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07-11-2025 Notas

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Por Pablo Díaz Marenghi

“Y si acaso podría deberte algo
Como un impuesto de fe
Sabría que no hay dinero, para pagarte eso
Tú me enseñaste a ver, a través
Tú me enseñaste a ver, a ver quién soy”
“El maestro”, Babasónicos

I

Un niño vestido con una réplica de la camiseta de la Selección con la 10 de Messi recorre los vagones del San Martín pidiendo monedas. Estas pequeñas piezas metálicas ya casi no se ven e, inclusive, es mayor su valor material que monetario. Pero la frase permanece instalada en el inconsciente colectivo: “¿Señor, con todo respeto, me ayuda con alguna moneda para comprar algo para comer?”. 

Mucha gente responde que no tiene nada. Otros ni eso. Es casi mediados del mes pero, en estos tiempos, el salario —para aquellos que tienen el privilegio de contar con estas retribuciones fijas de modo mensual y no tienen que pelear el mango a diario— dura cada vez menos. Algunos sacan un billete arrugado del bolsillo y lo entregan al chico que lo guarda a toda velocidad. Sonríe. El blanco brillante de sus ojos resalta en su rostro ennegrecido por el smog.

Un pasajero ni lo registra. No lo saluda ni le da la mano. Está conectado a unos airpods al punto tal que su estirpe parece la de un cyborg: mitad hombre, mitad máquina. Su mirada, detrás de unos elegantes anteojos de marco de madera marca Rusty, está fija en las páginas de un libro. 

El pequeño Messi que pide monedas ya juntó un par de billetes que no le alcanzan ni para media pizza de muzzarella en Ugi’s. Avanza y pierde de vista al lector que sigue esforzándose por leer. Pareciera que le cuesta concentrarse. Resopla. Cierra el libro y mira por la ventana. La tapa es blanca y se dibuja una cerradura cuyo fondo parece un cielo nublado. El título, en mayúsculas de color celeste: La respuesta está en tí. Encuentra la verdad y supera tus problemas.

II

Hace varios años que vivimos un fenómeno, al menos, editorial. Sobre todo luego de la pandemia, la incertidumbre, parte inescindible de la existencia, ha ido en aumento. Lo cual ha generado que muchas personas busquen respuestas aparentemente difíciles de hallar en algunos gurúes que escriben libros. 

Según estadísticas de la Cámara Argentina del Libro, la categoría “astrología, esoterismo y autoayuda” representa alrededor del 3% del total de libros editados en Argentina. Y la Encuesta Nacional de Consumos Culturales del Sistema de Información Cultural de Argentina del 2022 reflejó que el 8% del total de libros leídos pertenece a este segmento por encima de categorías como poesía, política, ensayo, arte, teatro y dos rubros que llama la atención que se vean superadas ante este fenómeno: religión y salud/vida sana.

¿Es decir que cada vez más personas descreen de las religiones tradicionales o las visiones hegemónicas científicas y se refugian en diversos gurús espirituales que promulgan una sanación que emana del propio individuo? Parecería ser también que este fenómeno se da en sintonía de tiempos cada vez más individualistas en donde es cada vez más común sentir un pulso de sálvese quien pueda. Mareas de personas que, como hormigas a las cuales les acaban de patear el hormiguero, se escabullen para todos lados en busca de asegurar su supervivencia y la de los suyos.

Es en este contexto en el que un libro publicado por un docente, investigador y filósofo cordobés se propone hacer una pausa necesaria para analizar de manera crítica este fenómeno, arriesga una batería de hipótesis interesantes y le da forma a una propuesta que bien podría ser su propio manifiesto en pos de una existencia más saludable. Así surge la denominada contra-ayuda de Abelardo Barra Ruatta.

