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Por Adolfo Francisco Oteiza
“Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles.”
Borges
A diario asistimos a robos, accidentes, homicidios, triunfos, tragedias, etc. y es todo tan vivido que parece que somos partícipes del hecho.
Todos tenemos una opinión, a veces certera y bien argumentada, pero casi siempre fundada por terceros. Uno de los principales terceros son los medios de comunicación.
Lógica del evento -. Los medios de comunicación, como están planteados ahora, funcionan con la lógica del evento. Un hecho disperso se coloca en la difusión, contexto en el que entramos todos. Está situación actual de los medios está tan acentuada que de ordinario parece ilógico imaginar una diferente. En primer lugar porque los medios de comunicación desde su masificación siempre funcionaron así; en segundo porque ni a emisor o receptor les interesa demasiado que la situación cambie. Por otro lado, como se dijo más atrás, no abundan ideas lo suficientemente convincentes para paliar este sistema.
Verdad y realidad mediática -. A fines del S XIX Nietzsche escribió “No existen hechos, solo interpretaciones”. Esto, aplicado a los medios, nos viene a referir que quien imponga su interpretación se hace dueño de la realidad. Además también nos afirma (sobre todo en ciencias sociales) nuestra incapacidad para constituirnos como seres cognoscentes objetivos. De todas formas la sentencia no quiere decir que la verdad no exista o estemos ajenos a ella; sino que, de momento, tal vez, supera nuestra imaginación y/o raciocinio. Nadie duda que la democracia exista, pero afirmar que la opinión de la mayoría es la verdad es una falacia.
El hecho aislado como argumento -. Los medios actúan sobre el foco del sensacionalismo. No actúan sobre la razón, sino sobre los sentimientos, enfatizándolos o creándolos; y los sentimientos, una vez establecidos, saben crear razones, por más absurdas que estas sean. El hecho, siguiendo la lógica utilizada por los medios, funciona como prueba sobre una problemática (exista o no) y generalmente lo logran. Pero el hecho, en este caso (quitando que haya una estadística seria que lo ampare), no supera el mero ejemplo. Y el ejemplo es loable dentro de una suma de argumentos pero por sí solo no puede probar una hipótesis dentro de las ciencias sociales. Dicho de otro modo, y utilizando un ejemplo, que se practique el aborto no significa la extinción de la especie humana.
El nuevo ídolo -. Hasta no hace demasiado tiempo la inmensa mayoría de la población no teníamos acceso a emitir nuestros juicios o gustos, sino que solo éramos receptores. En la actualidad, con el avance de la tecnología y las redes sociales, nos hemos convertido en receptores y emisores de información, ofreciendo y recibiendo desde dónde vacacionaremos hasta la fluctuación del Yen, conociendo que come alguien que nos importa en lo más mínimo hasta la última calamidad en medio oriente, con todo lo bueno y malo que esto implica. Por un lado tenemos mucho mayor acceso a la información y podemos brindar nuestros gustos y disgustos a más no sea un puñado de personas, democratizando, aunque sea un poco, la comunicación. Por otro lado sufrimos de una sobreinformación excesiva de la que conoceremos sus efectos solo tiempo más tarde, además que nuestra proliferación hacia los diferentes medios deja en evidencia un vacío que muchas veces intenta ser llenado virtualmente y un claro pánico al silencio y la soledad. Al mismo tiempo no hay que olvidar que los medios de comunicación son medios, y antes que medios de comunicación son medios de información, y que la información es una mercancía (quizá la más valiosa en la actualidad), y que quien posea mayor capacidad de información posee mayores probabilidades de dominación, para bien o mal, dependiendo del agrado ideológico y/o moral de cada individuo.
En una sinopsis muy vaga, Borges, en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, narra un relato fantástico en el cual una sociedad secreta (Orbis Tertius) se impone la tarea de crear un país (Uqbar). Siglos más tarde (S. XIX, década del 20), la influencia de un millonario logra que la sociedad se vea en el trabajo de crear un mundo (Tlön), siempre y cuando este se mantenga en secreto. Hacia 1942 son exhumados en Memphis los 40 volúmenes que conforman al aparente mundo ficticio de Tlön. Sucedáneamente, Borges, comienza a ser testigo de distintos objetos hasta ese entonces pertenecientes a Tlön. Ya en 1947 el mundo es absorbido por Tlön y se espera con ansias la entrega de 100 nuevos volúmenes del nuevo mundo.
Etiquetas: Adolfo Francisco Oteiza, Borges, Medios de comunicación, nietzsche