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Por Adrián Melo | Arte: Adam Martinakis
“Whoa, it´s hard to tell, it´s hard to tell
When all your love´s in vain”
Love in vain – Their Satanic Majesties (Robert Johnson)
Se escribe lo que ya pudo escribirse. Podemos hacerlo porque vivimos dentro de un lenguaje y las palabras circulan entre nosotros y nos hacen ser. Somos palabras que, en el mejor de los casos, reconocemos, como la geografía de un mapa; pero para muchos otros, es un océano sin sentido que permite ir de un lugar a otro flotando a la espera del horizonte. Más allá del impacto estético que tienen las palabras, no hay una medida justa para describir o transmitir al otro lo que se siente. Tal vez algo cercano al misterio puede estar atrapado en esos efectos de placer que mueve la sangre de los cuerpos. O tal vez un ilusorio engaño escondido entre líneas. No importa, están; y es tan necesario que estén como mortificantes por estar.
AMOR: Una vocal unida a una consonante unida a otra vocal que se une a otra consonante. Cuatro simples letras repiqueteando sonoridad. Podemos jugar con ella, hacerla girar sobre sí misma, tirarla por los aires en piruetas acrobáticas; para llegar a entender que los revoleados somos nosotros. Este es un boleado, decían las viejas cuando se juntaban en el almacén de barrio mientras hacían el acto sexual del chusmerío. El amor bolea a su víctima. ¿Cómo es que una palabra tan simple tenga la complejidad para hacer hablar a la humanidad durante miles de años? Respuesta: no sé. Sin embargo algo sé de lo que no sé. A MOveR mis dedos mientras no soy el AMO de ellos.
Hay algo propio al sentido común que con los años va tomando nuevos sentidos comunes. Mientras más se habla menos enredos se desarman. A través de la literatura, o de las películas o por miles y miles de canciones, el amor deja su impronta y nos hace trastabillar nuestros seguros pasos. ¿No es sorprendente que un cantante se pare delante de un micrófono y al entonar una canción de amor conmueva a una multitud? ¿Acaso todos amamos lo que ama el otro? ¿O creemos y queremos robarle la fórmula mágica contenida en esa canción? Lo cierto es que no se ama más que con lo propio. Y nunca podremos saber qué ama el otro en nosotros. Y eso nos hace aceptar estAr MORtalmente vivos.
El psicoanálisis tiene los efectos de una canción pop. Cuando te toca, caes de bruces contra el suelo para despertar distinto. Magullado. Golpeado. Vivo. Y para que ello suceda tiene que haber un efecto de transferencia entre paciente y analista. En pocas palabras, tiene que darse un maravilloso engaño tan real como el amor. ¿Qué dice Lacan con su sonido tan sónico? ¿Qué dice el viejo Freud, con su alegría desbordante, del amor? Dicen (las palabras son mías) que es necesario que se establezca algo en relación al amor en la transferencia para que otra cosa se empiece a construir. Ahora, ¿qué se construye? Un fantasma. Una historia. Una cascada de letras que van a caer al fondo de lo más profundo de nuestro ser.
Lo que ambos comparten es que dentro de los rodeos del amor, el narcisismo juega su rol protagónico. Conocemos la historia de Narciso, tan enamorado él de (su) reflejo en el agua, termina ahogado por caer de tan boleado. ¿Sabía Narciso que era su reflejo su amor? Naturalmente no. Pero creo que no era tan tonto como para pecar de ingenuo. Algo se sabe cuando caemos enamorados de esa persona que nos hace sentir esas mariposas estomacales. ¡Se puede ser tan cursi al elegir esa palabrA! MARipOsas. Otra vez el amor en ellas. Curiosamente, las mariposas viven casi un suspiro luego de haber sido gusanos de seda. Algo tan bello fascina a quien lo mira. Y si algo está presente en el amor es una mirada fascinada por quien lo mira.
¿Qué amamos? Imposible responder a eso. Se ama lo propio del otro. Tal vez una mirada detrás de los ojos. Tal vez un perfume en la piel. O una sonrisa preciosa, o de dientes chuecos, y narices respingadas o largas como zanahorias. O flacos o gordos cuerpos cubiertos o desnudos de ropa. O tal vez un otro interior que aceptamos creer que conocemos, para saber que un engaño nos hace más felices a cada uno. Uno. Los amantes forman uno. El filósofo francés Alain Badiou dirá que fue por el UNO lo que llevó a hablar mal del amor. Postula el encuentro con un otro para construir un dos. Dos personas, cada una, para crear el amor. Personalmente encuentro más seductora la idea del UNO. Una imagen simbólicamente construida para un reencuentro que fracasa y triunfa al mismo tiempo. Fantasmáticamente necesitados de amor. Eso será lo que lleva a la unión de dos o más personas y lo que no deja de escribirse.
