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Por Federico Capobianco y Luciano Sáliche
La matriz económica del kirchnerismo está basada en el consumo. Esa palabra fría y estimulante oficia como el único motor capaz de revertir crisis, ampliar las capas medias y escaparle al estanque económico. Como fieles keynesianos –claro que para otros keynesianos, estos no lo son-, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández apostaron a la permanencia del empleo y una rigurosa expectativa en la adquisición de los ingresos para que el consumo mantenga y regenere las directivas económicas de la circulación de dinero.
Pero dentro de todos los aspectos económicos hay uno en particular que fue, en estos últimos años, más discutido que cualquier otro, y es el que respecta al Impuesto a la Ganancia, el cuál es el tributo que pagan tanto las empresas como las personas físicas que superan determinado piso de ingresos, de los cuales se calcula el impuesto. De las cuatro categorías en las que se divide, es la Cuarta -la que aplica sobre personas físicas o trabajadores en relación de dependencia- la que genera mayores discusiones ya que hay un monto mínimo a partir del cual empieza a tributarse.
El pasado lunes 4 de mayo, por la mañana, con sus patillas características pero un poco más recortadas, la ausencia de corbata y la gesticulación habitual Axel Kicillof formuló un anuncio que dio qué hablar durante toda la semana. Algo que esperaba un gran porcentaje de la masa obrera del país así como los altos sindicalistas: una reducción en el Impuesto a las Ganancias para quienes cobran un salario bruto de entre $15 mil y $25 mil por mes. Para ir a los números sin tanto rodeo, el trabajador soltero que gana entre $15 mil $ 20 mil pasa de pagar $ 2.066 a $ 1.405, y el casado pasa de $ 1.280 a $ 397. Para el soltero que gana entre $ 20 mil y $ 25 mil el impuesto que antes pagaba $ 3.310, ahora le saldrá $ 2.727, mientras que el trabajador casado que pagaba $2.193 pasa a abonar $ 1.479.
Surgen varias preguntas: ¿Cuál es el verdadero impacto del Impuesto a la Ganancia en la economía Argentina? ¿La modificación en las tasas que anunció el Ministro Kicillof modifica el terreno? ¿Qué panorama se espera cuando comiencen las negociaciones paritarias? ¿En qué situación está el sistema impositivo argentino? Polvo habló con distintos especialistas en la materia para echar luz sobre este complejo escenario.
El límite del salario
Martín Barrionuevo, docente y dirigente de la CTA Sección Chivilcoy-Alberti-Chacabuco, declara que “cuando algunos políticos o dirigentes salen a plantear la ‘eliminación del impuesto a las ganancias’ en realidad están beneficiando a los núcleos económicos más poderosos. Y eso tiene que estar fuera de discusión ya que quienes más tienen que aportar son esos grupos económicos. La discusión hay que plantearla en torno a la cuarta categoría: ¿corresponde que el salario tribute impuesto? ¿Es lo mismo un asalariado que gana 10.000 a uno que gana 30.000? La discusión es dónde tiene que estar el límite entre quién paga y quién no paga el impuesto. La última medida sirve para descomprimir la tensión que genera el tema, pero nuestro planteo como CTA es que ese límite tiene que estar mucho más alto, arriba de los salarios que ganan 20.000 pesos”.
Patricio del Corro, legislador electo por la banca rotativa del Frente de Izquierda -él está dentro del PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas)- en la Ciudad de Buenos Aires, expresa: “Hoy más que impuesto a las ganancias lo que existe es un impuesto al salario de los trabajadores que se paga por adelantado y es descontado de manera compulsiva por recibo. Por el contrario, los empresarios que sí obtienen enormes ‘ganancias’ y ‘se la llevan en pala’ pagan el impuesto en base a una Declaración Jurada elaborada por ellos mismos. Como hoy todo el mundo sabe los empresarios falsean las declaraciones, por lo que reducen el monto que pagan”.
Por su parte, Yamil Santoro, abogado y Secretario de Organización Política de Jóvenes PRO, sostiene que “no podemos analizar un impuesto sin analizar su contexto. El impuesto a las ganancias nació como un impuesto progresivo que buscaba gravar a los ingresos sustancialmente mayores a la media. Sin embargo, en un contexto inflacionario y con topes que no se actualizan de manera automática ni frecuente terminó alcanzando a muchos trabajadores de ingresos medios a quienes se le suma la ya pesada presión fiscal de las cargas sociales. Con todo esto un trabajador termina perdiendo aproximadamente el 50% en manos del fisco y complica la creación de trabajo efectivo o promueve la precarización laboral.”
