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03-06-2025 Notas

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Por Diego Fernández Pais

El otro día estaba con un escritor tomando una cerveza en la plaza de Alta Córdoba y me comentó algo que me hizo reflexionar. Prefiero preservar su identidad, pero en concreto lo que me contó es que, cuando un amigo le preguntó en qué había cambiado su vida desde la publicación de su primer libro, él –que no tiene mucho éxito en el amor– le respondió que había salido con tres chicas en un mismo mes. 

Entonces yo me pregunté en qué me había cambiado la vida a mí la publicación de El neorromanticismo, y la conclusión fue que todo lo que me pasó desde entonces es una consecuencia de esa exposición inicial. Eso se puede ver en mis tres libros, que en realidad son uno solo.

Al principio me pareció divertido; Martín Cristal, un prestigioso escritor cordobés, publicó una reseña entusiasta sobre el libro el día 16/07/12. Me auguró un comienzo muy auspicioso y prometedor, y dijo que «El neorromanticismo se gana a pulso al lector que lea sus primeras páginas: el texto se lo lleva consigo y lo invita a discutir con él, con sus ideas desaforadas, sus afanes literarios, sus bromas filosóficas y sus ironías políticas».

Con semejantes comentarios yo empecé a agarrar confianza, y a tratar de mover el libro por Buenos Aires, porque la novela en gran parte sucede allí. Fue así como el 15 de noviembre de 2012 Nicolás Mavrakis la leyó para Infobae y, en una columna titulada #BorgesDelFuturo, dijo que El neorromanticismo era «la gran novela del kirchnerismo». Para qué. Me empezaron a llover amigos letrados de Buenos Aires, me escribían de la revista Deodoro para hacerme preguntas sobre Roberto Bolaño, me incluían en encuestas de escritores sobre series, me hacían entrevistas que salían con títulos estrafalarios diciendo que mi novela era «El Aleph de la relación entre literatura y política en la Argentina». (Esa entrevista salió publicada en la revista Tónica el 6 de septiembre de 2013, y por azar –para esos que creen en ese dios de relojería suiza– al día siguiente Piglia empezó con sus clases sobre Borges en la TV Pública utilizando las siguientes palabras: «Gracias, muchísimas gracias. Bueno, muchísimas gracias a todos. Me alegro mucho de que estén acá. Me alegro mucho también de que podamos encontrarnos para hablar sobre Borges. Para hablar sobre Borges en la Televisión Pública donde lo lógico sería hablar de Jauretche en un principio, ¿no? Pero nosotros vamos a hablar de Borges».) Mi novela ponía en el centro de la discusión a Borges, si permitir que se disolviera en el nacionalpopulismo o, trabajando con los nombres bíblicos, tomar conciencia de que para él Judas es Jesús –como en el cuento «Tema del traidor y del héroe»– y mantener el poder reaccionario de su prosa.

Aunque yo estaba de novio, por supuesto empezaron a aparecer las mujeres. Algunas me mandaban fotos desnudas contándome que estaban de novias pero que tenían la fantasía de que yo simplemente las viera. Cosas raras. Desde que publiqué El neorromanticismo me empezaron a pasar cosas raras.

Primera edición de "El neorromanticismo", año 2012

Primera edición de «El neorromanticismo», año 2012

Hacia 2013 en las redes se empezó a hablar en términos generacionales de un grupo de escritores dentro de los que estábamos incluidos Eugenio Monjeau, Mariano Dupont y yo. Dupont, después de leer la novela, me escribió por privado: «Hola Diego. Me leí tu «novelita», muy buena, che, me cagué de risa, tiene algunos capítulos desopilantes. El de Adrián «Cachito» Dárgelos es genial. Y otros también. Gran libro. Abrazo grande!». Entonces yo le pregunté si lo conocía a Dárgelos, un habitué de los cenáculos literarios porteños, y me invitó a que intercambiáramos un par de mails para hablar de Babasónicos. Me contó que en alguna época había sido bastante amigo de Dárgelos pero que ya no lo era tanto, que el que sí era su amigo todavía era el Panza Castellano, el batero de Babasónicos. La novela ya había sido aprobada por el progresismo irónico, por el peronismo y ahora les tocaba a los liberales.

