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Por Luciano Lutereau
Una idea muy linda de Lacan en su escrito Kant con Sade está en decir que Sade no vivió de acuerdo con su fantasma; dicho de otro modo, Sade no era sádico, sino que más bien gozo de su posición masoquista —encarcelado de por vida por desafiar a ese Otro malvado que no era menos que su suegra.
Esta idea es muy linda y, además muy clínica, porque sirve para pensar en la diferencia que hay entre el fantasma y la posición subjetiva. Esta última puede velarse con aquel, pero esta no la explica, incluso a veces es totalmente contraria a esa representación. Por ejemplo, alguien puede vivir atormentado por fantasías homicidas, de las que se purga con pequeños sacrificios.
Entonces, ¿goza de matar o del castigo? Ayer volvía de la facultad y conversaba con Vero sobre por qué a veces decimos que hacemos lo que hacemos, por lo general, justificándonos en algún ideal. Esta es la primera mentira que nos decimos. Pero la segunda mentira es la del fantasma. Este es un señuelo para la pulsión en su dimensión más horrorosa.
Muchas veces alguien hace las cosas para que lo quieran. Esa demanda (de amor) puede hacer que padezca terriblemente quedarse en lugares en los que no pasa nada o ya no está. La demanda de amor a veces no se distingue de ser un desecho para el Otro. Por eso Lacan en su grafo del deseo escribe la pulsión en el margen superior derecho.
Otra dimensión de la demanda de amor es la de ser rechazado o vomitado (aunque alguien viva con fantasías de devoración). O bien esa misma persona puede vivir con la fantasía de que lo miren, como si miran las heces antes de apretar el botón.
El ideal es un velo del fantasma, pero este también es un velo; alguien puede decir la mentira con la que se convence, pero no puede decir de qué fantasma goza; ahora bien, tampoco hay una verdad en el fantasma, esta es otra mentira. Solo en este punto puede entenderse por qué el análisis tiene el propósito de incidir sobre la demanda de amor más que sobre el fantasma.
* Portada: «Espíritu» (1885) de George Roux
Etiquetas: George Roux, Immanuel Kant, Jacques Lacan, Luciano Lutereau, Marqués de Sade, Psicoanálisis