Detrás de una neurosis hay un fAntasMA que la sostiene. Y detrás de un fantasma hay una historia. Una verdad. Una nada. A veces percibo a la neurosis como algo cercano a un paracaídas de plomo. Algo salvado y algo pesado.
Cada vez que alguien llega a mi consultorio viene porque algo no funciona. Y a las pocas entrevistas termina (comienza) hablando de amor. Y me pregunto, quién ama en ese ser que dice que ama o no puede amar. Casi siempre responde no saber, y al instante su boca realiza un pequeño gesto de pícara travesura.
Nos dicen cómo amar; y nosotros hacemos lo que podemos con esos libretos que elegimos sin siquiera tomarnos el trabajo de leerlos. Si algo lleva tanto tiempo escribiéndose es porque algo no termina de cerrar. Y precisamente por el querer cerrar es que se erran los caminos. “Esa mina no me cierra”. O “ese tipo no me convence”. Y toda una chorrera de palabras. Buscamos encajar las piezas de dos rompecabezas mientras son nuestras cabezas las que terminan rotas. Simbólicamente claro. Aunque por qué no también tan literal como esos dos que uno le termina rompiendo la cabeza al otro en un gesto tan real como amoroso. ¿Acaso el odio no anda a cola del amor? Pero no, si te maltrata no es amor, reza un vacío slogan políticamente correcto. Pura basura. Cuando dos personas se encuentran y se pierden, el des-encuentro tiene el efecto de una explosión nuclear; y el raciocinio poco puede hacer ante ello.
Pero vivimos insertos en una cultura y una cultura es un tejido de palabras. Y esas palabras buscan sonar dentro de esos receptáculos llAMADOS cuerpos. Cada época tuvo su amor, su manera de vivirlo. El amor trágico, el amor romántico, el amor siglo XX y el amor de… Hoy, el amor tiene tanto miedo que esconde la cola entre las patas. El individualismo no deja espacio para siquiera detenernos a mirar el reflejo en el agua. Nos miramos, por supuesto que nos miramos; con una gozosa mirada idiota en una pequeña pantalla. O en grandes espejos que respiran transpiración. Es que ya no se sabe muy bien cómo vivir el amor. Las ilusiones, esos pequeños fragmentos de engaños, parecen que sólo quieren atrapar objetos de consumo. Y todo lo que tenga que ver con el desequilibrio libidinal que produce el estar enamorado, como es a pura pérdida, no sirve, no funciona. NO.
En estos años donde el amor es sinónimo de felicidad, porque eso circula por la superficie, de forma tan descarada como asquerosa; deberíamos voltear y dar un vistazo a aquellas obras que parió el amor. Encontraremos la esperanza y la desesperanza, la dicha y el horror, la tragedia y la comedia. La vida y la muerte.
Por nombrar sólo dos canciones que forman parte de la historia de la música, y por tanto, de la historia de sus oyentes. Una, Never tear us apart. Otra, Love will tear us apart. Casi idénticas. Tan distintas. Y no tanto. Una clamando por vivir juntos por siempre luego de que esos dos mundos colisionaron para formar UNO. La otra rompiéndose en pedazos luego que el amor lo separó entre DOS. Ambos cantantes mismos destinos. Una soga apretando un cuello y un corazón que dijo adiós.
¿Cómo debemos nombrar al amor? Tal vez como algo que te da la vida, pero también como algo que te la puede quitar. Y sí, la muerte es la compañera cercana al amor. Entonces horroricémonos cuando hoy por hoy, desde determinados sectores, nos quieran hacer ver que el amor no duele, y que si duele no es amor. O una de dos, o no saben nada o son unos perfectos cretinos. Y acá podría nombrar otra canción, You give love a bad name.
Se preguntaran por qué en inglés. Es que es mucho más fácil trabajar el amor y vivirlo en una lengua extranjera. ¿Por qué? Simplemente porque la lengua materna nos lleva a vivir el amor desde una verdad que no siempre se quiere saber. Y si quieren saber cómo se ama recurran a las madres. A las fuentes. Al útero. La verdad está en la sAngre y en el líquido aMnióticO de las paRturientas. Y que cada quien dé la interpretación que quiera y pueda.
Etiquetas: Adam Martinakis, Adrián Melo, Alain Badiou, Amor, Jacques Lacan, Psicoanálisis, Sigmund Freud