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16-05-2025 Notas

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Por Andrés Mainardi

“How was it possible to be afraid and in love…
The two things did not go together”
(Patricia Highsmith- Carol)

 

La última novela (La próxima vez que te vea te mato) de la escritora chilena residente en Barcelona, Paulina Flores, puede figurarse como un poliedro irregular de cuatro caras. 

Esta pieza tomará distintos significados desde el punto de vista que se la vea y disponga en el espacio. Es en la irregularidad y armonía de cada una de estas caras donde el objeto construye su belleza. 

Si las caras tuvieran, para ordenarnos, una nomenclatura, serían, arbitrariamente, estas cuatro: la cara literaria, la cara urbanística, la cara sociológica y la cara filosófica. Para describir la novela vamos a describir cada una de estas.

La cara literaria

La cara literaria presenta a la obra como una novela negra, enigmática y policial. Al comienzo del relato habrá un hecho trascendental del que se desconoce su causa y es lo desconcertante de ese hecho lo que empuja a seguir leyendo: ¿cómo alguien puede acompañar a otra persona a suicidarse?, ¿es posible algo semejante? 

Bajo la premisa de encontrar una o varias respuestas a esas preguntas, Javiera, la protagonista, irá atravesando distintos epicentros cronológicos donde la importancia estará tanto en lo que se narra como en cómo se narra lo que se narra.

En la novela conviven distintos géneros y referencias. El estado del arte que se atribuye a este texto tiene tantas referencias como internet misma. Esa es una buena definición de la escritura contemporánea: parece Internet, pero no lo es.

La narrativa se torna en una picaresca, médium telenovela de la tarde con obsesiones esquizofrénicas que viran en multitasking performático: se irá desde una canción de Bad Bunny a versos de la Ilíada en el transcurso de dos párrafos, es la autora la que engendra la pregunta: ¿dónde hay mayor sensibilidad literaria, en una estrofa de reggaetón o en una cita de Anne Carson?

Flores construye desde el scrolling literario propio de su generación una marca singular que le quita peso a los libros y borra el sesgo elitista con el que los románticos han edificado el imperio cultural que todavía perdura y expulsa a quienes quieren leer porque se les da la gana.

La próxima vez que te vea te mato se volverá, con el tiempo, en un claro ejemplo para dar en talleres de escritura y sentará jurisprudencia de cómo escribir un crimen pasional dentro del mundo poliamoroso. Es decir, en cómo unir el arte del siglo veinte con el siglo veintiuno y no morir en el intento.

La cara urbanística

La cara urbanística se construye en los intersticios de las descripciones narrativas, en los espacios donde se analiza la ciudad que la protagonista vive. Desde sus experiencias vitales, Javiera, una extranjera y latina, que está armando sus circuitos vitales en un nuevo lugar, cuenta los detalles de vivir en una ciudad turística donde lo nuevo y lo viejo conviven en una tensión permanente. Por fuera, la Barcelona de la novela suena a las rueditas de las Carry-On de los turistas contra los flejes de las baldosas. Por dentro, se escuchan los pasos de los compañeros de piso deambulando por ahí. Entre esas dos escenas, la novela transcurre bajo la subestimación del peligro del primer mundo en contraste con los peligros del tercero del que viene la protagonista.

El fenómeno de la gentrificación es un borde sólido de la obra. Gentrificar es contar los secretos de los lugares. Exponer su intimidad. Subir una storie de un viejo bar a Instagram y que a las semanas el café salga más caro por la concurrencia. Durante la novela se logra detectar que la gentrificación no es responsabilidad de uno o varios jóvenes blancos con ansiedad ecológica, jogging de tres líneas y camperas de jean, sino un entramado más complejo que golpea a todo España.

La crisis habitacional europea es la existencia desde la cual la novela encuentra su ritmo. Así, la protagonista camina los barrios y encuentra una cómoda al costado del contenedor de basura que va a ser parte de su propio mobiliario por varios meses. Y, así, además de objetos perdidos, bajo el régimen del azar, va a conocer a los demás personajes de la novela por la coincidencia de no tener un lugar donde vivir y por andar por las calles atreviéndose a nuevas experiencias. Va a enamorarse del extraño con el que ya compartía la heladera antes de conocer su desnudez.

Las descripciones genuinas de la vida de una migrante en condiciones materiales precarias no romantizan ni demonizan el ambiente donde el texto se construye, es un gran acierto no caer en la sencillez del porno traumático del malestar urbano y no negar la realidad sobre la que la novela se apoya para construir su arquitectura, su relación con el espacio y el tiempo.

La última novela (La próxima vez que te vea te mato) de la escritora chilena residente en Barcelona, Paulina Flores, puede figurarse como un poliedro irregular de cuatro caras. 

La última novela (La próxima vez que te vea te mato) de la escritora chilena residente en Barcelona, Paulina Flores, puede figurarse como un poliedro irregular de cuatro caras.

