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¿Cómo andás, viejo?
Sí, pasó bocha de tiempo en que no te escribí, bah, en realidad pasaron dos semanas que no es tanto pero lo que pasa es que se siente la distancia, pero no es sólo el estar lejos, yo me di cuenta qué es lo que sucede realmente y lo charlé con uno de los muchachos de la obra: el tiempo en Buenos Aires pasa más rápido. Vos te vas a reír y quizás esto no tenga ningún sustento científico pero sí, acá el tiempo pasa más rápido, no sé, es cuestión de que vengas y lo compruebes pero te aclaro que este pibe se me quedó mirando y después me dijo: sabés que tenés razón… pero lo que te quiero contar, pa, es que acá el tiempo pasa más rápido porque yo estuve observando a los porteños cómo andan por la calle, cuando me tomo el bondi (sí, acá se usa bondi, no colectivo) veo que todos hablan por teléfono o leen fotocopias o escriben por el celular pero todos lo hacen de una manera compulsiva, nerviosa, como si intentaran hacer las cosas rápido por miedo a que algo explote y los mate, es raro porque creo que lo que veo en esas miradas es miedo, es un profundo miedo a morir. Yo los estuve observando estos días porque esta ciudad es extraña, una cosa misteriosa habita en el aire, misteriosa como esas películas de suspenso que le gustan a la Vico, un suspenso raro que por un lado me incita a querer descubrir qué esconde realmente pero por otro lado sé que es demasiado peligroso saberlo. No, pa, no estoy paranoico ni mucho menos, es más, si vos me vieras a mí en el 140 cuando vuelvo del trabajo a la pensión te morirías de risa porque vuelvo todo chivado, transpirando como testigo falso, con una mugre tremenda por todo el polvillo que junto en la obra, además todos apretados y el sol pegado en la ventanilla. Lo que te quiero decir es que yo no me apuro, decidí tomarme las cosas con calma, que el ritmo que vivimos en el pueblo es el ritmo que quiero seguir teniendo y no quiero a parecerme estos infelices que viven apurados, nerviosos, cagados hasta las patas pensando que en cualquier momento va a explotar algo en sus cabezas. Yo los veo papá, transpiran pero no por el calor, transpiran por el miedo, les cae la gota gorda, ¿entendés? Ese miedo, ese apuro que tienen hace que Buenos Aires vaya a mil por hora, todos van a mil por hora y así los días son más cortos, todos disfrutan menos del pequeño momento en que no están laburando o estudiando o haciendo lo que tengan que hacer para ganar guita y poder mantener una vida digna en esta ciudad tan extraña que por momentos pienso que si descubro el misterio voy a volverme un zombie porque eso son, zombies del apuro, de la velocidad, del dale que se me hace tarde. En fin, la verdad que todo va bien, cobré, no sabés la alegría que me agarró cuando el hijo de Tito me pagó el mes completo que estuve trabajando, y era un montón: ¡cuatro lucas, papá! Y me dijo que el mes que viene capaz me aumentaba, porque pagaban mucho más que en el pueblo, así que cuando vuelva les voy a llevar unos cuantos regalos, a vos, a mamá, a la Vico, para que sepan que este pibito se la está re aguantando en Capital. Los extraño mucho, un beso grande para todos.
Facundito
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Etiquetas: Buenos Aires, Facundito, tiempo
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