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Por Luciano Lutereau
Leo una publicación de un espacio de salud mental que dice:
“Detrás del adulto que le cuesta pedir ayuda vive el niño que fue abandonado / Detrás del adulto perfeccionista vive el niño que tuvo padres exigentes / Detrás del adulto que le cuesta expresar lo que siente vive el niño que sintió anuladas sus emociones”.
Y así varias más ”Detrás del adulto, el niño”.
En algún momento va a ser necesario pensar cómo la oferta actual de psicoterapia (en las más diversas orientaciones, que incluyen al psicoanálisis) de un tiempo a esta parte terminó en una validación de un proceso de victimización que a veces no se distingue de justificar a alguien en una posición canalla -con tal de que pague sus sesiones.
Es una nueva versión de “El cliente tiene siempre la razón”, con un aparato teórico a disposición para que el terapeuta disculpe su mala fe.
Es comprensible, en el mundo psi hay mucha hambre. No son mayoría los profesionales que llegan a vivir de la profesión y los que pueden tienen hambre de reconocimiento, por eso las disputas entre colegas en el mundo psi son más feroces que las que hay -por ejemplo- entre ingenieros, odontólogos, etc.
En su nuevo libro (Aquí yace la amargura. Cómo curar el resentimiento que corroe nuestras vidas) Cynthia Fleury plantea que esta es una época en que “la victimización es la mejor estrategia para convertirse en verdugo”.
Este ensayo continúa el de Caroline Eliacheff (El tiempo de las víctimas) acerca de cómo para tener una voz pública hoy ya no es necesario un trabajo, sino una declaración victimizada.
Estas dos psicoanalistas francesas vienen pensando cosas muy interesantes. Lo que a mí me importa es cómo en el mundo psi hambreado esta posición canalla se volvió un manjar.
Antes era la autoayuda la que promovía cosmovisiones desde las cuales los consumidores no tenían que hacerse ninguna pregunta. Ahora es en el seno de la profesión que, con tal de competir entre ellos, los colegas ceden respecto de una práctica pensable y hacen de la psicoterapia un espacio de reafirmación.
Ya no la del Yo a ser fortalecido, sino la del Yo débil (frágil o vulnerable, como se dice hoy) que necesita amor y ternura para ser reparado. Y ahí está el terapeuta actual, dispuesto a ser el complemento bondadoso de una persona que sufre por lo buena que es.
* Portada: Detalle de «NIiños jugando a soldados» (1779) de Francisco de Goya.
Etiquetas: Adultos, Caroline Eliacheff, Francisco de Goya, Luciano Lutereau, Niños, Psicoanálisis