos países cada vez se asimilan más, mientras el auge de los grupos de ultraderecha gana terreno en la foto general. Pero inmersos en este caos estamos nosotros y aquí, en este día a día, es que se ven los límites de la tolerancia y la paciencia cuando el futuro es un torbellino de decadencia.
Estados Unidos es el mejor ejemplo. De golpe, sin que nadie se lo espere, pum, aparece un loquito —es el término coloquial: loquito— y dispara a quemarropas. Como si la legal portación de armas sería la causa y no la grieta por la que se filtra la inminente inundación. Hablando de este asunto empieza Los motivos sensibles de Tomás Richards, libro publicado por Ediciones Paco a fines del año pasado. En el relato “Tiradores”, Eddie Ray Routh acribilla a Chris Kyle. Esto no es ficción. Efectivamente ocurrió. Fue el 2 de febrero de 2013. Ambos personajes —si están en un libro eso son: personajes— son militares retirados, aunque no con la misma suerte: uno como héroe —”el francotirador recordman absoluto de la historia militar estadounidense”—, el otro con un estrés postraumático galopante. Bastó con que se cruzaran para que ocurriera el asesinato.
Los motivos sensibles es un libro de relatos verídicos. Podríamos decir que son artículos periodísticos pero sería un error. Cuentos testimoniales, tal vez, si seguimos el género que acá instaló Rodolfo Walsh. Aunque se los podría calificar como ensayos, puesto que así nacieron y bajo esa lógica se publicaron en Revista Paco. Como sea, lo que Richards hace es narrar; tomar casos y narrarlos. Son doce relatos. Por sus temas pasan las armas, como las realizadas por impresoras 3D o aquellas que vende un tal Kirk Kjeliberg y que se parecen a un smartphone. También la pena de muerte: los casos de Bielorrusia, Utah y Texas. En el relato titulado “Pena de muerte en Texas” hay un recorrido más que interesante por las últimas palabras de los reos muertos (el Estado de Texas las postea en una web cada vez que comete una ejecución). Esos son los dos ejes principales del libro: armas y pena de muerte.
Además, temas específicos: la huelga sexual como escalada política en “Huelga sexual en Ucrania”, la imposibilidad de la prensa por entender el fenómeno Vladimir Putin —que este año se cumplen veinte de su llegada a la Presidencia de Rusia— en “Archipiélago Putin”, el caso de un humorista francés acusado de antisemitismo en “Dieudonné contra Israel”, lo abominable del reino animal en “Ballenas que explotan” y un epílogo personal muy acorde a la literatura del yo, aunque sin la sensiblería que suele predominar en el género, sobre un dirigible que recorría la Argentina en los noventa (“El dirigible”). Todo esto, leído con la misma atención que se lee en las redes sociales, tiene un efecto. Posiblemente divertido, entretenido, pasatista. Sin embargo, fuera de su universo inmediatista y puesto dentro de dos tapas analógicas, el sentido es otro. ¿De qué habla, entonces Los motivos sensibles?

Hay un epígrafe inicial, una frase de Cesare Beccaria, que echa un poco de luz. Para este jurista italiano del siglo XVIII, los «motivos sensibles» son los que llevan a que hombres y mujeres rompan con el pacto social de la convivencia. ¿Y no es acaso eso nuestra democracia liberal: un tapón cada vez más gastado que ejerce fuerza sobre las desigualdades sociales que pujan por salir? Desde luego, cuando el tapón se rompe y deja de cumplir su rol, esas desigualdades no salen a la luz con la forma de una lucha revolucionaria. Claro que no. La mayoría de las veces se manifiesta con crueldad y despropósito. ¿Cómo se explica, sino, el asesinato de Chris Kyle en manos de Eddie Ray Routh? ¿Como un acto de justicia? ¿Y la voluntad popular de que la pena de muerte prevalezca?
Incluso, en el caso que un cambio del orden reinante se vislumbre en el horizonte, las noticias no siempre son esperanzadoras. Lo explica muy bien Slavoj Zizek en Contra la tentación populista: “Cuando la gente se despierta de su modorra apolítica, lo hace inevitablemente bajo la forma de una revuelta populista de derecha, y acaba no siendo raro que muchos tecnócratas liberales ilustrados se pregunten si aquella ‘apatía’ no era, en el fondo, una bendición”. Cuando alguien quiere comprar por internet una pistola 3D, no hay nada que se pueda hacer al respecto. Esa idea caló y dependerá de la persistencia de esa persona por lograr su cometido. “El universo digital evoluciona más rápido que cualquier sistema legal”, escribe Richards, y también: “Vigilar y castigar en la web es casi una utopía”.