"Contra-ayuda: ser felices en la incorrección. Hacia una insurgencia hedonista" (Editorial Biblos, 2025)

«Contra-ayuda: ser felices en la incorrección. Hacia una insurgencia hedonista» (Editorial Biblos, 2025)

III

“La contra-ayuda sugiere la novedad permanente del viaje nómade, que no debe entenderse como una fuga incesante ante la insatisfacción espiritual, sino como una expansión creativa de lo que somos: seres abiertos, incompletos, inacabados, deseosos, hedónicos”, escribe Barra Ruatta y, de algún modo, sintetiza su propuesta. Autor de varios textos académicos y poemas, este volumen podría ser el segundo de una suerte de trilogía involuntaria (a lo Mario Levrero): el primero, Amores bárbaros (Prometeo), fue una exploración en torno al poliamor y una crítica a la monogamia. El tercero lo anunció por redes sociales recientemente. Se titulará Anarco Hedonismo: la revolución del goce frente al jardín triste del neoliberalismo y suena como una prolongación del análisis de Contra-Ayuda, ser felices en la incorrección (Biblos, 2024).

El subtítulo de este texto es Hacia una insurgencia hedonista. Eso ya deja pensando. Por un lado, el capitalismo salvaje parecería promover las mieles del goce permanente: goce de la sociedad de consumo, goce de la híper sexualización, goce de la aparente libertad de cambiar de trabajo, casa, auto para aquellos que tengan el privilegio de pagar; la libertad de mercado como una suerte de Constitución Supranacional de un modus vivendi colectivo. Al mismo tiempo, circulan cada vez más discursos en torno al estoicismo. Las personas deben soportar, ser fuertes y lo más productivos posibles. El descanso, la contemplación, la errancia y el nomadismo, algo más propio del hedonismo inaugurado por Epicuro, parecerían ser propios de otros tiempos. Esto es algo de lo que Barra Ruatta pretende rescatar.

IV

En el prólogo, la Doctora en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Cremona, se pregunta: “¿El miedo de agruparse como un efecto post confinamiento mundial funciona como dispositivo de aislamiento emocional? ¿Será que las redes y la explosión del decir cotidiano de todas las personas sobre todos los temas en las plataformas digitales haya ampliado la diferencia y producido cierta amnesia sobre lo que tenemos en común?”. 

Esa reflexión funciona para encender la mecha que detona los pensamientos de Barra Ruatta. En tiempos que se parecen cada vez más a las distopías pergeñadas por la ciencia ficción, el autor plantea el concepto de la desutopía. La define como “un (no)lugar virgen para la imaginación y baldío para conjeturar construcciones inespecíficas, un (no)lugar que carece de toda descripción concreta, que carece de planos rigurosos que sirvan para dar respuestas puntuales y orientativas a las actuales expectativas de edificación una sociedad absolutamente perfecta, planificada y optimizada en cada uno de sus detalles”.

Plantea “desutopizar” bajo la brújula de una “libertad responsable”. Aclara a qué se refiere con esto: “la cooperación, la ayuda mutua, la solidaridad, actores empujados por el sentimiento ético autónomo de la empatía franca y expansiva”. Es decir, una noción de libertad muy diferente a la definición imperante en estos tiempos. A la que vocifera el Presidente. 

Su extensa Introducción, que funciona para sentar las bases de todo el pensamiento que desplegará, por momentos hace las veces de manifiesto: “Es imperioso expropiar la tecnociencia y los saberes sociales para que todo ese complejo transformador sea efectivamente puesto al servicio de un incremento de felicidad para la totalidad de los seres humanos”, afirma. 

Es crítico de internet pero aun tiene esperanza de que este recurso pueda ser utilizado a favor de esta libertad desutópica que proponga un nuevo futuro: “ello no impide que la Internet sea también una enorme red de resistencia y de búsqueda de esclarecimiento emancipatorio gestionado por el obrar sinérgico de individuos y colectivos empeñados en la tarea de construcción de una virtual democracia asamblearia del común”.

Su principal tesis viene a cuestionar aquella autoayuda que propone que cada individuo se aquiete y busque respuestas en su interior. “El propósito de mi labor es confrontar con ciertos saberes que teorizan y vehiculan la enseñanza de técnicas de meditación y/o instalación en la espiritualidad para inducir aquietamiento y provocar la pasividad y el conformismo que dan por resultado, premeditado o involuntario, la convalidación de los pilares inmateriales (pero no por ellos inconsistentes) que sostienen el statu quo social”, plantea.

