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Por Guillermo Fernandez | Portada: Jackie Alpers
Sófocles en el siglo V escribe un drama que conmovió al mundo entero. En efecto, Edipo es un texto al que siempre hay que recurrir. De él se abreva no sólo la complejidad del mundo clásico sino también las vicisitudes de la época actual. El psicoanálisis también se ha servido del Edipo para dar lugar a los estudios sobre el origen parental, la controversial figura de la madre y las cuestiones atinentes a los lazos familiares.
La “vista” y todo el poder que de ese sentido emana es un tópico fundamental en Edipo a tal punto que el Rey de Tebas decide, al comprobar su parricidio y su incesto, quitarse los ojos. Su mujer Yocasta, en la escena anterior a la decisión final de Edipo, se desprende los prendedores de su vestido y se los clava en los ojos.
Recordemos que el destino de los Labdácidas se resuelve con la ayuda de Tiresias, un no vidente que puede “ver” aquello que los ojos de Edipo no pueden.
¿Qué hay detrás de Edipo texto además de hurgar sobre la pregunta del punto de partida, sobre el cual se interroga el ser humano? ¿El conflicto que plantea Sófocles es solo una cuestión de “pureza” del linaje? ¿Podría Edipo ser leído, como generalmente se hace, como el inicio del género policial, como una pesquisa sobre un crimen?
Como bien ha desarrollado Umberto Eco en Obra abierta (1962) el fin estético continúa más allá de la obra y se perpetua en la interpretación receptora de la comunidad. En este sentido, el conflicto del Rey de Tebas adquiere múltiples aristas en el caótico mundo en el que intentamos vivir.
Un punto de partida que se desprende del texto de Sófocles consiste en la posibilidad de “ver”.A partir de esta conjetura, deberíamos contestar, entre varias, dos preguntas.
¿Cómo el mundo contemporáneo “ve” aquello que le toca vivir? y ¿Acaso el hecho de actuar, de enfrentar una injusticia no está condicionado primero con la vista y luego con el oído?
Debemos pensar que todos procedemos como Edipo que decide vivir en la oscuridad para no tener que enfrentarse con su pasado y con su presente.
Hay una selección natural y propia del hombre sobre aquello que ve. Se elige para no tener que afrontar. El mundo actual brinda al ser humano muchas posibilidades entre las que se encuentra una terrible capacidad para ver horizontes que mucho tiempo antes estaban limitados a una cartografía manual.
Se veía lo inmediato, lo que estaba dibujado a tinta en un planisferio. Hoy se cuenta con la posibilidad de observar a través de una pantalla universos distintos. La tecnología ha avanzado con ímpetu sobre la información, los datos se han transformado en múltiples catálogos para manipular y transformar datos en teorías. No obstante, el ver, como capacidad de decidir y de intervenir sobre la vida en común, todavía está lejos de suceder.
Edipo se castiga, se auto sanciona. El presente es esquivo. Nos convoca a escapar y a ver la realidad como la fábula platónica proyectada sobre una caverna.
Huir tras las sombras de aquello que acontece es la forma más grave de la ceguera.
José Saramago en Ensayo sobre la ceguera (1995) nos advirtió sobre el castigo de perder la vista, de vivir agolpados en una barraca para no ser una pesadilla de nuestra propia existencia. Si no contamos con los ojos, o si los tenemos como una práctica inútil, nos vamos contagiando de la miopía más feroz: la de verlos los hechos como caricaturas con el continuum de los proyectores antiguos. Una sucesión de imágenes que no podemos palpar.
Hay una paradoja cruel. Todo alrededor nos convoca y entusiasma, pero también nos restringe, nos llama a retrotraernos. Todavía contamos con la posibilidad de asentir, como los alumnos castigados con un bonete en el rincón del aula.
Ser disciplinados también es “ver” la parte más cómoda, aquello que menos nos inquieta. Edipo, dijimos, va a un afuera, guiado por sus hijas.
El mundo moderno nos empuja, desde nuestros primeros pasos, a ser incondicionales, a aceptar sin oponernos.
Al fin de cuentas, llamamos vida al hecho de transitar un simulacro que los estudios de Freud sobre el psicoanálisis denominaron conciencia.
Hemos logrado abandonar la caverna para entrar con pausa a otra.
Etiquetas: Edipo, Guillermo Fernandez, Psicoanálisis, Sófocles