Los motivos sensibles es un fiel reflejo de cómo la democracia es un lugar de batallas permanentes, no sólo sociales y colectivas, sino también personales e intimistas. Da cuenta de los márgenes de este sistema político que se vuelven claves para pensarlo, ejemplificadores y sintomáticos. Si esta democracia no nos da ninguna participación real en la toma de decisiones salvo la muy acotada instancia electoral, ¿qué se puede esperar que hagamos aquí? Todos los relatos de Tomás Richards dan cuenta de ese hartazgo latente y cotidiano que muchos aprovechan para hacer su maldad diaria. No los culpo. La alienación nos produce esto. Un ejemplo local, el dirigible de La Serenísima: “La cabina estaba blindada —escribe Richards— porque, desde abajo, la gente le disparaba con armas de fuego”. ¿Quién no caería en tal tentación?
Los motivos sensibles
Tomás Richards
Ediciones Paco, 2018
95 páginas
Etiquetas: Armas, Democracia, Literatura, Slavoj Žižek, Tomás Richards
[…] Una de las preguntas que se disparan en la mente de este lector ocasional de jueves es la de por qué, en un país que defiende a ultranza la democracia como es Estados Unidos, proliferan las necesidades ¿populares? de la defensa por mano propia y de la pena capital como método más efectivo para sostener la libertad. Las respuestas son varias. Por un lado, porque el capitalismo es “el que tiene los pantalones” en el matrimonio con la democracia. Por otro, porque la libertad es un imposible, un significante vacío que se llena y se sostiene desde un imaginario que requiere, también, de elementos prohibitivos. Entonces, si es que la convivencia alegre es una farsa sostenida a base de ficciones, siempre habrá algún loquito que la rompa. Ahí es donde el libro echa luz: esas “ovejas descarriadas” forman parte de un rebaño que los oprime. […]
[…] Una de las preguntas que se disparan en la mente de este lector ocasional de jueves es la de por qué, en un país que defiende a ultranza la democracia como es Estados Unidos, proliferan las necesidades ¿populares? de la defensa por mano propia y de la pena capital como método más efectivo para sostener la libertad. Las respuestas son varias. Por un lado, porque el capitalismo es “el que tiene los pantalones” en el matrimonio con la democracia. Por otro, porque la libertad es un imposible, un significante vacío que se llena y se sostiene desde un imaginario que requiere, también, de elementos prohibitivos. Entonces, si es que la convivencia alegre es una farsa sostenida a base de ficciones, siempre habrá algún loquito que la rompa. Ahí es donde el libro echa luz: esas “ovejas descarriadas” forman parte de un rebaño que los oprime. […]
[…] Una de las preguntas que se disparan en la mente de este lector ocasional de jueves es la de por qué, en un país que defiende a ultranza la democracia como es Estados Unidos, proliferan las necesidades ¿populares? de la defensa por mano propia y de la pena capital como método más efectivo para sostener la libertad. Las respuestas son varias. Por un lado, porque el capitalismo es “el que tiene los pantalones” en el matrimonio con la democracia. Por otro, porque la libertad es un imposible, un significante vacío que se llena y se sostiene desde un imaginario que requiere, también, de elementos prohibitivos. Entonces, si es que la convivencia alegre es una farsa sostenida a base de ficciones, siempre habrá algún loquito que la rompa. Ahí es donde el libro echa luz: esas “ovejas descarriadas” forman parte de un rebaño que los oprime. […]
[…] Una de las preguntas que se disparan en la mente de este lector ocasional de jueves es la de por qué, en un país que defiende a ultranza la democracia como es Estados Unidos, proliferan las necesidades ¿populares? de la defensa por mano propia y de la pena capital como método más efectivo para sostener la libertad. Las respuestas son varias. Por un lado, porque el capitalismo es "el que tiene los pantalones" en el matrimonio con la democracia. Por otro, porque la libertad es un imposible, un significante vacío que se llena y se sostiene desde un imaginario que requiere, también, de elementos prohibitivos. Entonces, si es que la convivencia alegre es una farsa sostenida a base de ficciones, siempre habrá algún loquito que la rompa. Ahí es donde el libro echa luz: esas "ovejas descarriadas" forman parte de un rebaño que los oprime. […]
[…] Una de las preguntas que se disparan en la mente de este lector ocasional de jueves es la de por qué, en un país que defiende a ultranza la democracia como es Estados Unidos, proliferan las necesidades ¿populares? de la defensa por mano propia y de la pena capital como método más efectivo para sostener la libertad. Las respuestas son varias. Por un lado, porque el capitalismo es "el que tiene los pantalones" en el matrimonio con la democracia. Por otro, porque la libertad es un imposible, un significante vacío que se llena y se sostiene desde un imaginario que requiere, también, de elementos prohibitivos. Entonces, si es que la convivencia alegre es una farsa sostenida a base de ficciones, siempre habrá algún loquito que la rompa. Ahí es donde el libro echa luz: esas "ovejas descarriadas" forman parte de un rebaño que los oprime. […]