Es decir, su contra-ayuda es una invitación a cuestionar lo establecido y, al mismo tiempo, a cobrar una verdadera noción de cuán importante es el otro para configurar nuestra propia identidad. “Es la mirada del otro la que me constituye como un ser social (es decir, como un ser humano pleno). De modo que, todo consejo encaminado a hacer que descubramos nuestro ser en la interioridad -inverificable- de nuestro espíritu, no pasa de ser un montaje escenográfico que posee en nuestra subjetividad un pasajero impacto emocional que, prontamente, cuando los otros me siguen mirando desde su exterior y explícito -o indescifrable- enjuiciamiento, se desvanece como estímulo emocional positivo. Y no se puede permanecer encapsulados e indiferentes ante la construcción que el otro hace de nuestra presencia en el mundo porque ello significaría la animalización de la especie, el refugio en la inconsciencia existencial de la animalidad que es incapaz de distinguir la marca de la singularidad que representa la figura de cada individuo. El animal, encerrado en sí mismo, carece de conciencia de la singularidad: para el animal todos los individuos son iguales”, subraya.

Abelardo Barra Ruatta es docente, investigador y filósofo cordobés

Abelardo Barra Ruatta es docente, investigador y filósofo cordobés

V

El libro de Barra Ruatta comienza con una crítica furibunda a la meditación. Luego discute el «longevismo insulso». Se pregunta ¿Para qué vivimos tantos años? ¿Con qué objetivo? ¿Debemos vivir por el mero hecho de vivir o, tal vez, vivir menos cantidad de años pero a mayor intensidad? Deja bien en claro que la ética hedonista que propone no es, para nada, un frenesí frívolo y sin sentido: «Si la santidad es recato, silencio, circunspección, solemnidad, entonces la ética hedónica es una ética impudorosa, bullanguera, divertida», aclara.

También cuestiona al trabajo como motor social y última finalidad de la existencia y reivindica la pereza y el ocio. Propone «la abolición del trabajo en tanto configurado como fuente de penosidad». 

En el capítulo cuatro retoma la cuestión trabajada en su libro anterior para analizar los amores disidentes. Aclara que el amor de la contra-ayuda va más en sintonía con un amor múltiple. 

También desmenuza la materialidad y el dinero. Le critica a cierta izquierda progresista “la encarnación de un vanguardismo que está autorizado para proferir la crítica vehemente del materialismo ramplón del burgués postmoderno, que se caracteriza por personificar un impulso desmedido hacia la obtención de bienes y dinero, como índice obsesivo de un burdo consumismo obsceno, estandarizado, banal, líquido”.

En este pasaje, es interesante que retoma el concepto de humanidad, que bien valdría la pena seguir redefiniendo y repensando: «El sentido de la vida deberá cuestionarse profundamente a través de revoluciones radicales que restituyan humanidad a miles de millones de individuos de la especie humana que llevan -paradójica e injustamente- una vida indigna en medio de un sofisticado contexto tecnológico productivo capaz de proporcionar condiciones hedónicas de existencia para todos si la riqueza se distribuyera equitativamente entre quienes la producen directa o indirectamente”.

Las bellezas hegemónicas, la depresión que traen los espejos y los cuerpos son los protagonistas del sexto capítulo. Critica la apropiación de las clases altas de aquello que se entiende como belleza hegemónica contemporánea. 

Luego habla de la institucionalización de la vida y algo que llama «lo viviente en el museo». Afirma que «La vida humana pierde su afluencia espontánea cuando se deja atrapar por las instituciones, por los dispositivos jurídicos que regulan y vigilan la potencia transformadora de su fluir creativo», algo que puede sonar disruptivo y, al mismo tiempo, provocador. 

