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Por Andrés Pinotti
El 28 de agosto de 1945, Roberto Noble lanzó su diario y entendió, rapidísimo, que manejar la narrativa dura más que cualquier mandato. Desde entonces Clarín informó, construyó e impuso a diestra y siniestra.
Los orígenes ya son indicativos. El diario se financió con apoyos previos a la fundación -hasta la embajada alemana nazi tuvo algún rol- y supo negociar papel y créditos blandos con gobiernos de todos los signos y colores. Fue oficialista o crítico cuando convenía y siempre logró mantenerse cerca de los recursos estratégicos.
Cuando aterrizó Magnetto el pragmatismo se volvió sistemático. Saneó cuentas, consolidó el liderazgo y transformó un diario masivo con problemas financieros en un conglomerado en el que Canal 13, Radio Mitre, Multicanal, Cablevisión, Telecom, Telefónica y otros acompañaron negocios que rinden mucho más que cualquier edición dominical.
Lo de Papel Prensa, por caso, fue estrategia pura y dura. La desposesión de Lidia Papaleo, la transferencia de acciones a Clarín, La Nación y La Razón bajo la dictadura de Videla, siguen siendo un fantasma que recorre la memoria mediática. A fuerza de sangre se ganaron el acceso exclusivo a recursos, control de la producción y de la distribución. Poder concentrado y organizado, digamos.
Ochenta pirulos. Pensar que Alfonsín los miraba de reojo; Menem se animó y le dio mecha para que sean un multimedios oficialista, pero tarde y mal; Néstor y Cristina Kirchner chocaron de frente con Magnetto y el diario respondió con la precisión del “periodismo de guerra”. Hoy, Milei les grita en la cara que son la gran estafa argentina.
Pero nada sucede. Los gobiernos se van, Clarín aguanta.
Mientras tanto tranza y mete mano en reformas (Reforma del Estado de 1989), en leyes ajustadas para que el grupo siga tirando sus magias (Ley de Preservación de Bienes Culturales de 2003) y en todo lo que posibilite aguzar la concentración mediática. Los jueces, con privilegios, encuentros secretos y premios, completan el tablero. Porque no es solo poder económico: es judicial, normativo, cultural.
El periodismo dejó de ser fin en sí mismo y se volvió herramienta. La información se subordinó al negocio. Mientras las audiencias migraban a plataformas digitales, Clarín, pillo, anticipó el movimiento y aseguró conectividad, control sobre telecomunicaciones. En cuenta, se encargó, siempre, de que la agenda no se escapara de sus manos.
Ochenta pirulos. Ocho décadas de un medio que escribió la historia del país a su medida, con audacia, pragmatismo y un guiño mafioso hacia quienes quisieran desafiarlo.
En Argentina, se sabe, controlar la narrativa sigue siendo casi tan poderoso como gobernar. Cada titular, cada editorial, cada exclusión o énfasis viene a recordarnos -a algunos- que la información es control. Y que el discurso de la democracia como producto de la participación ciudadana y bla bla bla quedó viejo. ¿La democracia la hacemos nosotros o la agenda mediática que es juez y arquitecto al mismo tiempo?
Capaz, como Clarín, estamos en un cumple.
Etiquetas: Andrés Pinotti, Argentina, Clarín, Comunicación, Diario Clarín, Hécrtor Magnetto, Medios, política, Roberto Noble