Y terminaron por aparecer. Un día yo era una persona y al otro día había conocido a Luis Thonis, mi maestro. Resulta que este Thonis leyó la novela y escribió una crítica lapidaria contra el populismo, las utopías socialistas y el nazislamismo. Calificó a mi novela de reaccionaria y de libro peligroso. Mi editor de entonces, que odiaba a Thonis, descatalogó a mi libro de su editorial. 

Llega a decir Thonis que mi novela: «Afecta directamente a medio siglo de la cultura de vanguardia, desde el marxismo leninismo hasta los posmodernos populistas. Esta novela ante eso es la sátira de una risa liberada. En vez de ponerles una lápida histórica a los personajes que encarnan ese credo, los empuja hacia un circus exterior a los paradigmas, sus postulados pasan a ser parte de las cosas cómicas». Dice, además, que lo mío es un romanticismo neognóstico, que lo de neorromanticismo y Diego (mi nombre) Goldman es una joda muy buena. 

Ahí empezó la guerra del double-bind, algo que siempre había estado presente en mi vida y que todavía nadie había percibido en mi literatura, pero empecé a vivirlo públicamente durante la escritura de mi segunda novela, País. Un «doble vínculo» (double-bind) en psicología se refiere a una situación en la que una persona recibe dos mensajes contradictorios, uno de los cuales invalida al otro, creando una situación paradójica que puede generar confusión y estrés. Esta teoría, desarrollada por Gregory Bateson y sus colegas, fue inicialmente propuesta para explicar los orígenes de la esquizofrenia.

En Los libros de la guerra Fogwill dice que los tres mejores críticos literarios del under argentino son Beatriz Sarlo, Luis Thonis y Nicolás Rosa, los tres ya muertos.

Nueva edición de "El neorromanticismo"

Nueva edición de «El neorromanticismo»

Sigo con la historia: En septiembre de 2013 me voy a Barcelona a hacer un máster en Creación Literaria, y estando allá descubro que Dárgelos, el front-man de Babasónicos, que es personaje de El neorromanticismo, saca un disco titulado Romantisísmico con doce temas, la misma cantidad de capítulos que tiene El neorromanticismo. Y encima uno de los temas se llama «Paisano» y es prácticamente un resumen de mi novela. No olvidar que el personaje principal se llama Diego Goldman, es decir que puede ser paisano por judío o paisano por gaucho. 

Otro tema es «Los burócratas del amor», cuando el objeto de Goldman y Dárgelos en la novela es redistribuir el amor a través del Estado. En fin, todo se volvió confuso. Me llamaron de Buenos Aires para editar mi próximo libro en una editorial nacionalista y católica y, además de ponerle la tapa de Barry Lyndon, posiblemente la mejor película de la historia, en la contratapa me lo pusieron a Dárgelos y a Lugones. Qué más podía pedir. Me acuerdo que Piglia decía que todos los éxitos (por Respiración artificial) en Bueno Aires son modestos, cuánto más lo serán en Córdoba, pero el libro salió elegido en dos diarios como uno de los mejores títulos del año.

Bueno, no sé qué pasó, pero parece que se impuso la lectura de Thonis y mi novela se convirtió en un signo de la reacción. Hay un gran público que no se acerca al libro porque él dijo que era peligroso. Son lecturas, quizá él quiso preservarme de una vulgarización tan repentina.

Ah, otro dato: en Wikipedia dice que el nombre Romantisísimico surgió como un chiste del Panza Castellano y quedó como título del disco. Algunos años después sacaron un bonus track titulado «La fama».

El propósito de esta reedición entonces es que el libro se pueda conseguir, porque mis tres libros están atados y son uno solo, yo creo que como decía Bolaño me puse a pelear con un monstruo demasiado grande (la Literatura), sentí el éxtasis y varias veces casi perezco en el camino. La ficción no es ni cierta ni falsa, simplemente no se puede comprobar, de esa semiótica múltiple vino la locura, que pueden leer en Fama.

Gracias por venir, por aguantarme, realmente la literatura necesita mucho de ustedes, así que sigan yendo a presentaciones de libros.

* Texto leído durante la presentación de la
segunda edición de «El neorromanticismo»
el día 28/05/25 en Casa de Pepino, Córdoba.

* Portada: «La primera bomba en Bikini» (1946) de Charles Bittinger

 

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