Es allí donde resalta el nomadismo. Según el autor, el ser humano debería entregarse al devenir sin un afincamiento definitivo. Eso nos ayudaría a esquivar el conformismo que, según Barra Ruatta, nos habría depositado en este presente plagado de desigualdad social y angustia existencial: «“La historia de la humanidad nos muestra que el camino adoptado, de manera ampliamente mayoritaria, es el camino del orden y el equilibrio, lo que ha dado como resultado un tipo humano caracterizado por el conformismo existencial, por la continencia hedónica, por la avaricia social, porque el usufructo quieto de lo conquistado supone su disfrute metódico, casi resignado, porque en esta visión de la vida el goce mesurado de los deleites implica el no ir más allá de lo acostumbradamente permitido, porque la custodia de lo propio impone su apropiación tacaña, su incautación incompatible, su consumo a cuentagotas”. Quizás el mayor riesgo que entabla esta premisa se relaciona con las teorías aceleracionistas (Nick Srnicek y Alex Williams, por citar algunos ejemplos). Hasta qué punto se vuelve necesario colocar un límite al goce. 

También critica a los nacionalismos y reivindica, en función del nomadismo antes mencionado, la cultura callejera y aquellos saberes populares muchas veces mirados de reojo: “Estamos amputando el valor del conocimiento callejero o conocimiento vital, estamos repudiando ese conocimiento que se vocea, perfumado de vida, como se vocean los claveles en los puestos de venta de las plazas céntricas”.

Es interesante porque su propuesta se aleja de algunas filosofías circundantes como, por ejemplo, Byung-Chul Han que promulga un estilo de vida más contemplativo. Este autor propone, más bien, algo más emparentado con la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty, heredera del pensamiento de Edmund Husserl, en donde la noción de esquema corporal explica cómo el ser humano termina de configurarse en función de un otro y su entorno. Parafraseando a Ortega y Gasset, el ser humano es uno y sus circunstancias. 

Sobre el final, afirma: Nos vemos envueltos en minucias que adquieren la dimensión del mundo todo. Necesitaremos ayuda cada vez que sintamos el escozor del afuera y el derrumbe de lo interno. Inconfesa, vergonzosa y culposamente sentiremos el pecaminoso deseo, la pecaminosa atracción por el sospechado ancho mundo y con mayor terror aún, experimentaremos furtivamente, que nos oprime la pequeñez rutinaria de la casa: los otros humanos que representan la otredad desconocida, si llegan a emerger en nuestros pensamientos y fantasías como conjeturales parceros, son violentamente suprimidos por nuestros mecanismos psicológicos de represión y sublimación, y la conjetura venturosa se transforma en fealdad y amenaza”.

En tiempos en donde la aventura aparenta quedar cada vez más restringida al itinerario prefabricado por alguna agencia de turismo, Barra Ruatta invita al lector a dejarse llevar por aquel anhelo de exploración. Contemplar por encima de sus hombres y ver más allá de lo conocido para encontrar aquellas verdaderas respuestas que tanto anhela más allá de su propio ombligo.

VI

Próxima estación, Retiro. Final del recorrido. Por favor, prepárese para descender, anuncia la voz de una locutora a través de un parlante latoso que parece salido de una banda de krautrock. El lector acomoda sus coquetos anteojos con el dedo índice y antes de guardar el libro en su morral de cuero ecológico de marca europea lo mira como si fuese un simio que observa un coco para ver dónde darle un golpe seco para abrirlo. 

No escuchó la voz latosa que anunciaba el inminente final del viaje. Entonces, cuando vio a todos abalanzarse contra las puertas cual marabuntas se paró de golpe y decidió seguirlos. Fue entonces cuando el mini Messi, que venía corriendo, riéndose con otro pibe, se lo llevó puesto. Se le cayó un airpod que rebotó como una bolita. El lector quedó en shock. El mini Messi, sentado de culo, se incorporó con la misma velocidad con la que minutos antes había guardado sus pocos billetes. Pe…pe…perdoná, balbucea el lector. Parece que estuviera hablándole a un fantasma. Tomá. El mini Messi extiende su brazo derecho. La palma abierta de color marrón tierra. En el centro resalta un pequeño objeto de color blanco. Gracias, responde. El mini Messi sonríe y sigue corriendo y esquivando una tromba de oficinistas de caras largas. El lector se coloca de nuevo su airpod y avanza, perdiéndose entre la muchedumbre.

Contra-ayuda: ser felices en la incorrección
Hacia una insurgencia hedonista
Editorial Biblos, 2025
Abelardo Barra Ruatta

 

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