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Por Agustín Fernández | Portada: Robert and Shana ParkeHarrison
Era el primer fin de semana de cuarentena y por momentos se oía un aturdidor silencio. Algún auto perdido sobre un fondo inmóvil, el motor de la heladera. Leo sobre el aislamiento y lo que implica para la salud mental, porque, claro, somos seres sociales: necesitamos estar con otros, interactuar. Toda una serie de recomendaciones que, así como en un momento resultan una agradable compañía de cuidados, al siguiente pueden ser una ruidosa invasión que ensordece. No deja de estar en uno la responsabilidad de regular y regularse.
En eso, me encuentro con una poesía de Cirse Maia, Regreso, que arranca así:
“Estábamos
tan acostumbrados
al ruido de los niños
–gritos, cantos, peleas–
que este brusco silencio, de pronto…
Nada grave. Salieron”
Claro, pienso, “silencio” puede escribir otras palabras, puede escribir “regreso”, por ejemplo, o “ausencia”. No para el diccionario, por supuesto, pero para alguien que le habla a otro… como lo hace el poeta. Que abre, así, hablándole a otro, la posibilidad de encontrarse con la otredad en las palabras; digamos un olvido, un equívoco, una palabra inesperada, que dicen algo.
Son otras formas de la “sociabilidad” esa que necesitamos y que nos alivia ante algún malestar. Una manera de “conectar” diferente, porque se conectan palabras y se tejen historias.
Así, pasé del poema al recuerdo del momento en que, pasada la adolescencia, me di cuenta que estaba transcurriendo la última cena como habitante de la casa filial. ¿Me encontraré, algún día, del otro lado de la ecuación, anticipando la partida de quienes me llaman padre?
Se trata posiblemente de un saldo de mi paso por el diván, pero no tanto una “habilidad” adquirida, sino más bien la puerta abierta hacia algún encuentro fortuito con las palabras. Dicho de otra forma: es posible pasar del “silencio del bosque verde” al “silencio verde del bosque”.
En pleno aislamiento de pandemia, me senté a escribir algunas líneas de este texto y, ahí, vi que ya no estaba tan solo.
Etiquetas: Agustín Fernández, Ficciones