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23-06-2025 Notas

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Por Pablo Milani

Vuelve Oasis, la icónica banda de Manchester, 15 años después de su explosiva separación. Este regreso, más allá de la música, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo, la memoria y la posibilidad de reencontrar aquellos lugares, sensaciones y amores que alguna vez nos hicieron inmensamente felices. ¿Es posible volver a aquel verano de juventud donde cada estribillo era una promesa? ¿Se puede sanar el daño del pasado y regresar a un amor añejo, o incluso a uno mismo?

El anuncio de esta anhelada reunión publicada en redes sociales el 27 de agosto de 2024, y a un mes de empezar la gira que los va a traer en noviembre a nuestro país, tiene como protagonistas a Liam y Noel Gallagher, hermanos eternamente enfrentados pero musicalmente geniales, sólo que ahora resuena una pregunta profunda que trasciende el ámbito musical: ¿Realmente se puede volver a algunas cosas? ¿Volver al lugar donde uno cantó con toda el alma ese gran estribillo de juventud? En el fondo, uno nunca se va de las grandes bandas o de las grandes canciones. Esa resonancia reside en nosotros, es parte de nuestra identidad. Cada vez que volvemos a escuchar una canción de Oasis, es como si el tiempo no hubiera pasado, o quizás, como si comenzara de nuevo, catapultándonos a ese instante donde el corazón era lo más importante. Es un fragmento de nuestra vida que regresa, una parte de lo que fuimos. Las buenas canciones siempre están ahí, inmutables, incluso si no entendemos sus letras, las imaginamos en nuestra cabeza y las hacemos nuestras. La reunión de Oasis es sin duda el regreso más importante del rock inglés del que tengamos memoria.

Para comprender la magnitud del fenómeno Oasis y lo que significa su potencial regreso, es esencial transportarse a la atmósfera de los años 90, una década marcada por una dualidad sonora y existencial que la convirtió en un mundo endemoniado y artificial. Por un lado, emergía el grunge, un movimiento musical que emanaba desde Seattle con un sonido crudo, letras introspectivas y, en muchos casos, una profunda sensación de desencanto y desesperanza. Bandas como Nirvana se convirtieron en la voz de una generación que parecían desperdiciar la vida, y el trágico suicidio de Kurt Cobain en 1994 fue un eco desgarrador de esa angustia existencial. El grunge era la banda sonora de la desilusión, un grito de inconformidad que miraba hacia adentro y que, a menudo, no veía un futuro prometedor.

En contraposición, y como una respuesta vibrante desde el otro lado del Atlántico, floreció el britpop. Nacido principalmente de la escena musical de Manchester, e influenciados por las grandes bandas británicas de los años sesenta y setenta, este género ofrecía un sonido más suave, pegadizo y optimista. Las letras del britpop, a diferencia de la oscuridad grunge, creían en un futuro, en la posibilidad de la alegría y en una visión de la vida más buena. Representaban un escape del pesimismo, una invitación a levantar la cabeza y disfrutar. En este fértil terreno, y con una particular influencia de The Smiths en los iluminados años ´80, Oasis se alzó como un gigante. La banda pasó del anonimato absoluto al estrellato meteórico con su flamante primer disco, Definitely Maybe, lanzado en 1994. Con himnos como «Supersonic» y «Live Forever», demostraron que había un apetito voraz por un rock and roll con actitud, pero también con melodía y esperanza. Su segundo álbum, el aún más exitoso (What’s the Story) Morning Glory? (1995), los catapultó a la estratosfera, convirtiéndolos en la banda más grande del mundo en ese momento. Con temas como «Wonderwall», «Don’t Look Back in Anger» y «Champagne Supernova», Oasis no solo vendió millones de discos, sino que también capturó el espíritu de una época. Su música era un antídoto contra la apatía, una banda sonora para las noches de viernes y los sueños de juventud.

La trayectoria de Oasis, que se extendió desde 1991 hasta 2009, fue notablemente larga si se considera la legendaria y tirante relación entre los hermanos Gallagher. Sus peleas, egos y declaraciones explosivas se convirtieron en parte del folclore del rock, tan famosas como sus propias canciones. Sin embargo, a pesar de la constante fricción, lograron mantener una unidad musical que dio frutos excepcionales durante casi dos décadas. En este 2025, el reencuentro de Liam y Noel Gallagher, lejos de ser solo un evento musical, representa la posibilidad de revivir el legado de una de las bandas más influyentes del Reino Unido en las últimas décadas. Su música no solo definió una era, sino que continúa inspirando a nuevas generaciones de músicos y fans. 

La cuestión de si se puede volver es compleja. Si bien el tiempo es inexorable y las circunstancias nunca son idénticas, las emociones y los recuerdos asociados a ciertos momentos y canciones persisten. Cuando escuchamos «Wonderwall», no solo escuchamos acordes y voces; escuchamos fragmentos de nuestras propias vidas, de los lugares donde la escuchamos por primera vez, de las personas con las que la compartimos. Es como si la canción contuviera un fragmento de nuestro pasado, encapsulado y listo para ser liberado con cada nota.

Entonces, ¿se puede volver a un viejo amor? Quizás no de la misma manera, con la misma inocencia o sin las cicatrices del tiempo. Pero el amor, en su esencia, puede encontrar nuevas formas, reinventarse, o al menos, recordarnos la capacidad de amar que reside en nosotros. ¿Se puede volver del daño? Es un camino arduo, pero la resiliencia humana es asombrosa. El perdón, la aceptación y la reconstrucción son formas de volver de aquello que nos hirió, no para borrarlo, sino para trascenderlo. Y esto aplica a muchas otras cosas en la vida: de las pérdidas, de los errores, de los caminos equivocados. Siempre hay una posibilidad de un nuevo comienzo, de una reinvención.

En mi caso, Oasis fue ese faro brillante de melodías que me guiaba año tras año desde el otro lado del Atlántico en tiempo presente. Hasta entonces, no había logrado identificarme con ninguna banda que estuviera sonando en ese momento, más allá de algunas excepciones con el movimiento grunge Made in Seattle, pero necesitaba algo más terrenal, y canciones como “Little by Little”, “Champagne Supernova” y mi preferida de ellos, “Don´t Go Away”, le pusieron letra y música a una década tan única como controversial. Oriundos de Manchester, ciudad del Reino Unido que desempeñó un papel clave durante la Revolución Industrial, convirtiéndose en poco tiempo en el principal centro internacional de la fabricación textil, los hermanos Gallagher fueron un punto de inflexión para un movimiento que alcanzó cifras ecuménicas y llegó al corazón de millones de jóvenes hasta el día hoy.  

Vuelve Oasis, la banda más verborrágica y con más actitud musical arriba de un escenario desde los Sex Pistols. Aunque este regreso no es solo el retorno de una banda; es el regreso de una parte de nuestra propia historia. Es la oportunidad de conectar con la euforia de los 90, con la rebeldía del britpop y con la esperanza que sus canciones nos infundieron. Más que un volver a, es un reafirmar que. Las grandes canciones y los grandes amores no se van del todo; permanecen en el subconsciente colectivo, listos para ser despertados y para recordarnos la capacidad de la vida de sorprendernos y de ofrecernos nuevas oportunidades. La música, en este sentido, es un portal atemporal que nos permite revisitar nuestro pasado sin quedarnos anclados en él, sino para comprender mejor quiénes somos hoy.

 

 

 

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