Blog

22-10-2025 Notas

Facebook Twitter

Por Joaquín Gallardo

I

Me gusta leer todo tipo de cosas, incluso muchas que no tienen nada que ver conmigo ni mi trabajo ni un gusto en particular, pero algo en las palabras que una persona eligió por sobre otras, en la forma en que las ordena para trasmitir una idea me resulta atractivo. Lógicamente, leo muchos textos de psicoanálisis y a psicoanalistas, que no es lo mismo: un psicoanalista puede escribir y que eso no sea un texto de psicoanálisis propiamente dicho. Hace poco leí a uno que se burlaba de un flyer que decía: hacé terapia, si no por vos, al menos para no dañar a los demás. Le pareció hipócrita que se sugiera que alguien se analice por ese motivo. Me disgustó su comentario y me pregunté por qué. 

II

En principio, no me gustan los analistas altaneros. Es común encontrar algunos que, después de muchos años de práctica y formación, se confundan y crean que encarnan el saber y, desde ese lugar, predican. Esto es peligroso, nosotros nos ubicamos en un lugar de causa, de agujero, de manera tal que motorizamos la asociación libre y el trabajo de un analizante; si creemos que encarnamos el saber, obturamos la escucha del paciente.

Tampoco me gustan los analistas idealistas y creo que esa posición es efecto de la confusión que mencioné en el párrafo anterior. Hay que deconstruir los ideales que tengamos de un análisis porque nosotros no dirigimos a los pacientes, ni hacemos educación emocional, ni psicoterapia. Insisto: dirigimos la cura, no al paciente. 

En ese sentido, ¿quién dice cuál es el motivo apropiado, íntegro, sincero por el cual alguien debe consultar a un analista? ¿Desde qué lugar alguien juzga o cuestiona el motivo de consulta? 

El análisis se trata de otra cosa. ¿Tiene “condiciones”? No quisiera ser taxativo, pero, si uso las comillas, me habilito a decir que sí: que alguien padezca de cierto malestar, que el analista tenga deseo de alojar y escuchar a ese consultante, que se arme un lazo entre el paciente y su analista. 

No me gusta la idea del motivo de consulta como una condición para un tratamiento; tampoco el psicoanálisis se trata de mis gustos, pero lo que quiero decir es que muchas veces un análisis no se define por el motivo de consulta. Durante seis años, trabajé en un centro de salud. En mi tercer año en la institución, comenzaron a derivarme hombres judicializados. Uno de ellos era un señor denunciado por su ex mujer por violencia, al cual sus hijas no le hablaban, él no entendía las causas de ello y esa situación lo frustraba mucho. No veía por qué estaba mal haberla golpeado a su ex mujer ya que, según él, ella lo provocaba. Trabajamos mucho hasta que él pudo empezar a comprender qué efectos podía tener en sus hijas que vieran cómo golpeaban a su madre, que eso no le era indiferente a nadie. Cuando pudo entender este punto, se angustió y el análisis empezó. Si me hubiera quedado con el motivo de consulta ―me mandó un juez, no hice nada malo― y su posición rígida, defensiva, no hubiera existido análisis posible. 

III

La idea de este breve comentario es abrir una reflexión sobre el motivo de consulta de un paciente y sus implicancias. Creo que el psicoanálisis se mantendrá vigente y “efectivo” en tanto no dejemos de cuestionarlo. ¿Cómo? Con un pensamiento y una lectura crítica de la teoría y de la propia práctica. No olvidemos que el analista encarna una falta y eso implica que cada uno de nosotros tome una posición al respecto. 

 

* Portada: Detalle de «Autorretrato bostezando» (1783) de Joseph Ducreux

Etiquetas: , , ,

Facebook Twitter

Comentarios

Comments are closed.