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23-10-2025 Notas

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Por Luciano Sáliche

I

Hay que animarse: buscar adentro, escarbar la carne sentimental, hurgar hasta el fondo. ¿Qué hay detrás de una sonrisa falsa, de un grito opaco, del goteo de sangre ajena en los puños cerrados? ¿Qué clase de piedra preciosa asoma cuando corremos todo esa tierra de angustia, envidia, humillación y dolor? En uno de los cortos que integran Sobre cómo mirar el fuego, vol. III aparece escrito en la pantalla de esta forma: RE SEN TI MIEN TO. ¿Sinónimos de resentimiento. A saber: rencor, despecho, amargura, encono, odio. Y un antónimo: agradecimiento. 

Los seis cortos que integran Sobre cómo mirar el fuego Vol. III son, se lee en la descripción de YouTube, el “resultado de pruebas de actuación frente a cámara”. No es un dato menor. La apuesta de estas películas breves está en la gestualidad actoral de sus protagonistas. El ejemplo perfecto es la mirada de Celeste González en el segundo corto, Thelma y Louise, cuando ve cómo el jefe abusa de su compañera de trabajo. Claman muerte y tortura esos ojos; piden venganza. Pero lo interesante no es el desenlace, sino el momento de quiebre, esa sensación de borde en la planta de los pies.

Los cortometrajes se grabaron en Chivilcoy en enero último y “están inspirados en la discografía de Fito Paéz”, dice la descripción de YouTube. Están todos ambientados en un pasado cercano —destacan el trabajo de vestuario y las locaciones— y es desde ese lugar que opera la música de Fito Páez, adornando de colores pasteles y a la vez eléctricos las tramas: una familiaridad armoniosa, recuerdos de un pasado medianamente feliz, el relevo de cierta energía oscura. En uno de los cortos, se lee: “¿Tenemos algo en común más allá de la nostalgia? ¡Sí! RE SEN TI MIEN TO”.

II

El día que a Javier Milei, en una caravana en Lomas de Zamora, le tiran con un brócoli, tenía puestas cuatro camperas. Pero ese es un detalle. Las cuatro camperas, digo. Un detalle. Centrémonos en lo importante. Alguien, cuando lo ve pasar por la avenida arriba de una camioneta —José Luis Espert de un lado, Karina Milei del otro—, rodeado de militantes, de seguridad, sonriendo, agitando los brazos, apunta bien y le tira con un pedazo de brócoli. Hay que imaginar la escena: ¿venía del mercado con la bolsa cargada cuando vio pasar al Presidente? De todo lo que había comprado, ¿un brócoli?

Fue el miércoles 27 de agosto. Era una mañana soleada pero fresca. ¿Cuán fresca? ¿Para cuatro camperas? Un detalle, un detalle. Volvamos a lo importante. Esa mañana también volaron piedras que no golpearon a nadie y José Luis Espert, que más tarde bajaría su candidatura a diputado tras revelarse presuntos vínculos con el narcotráfico, tuvo que escapar de la turba en una moto, abrazado a un musculoso conductor. Mientras sentía el viento en el cuero cabelludo pensaba que, así como encarceló a los que le tiraron bosta en su mansión, buscaría al que le tiró con un brócoli.

Es fácil imaginar a Espert cruzando calles, avenidas y autopistas en una moto aferrado a un musculoso conductor, apretando los dientes de bronca, diciéndose a sí mismo que a veces es mejor bala que cárcel y preguntándose si podría llevar a cabo esa idea con el que le tiró el brócoli. También es fácil imaginar al hombre, tal vez a la mujer, atravesando la adolescencia o quizás la tercera edad, sacando un pedazo de brócoli y tirándoselo a esa comitiva presidencial en campaña, cruzando los dedos en busca de puntería. Dos maneras, de las tantas que existen, de atravesar el resentimiento.

III

Los cortos chivilcoyanos de Sobre cómo mirar el fuego Vol. III usan la nostalgia para sembrar la chispa contraria: no para apagarse en la melancolía sino para encenderse en una ira dulce, vengativa. La dirección es de Marina Carrasco y Leandro Carbone, la fotografía de Miguel Gómez, y la cámara y edición de Julián Muchiut. El elenco está formado por Laura Argüelles, Juan Carbone, Celeste González, Carla Romano, Franca D´agostini, Germán Sinatra, Bautista Benzo, Gisela Dauría, Laura Lemme, Gisela Diciano, Ciara Moscoloni, Gabriela Bollon, Rosana Fernández, Claudia Leva, Antonella Denisi y Carlos Girotti.

IV

Me vuelve siempre, como una obsesión, un verso de Vicente Luy: “Usá tu odio para el bien común”. Pero el poema entero, que es brevísimo, es mejor que el verso, porque da contexto, porque suelta la idea dentro de un estado de ánimo más general. Es así: “Antes pedimos que se vayan. / Antes, pedimos justicia. / Ahora pedimos que no se rían de nosotros. / Después, ¿qué pediremos; piedad? / Usá tu odio para el bien común. / Poné tu odio al servicio del bien común”. Ya no importa que se haya suicidado a los cincuenta años. Dejó una gran obra. Y esto: “Usá tu odio para el bien común”.

V

La verdadera traducción de brócoli es “cresta floreciente de un repollo”. Porque viene del repollo. En realidad, del col silvestre. Selección artificial europea durante el siglo VI a. C. Se cree que el brócoli llegó a la Argentina con las olas migratorias entre 1862 y 1874. Después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron nuevas y más rápidas formas de hacerlo crecer. En los últimos diez años su consumo en Argentina se extendió. En la larguísima biografía de esta planta, de este vegetal, cabe un episodio especial para esta transformación ocasional en un proyectil contra el poder. 

Ni el arte ni el brócoli deben hacer una cosa semejante. Cada cual tiene su función. Bueno, en el arte no está tan claro. A veces ocurre, sí. Cuando es una ficción, al poder hay que representarlo. ¿Qué clase de villanos se construyen en Sobre cómo mirar el fuego Vol. III? ¿Qué clase de víctimas? Lo interesante de estos cortos chivilcoyanos está en el punto de quiebre de cada historia, en las llamas que arden en los ojos de sus protagonistas, que espejan el resentimiento que todos llevamos dentro, poniéndole una cresta floreciente y preguntándonos qué pensamos hacer con eso.

 

* Sobre cómo mirar el fuego Vol. III se puede ver acá
** Portada: Celeste González en el corto «Thelma y Louise»

 

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