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Por Hernán Ignacio | Portada: Dino Valls
I.
En el año 2021, el MALBA dedicó su espacio a una muestra titulada Terapia, una colección y revisión de las prácticas psicoanalíticas en Argentina a lo largo del tiempo. Cuando la visité, durante una parte del recorrido, me encontré con una pared en la que había una leyenda sobre el concepto de lo siniestro en Freud. En los últimos renglones se concluía que el psicoanálisis era una práctica siniestra en tanto hay un extrañamiento: se busca conmover aquello que aparece como cotidiano, como dado, como algo que no sólo no puede cambiarse sino que tampoco se debe. El psicoanálisis como movimiento. Traigo a colación este breve detalle de la muestra para dar lugar a una resonancia directa con un libro que leí: Edipo Gay, de Jorge Reitter.
II.
Corre el mes de julio en 2020, en medio de todo lo que pasa a nivel global, yo decido embarcarme en una búsqueda de redención conmigo mismo y, muy a mi pesar, abro lo que fue el período de mi adolescencia y posterior coming out apenas terminé la secundaria y empecé la universidad. En medio de todo ese caos personal y colectivo, necesitaba de un aliado que me ayudara, aunque fuera un poco, a ordenar tanto lío. Abrí la computadora y compré Edipo Gay sin mucha vuelta. No tuve que leer más que un par de páginas para darme cuenta que ese libro era exactamente lo que precisaba. Reitter lejos está de defender la integridad del psicoanálisis por un bien mayor. En los múltiples cursos, seminarios, grupos de estudio, charlas abiertas, clases de diplomatura en las que he participado en los últimos años la mayoría de los psicoanalistas, lacanianos, se atreven a incluir en la conversación a los Estudios de Género exclusivamente para quedar bien parados y defender su consultorio. Se repite siempre la misma frase, que ya es bandera a este punto, “el problema no es el psicoanálisis sino los psicoanalistas”. Bueno, entonces ¿quiénes son esos? los malditos, los que hacen mal. Termina siendo siempre un acto de apuntar al otro y pasar la pelota. En fin, Jorge Reitter no desestima al psicoanálisis, bien se nomina él mismo como psicoanalista, pero, al escribir Edipo Gay, puso voz y cuerpo para que todos nosotrxs, estudiantes y jóvenes recibidxs, no tengamos que seguir lidiando a solas con la Academia. Con mis amigues entendemos por Academia a todo el foro institucional en el que se genera la jerarquía de los sabiondos, los únicos que entienden a tal o cual, los que mejor pueden traducir el francés psicoanalítico y, por ende, transmitirlo. Más allá del tono monárquico, el problema reside cuando todo se vuelve incuestionable y no se quiere reconocer en la conversación que cuestionar, en la Academia, no es debatir ideas sino percibirlo como una amenaza ante el estado de poder. De tal modo, a veces no hay formación, solo narcisismo. Un recital lacaniano.
III.
Si escribo acá que escuché decir a una docente de psicopatología que las identidades trans están innegablemente ligadas al cuadro diagnóstico de psicosis, ¿me creerían o dirían que estoy inventando viñetas? Para aprobar una materia anual, hay que dejar por escrito que La Chica Danesa era psicótica. Muy bien, aprobado. Una menos para ser psicólogx.
IV.
Durante mis años de estudiante viví tres eventos históricos que marcaron mi recorrido para siempre: el cambio de gobierno con la victoria de un partido neoliberal, las múltiples tomas en las universidades públicas, el debate y la creciente lucha por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Tres momentos distintos que me dieron la posibilidad de habitar la facultad de una forma muy específica: les estudiantes hablábamos cada vez más, había una importancia extraordinaria en la conversación que se generaba entre pares. La dimensión política de nuestra educación estaba más ardida y visible que nunca. Mi generación de compañerxs compartimos mucho este ejercicio, el del debate, el de crecer juntes, habitar las aulas ya no priorizando lo que podía decir un docente desde su posición asimétrica. No era desautorización, no exclusivamente, se trataba más de autorizarnos a nosotrxs a reconocer que nuestro ejercicio de problematización no era tan precario como considerábamos.