La cara sociológica

La cara sociológica de la novela narra los espasmos del progresismo socialdemócrata de la última década. En las relaciones que tejen los personajes entre ellos y con el mundo. Las palabras y las cosas. Se arma el retrato sentimental de una generación que transformó las desventajas del amor en un pensamiento sofisticado, materia prima para tesis académicas y no en un problema a resolver.

Si se ve en retrospectiva, el paisaje ecléctico de la novela se nutre desde la crisis del patriarcado hasta la emergencia de las tradiciones conservadoras. Se hace eje entre la retórica financiada por George Soros y United Color of Benetton hasta la plataforma pandémica que transformó a la Unión Europea en la Unión Soviética. Del 2010 al 2020: del amor libre al por favor un poco de amor, de la fiesta de fluidos al higienismo sanitario, del no hace falta que tengas una casa para ser feliz al quedate en una para sobrevivir.

La novela se transforma en una ficción entretenida donde las conversaciones ponen en riesgo las credenciales del amor romántico, pero también los valores morales del amor protestante e individualista que busca no correr riesgos. Hay un pasaje donde Javiera recurre a un chulo, a un hombre primitivo y poco letrado, para recibir consejos por fuera del ambiente relativista sobre el que construye sus relaciones. Ahí, en esos viajes al borde de la ciudad, en esa salida del centro de sí misma, reconoce su fragilidad y su violencia.

A su vez, el relato de Paulina Flores no tiene resentimientos: ni con los hombres en su desparpajo intelectual, en su desentendimiento erótico, en su violencia pasiva y sus condiciones teóricas para amar cuándo y cómo les conviene, ni en la competencia silenciosa, neoliberal y utilitarista de las mujeres que ocultan sus miserias humanas dentro del plano de lo sentimental por miedo a quedar por fuera del canon relacional. Una historia que cuenta una historia donde los celos son peligrosos no por lo que pueden provocar sino porque puedes dejar de ser cool si los cuentas.

La cara filosófica

La cara filosófica está construida bajo el axioma de la vulnerabilidad, la inconsciencia y la ingenuidad del personaje principal. Javiera resume un estilo de chica: una mezcla de niña, poeta y extranjera. Alguien irresponsable que sólo se toma en serio lo que no vale la pena, que se enrolla (a veces por demás) en sus pensamientos, y que al mismo tiempo cuenta con una sensibilidad asombrosa para conectar con el deseo y el placer como motivos primordiales de la vida.

La próxima vez que te vea te mato es una novela que resume una época y da la posibilidad de ir en contra de ella. Muestra la frivolidad del mundo y los pequeños instantes donde, a pesar de todo, pueden construirse refugios. Javiera demuestra como se puede dejar la vida en una relación y como las exigencias amorosas pueden llevar a la locura, pero también cómo se puede ser amiga y compañera más allá de la neurosis que conlleva existir en este capitalismo tardío.

Paulina Flores demuestra cómo una escritora puede ser creativa y peligrosa para contar una historia. Escribir va en contra de esta época porque no se puede calcular lo que se escribe, pero sí se puede hacer un cálculo de escritura, un lugar desde donde posicionarse para hacerlo. En estos tiempos de optimización de la crueldad, desde la literatura aparecen nuevas combinaciones significantes para cambiar algunos ejes de lugar. Caso sabido el título de la novela que Instagram lo censura por ofensivo, aunque desde jardín nos enseñan que no debe juzgarse un libro por su portada. 

A su vez, en un momento de tanto realismo, es desde la ficción que la escritora chilena quita a las mujeres del lugar de víctimas y las transforma en asesinas, les da el bello derecho de comportarse como bestias. Así, con esos pequeños gestos, reconstruye la energía criminal y le da estatuto poético a lo que no suele dárselo. Flores juega con las palabras, que, al fin y al cabo, es lo único que nos queda cuando no nos queda nada.

Bajo el signo de la intemperie

Migrar es un proceso que no termina nunca. No es un viaje que empieza un día y finaliza otro. No. Tampoco es algo lineal. No te subís al avión y te transformás en migrante. No es que aterrizás y empezás a extraviarte en el lenguaje del otro. Hay distintos tipos y clases de migraciones como orígenes y destinos. De eso te das cuenta cuando compartís un piso con nueve personas desconocidas. 

Están los que tienen el pasaporte bordó y los que sueñan todas las noches con tenerlo. Están los que trabajan desde el primer día que llegaron y los que tienen la posibilidad de conocer la ciudad como turistas. Están los que lloran porque extrañan a su país y están los que lloran porque no tienen un país al cual extrañar. Están los que estudian en la Universidad y están los que no terminaron la secundaria.

Hay de todo, y sobre todo existen las historias particulares. Esas historias condicionadas por la suerte, el destino y la fe. Migrar es un camino de ida y el valor te lo da la experiencia, la potencia emancipadora que puede construirse cuando se está bajo el signo de la intemperie. La próxima vez que te vea te mato, es una gran novela para entender y conmoverse con quienes eligen ese destino.

 

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