V.
Cuando leí Edipo Gay encontré muchas de las conversaciones que tenía con mis amigues. Por supuesto, no de forma literal ni idéntica, había rasgos del pensar entre todes, sin priorizar la transmisión asimétrica que podía reconocer en el trabajo intelectual de investigación de Reitter. Jorge utiliza la escritura no sólo para plantear una problemática urgente que incita a revisar las prácticas psicoanalíticas y a sus agentes en sus lugares como protagonistas de su clínica y transmisión, sino también dota a la comunidad de algo muy valioso: bibliografía. No me refiero al listado de textos consultados para producir su escrito sino al hecho que todas esas conversaciones entre amigues, compañerxs, docentes que se apiolan desde su lugar y todes les psicólogues que laburan sin abandonar la dimensión política del psicoanálisis y su militancia por la lucha LGTB, hoy pueden acudir a Edipo Gay como arma y defensa contra la Academia y sus representantes. Sí, tal o cual dijo esto hace cien, cincuenta, veinte o dos años, pero Reitter dijo esto en 2019. Y no quedó en el aire, no fue un comentario de una clase desgrabada, podemos citar con página y año, podemos citar con las Normas APA, para mayor placer. ¿Qué mejor que poder contar con este recurso? Reitter se ofrece (puede que hasta se sacrifique) como uno de los pocos nombres ante los tan infames (y muchos) nombres que ya hay que citar y repetir y tener que considerar como parte de nuestra carrera y formación, sea por dentro o por fuera de la facultad o el título de grado.
VI.
Pedro Mairal escribe en el prólogo de Teoría de la Gravedad de Leila Guerreiro:
Sin embargo, no podría decir que el libro es autobiográfico. Por momentos pareciera que lo fuera, que la autora se dejara ver completamente, pero cuando entramos a cada texto ella acaba de salir y nos dejó sobre su escritorio estas fotos ardiendo. Mientras leemos, sus gatos nos miran. No sé bien cómo lo hace. Sus columnas son autorretratos donde ella misma no está. Pero están sus huellas, está su pan humeando recién horneado. Su forma de sacrificarse hacia el lenguaje, de convertirse en letra escrita. ¿Cómo logra ese efecto inquietante?
VII.
Primer cuatrimestre, 2021. Me encuentro coincidiendo con una amiga de la carrera en mi última práctica profesional y con la tesis ya escrita. Con mi amiga comentamos un par de cosas sobre lo que es escribir la tesis y demás, cuando me cuenta sobre su elección del tema, le aconsejo que vaya buscando algún tutorx y que no lo deje para el próximo cuatri, mientras tantos charlamos de autores de Estudios de Género y terminamos, ambos, nombrando a Jorge Reitter. Unos días o semanas después me cuenta que le mandó un mensaje para preguntarle sobre bibliografía y agradecerle por lo escrito en su libro.
VIII.
La formación es colectiva. La lectura también.
IX.
Fines de 2020, en esos balances de año mentales, veo todo el quilombo del mundo y el mío, el más personal, al que le di lugar al revisar mi adolescencia y mi paso hacia la universidad. Ya no duele tanto, hubo terapia, amigues y coraje. En el medio hubo lecturas también, cuando el mundo se detuvo por el COVID yo me senté a leer más que nunca. Entre esos libros, estuvo Edipo Gay. El caos neurótico, el duelo que nunca tuvo lugar, todo tomó otra forma, hoy tiene otro molde.
X.
Leo Edipo Gay y tengo muchos nombres conmigo. Leo solo pero nunca más acompañado.
Etiquetas: Edipo Gay, Hernán Ignacio, Jorge Reitter, Leila Guerreiro, MALBA, Pedro Mairal