El sindicalismo viene pidiendo desde hace tiempo que se modifique el mínimo no imponible. Los números varían, hay sindicatos que piden que se eleve a 20.000, otros a 25.000 y otros a 30.000. Pero cómo siempre aparece la pregunta por el límite: ¿A partir de qué número el salario deja de ser salario y se considera ganancia? Por su parte, el Gobierno viene alegando que el mínimo “está muy bien porque fue ajustado hace dos años”. Sin embargo, al ser este un año electoral y al aproximarse las negociaciones paritarias, varios son los sindicatos que advirtieron con iniciar medidas si no logran el aumento que piden.
¿Una medida de coyuntura?
¿Cuál es la idea concreta del Gobierno con esta reciente medida? Intentar dar un poco de aire a los asalariados de cara a la paritarias y al posible cambio de Gobierno en las próximas elecciones pero a la vez continuar recaudando un dinero que le permita seguir inyectando energía en obra pública y en políticas sociales que mantengan caliente la economía.
Santoro manifesta que este anuncio “puede representar un alivio de corto plazo que, por las mismas razones estructurales que nos trajeron a experimentar el presente problema, no tardarán en perder su utilidad. Diría que es una medida para zafar. La pregunta de fondo es por qué el Gobierno Nacional se niega a elevar el mínimo no imponible siendo que la incidencia del impuesto a las ganancias en la recaudación total no supera al 9% y además de mejorar la calidad de vida de mucha gente, contribuiría a disminuir la evasión fiscal. Creo igualmente que hay que ir más allá y debatir también el peso de los impuestos al trabajo en general”. Y agrega: “Es una medida de coyuntura que no logra modificar los aspectos profundos del problema y tiene más efectos publicitarios que estructurales. Personalmente creo que el problema de nuestro país es el exceso de impuestos, mucho de ellos terriblemente distorsivos que han promovido una cultura de la evasión fiscal o economía en negro”.
Para Del Corro, estamos frente a “un Estado que sostiene a la clase capitalista financiándose sobre la clase trabajadora”, y argumenta: “Hay que tirar abajo el impuesto a los trabajadores y aumentar los impuestos a las empresas, a las grandes fortunas, al juego, acabar con las exenciones de contribuciones patronales que gozan muchos empresarios, terminar con las desgravaciones impositivas que beneficia a la megaminería contaminante y poner fuertes impuestos a los especuladores financieros. Junto con esto hay que impulsar la nacionalización de toda la banca para conformar una banca estatal única bajo control de los trabajadores es fundamental para cortar con todas las maniobras de evasión y fuga de los capitalistas.
Este aspecto, para Barrionuevo, hace que se desdibuje el orden de prioridades reales y cotidianas en torno a la cuarta categoría de ganancias, porque “objetivamente el gran problema que enfrenta el mundo de los trabajadores es que en un contexto de recuperación de empleo que han sido estos últimos 10 o 12 años todavía tenemos una gran parte de los trabajadores que no están regularizados, a los cuales no se les respeta el convenio de trabajo, no tienen cobertura social y no entran en la discusión paritaria”.
Lo que viene después: paritarias
Aquí entra un tema clave que está directamente ligado al Impuesto a la Ganancia: las paritarias. En los últimos años, las negociaciones entre los empresarios y los trabajadores con la mediación del Gobierno respecto de cuál será el aumento anual del salario teniendo en cuenta el aumento anual de la inflación fue insatisfactoria. Insatisfactoria en el sentido de que la gran mayoría de los gremios cerraron un aumento inferior a la inflación dando por sentado un ajuste encubierto, es decir, que los sueldos se deprecian año a año. ¿Cuál es la relación con Ganancias? Que si se achican las tasas de este impuesto que se le cobran a los trabajadores, ¿habrá también un beneficio a la hora de pautar el aumento paritario o será una forma de apaciguar las aguas, amansar a las ferias, para que luego la burocracia sindical cierre a la baja y el salario se siga depreciando?
Sobre el tema, Martín Barrionuevo sostiene que “la cuestión de la paritaria está ligada a otra cosa, que a su vez se engancha a otro tema de alto impacto como lo es la inflación. Lo que hay que cortar es el mecanismo que pone en juego el sector patronal empresarial, por el cual una vez que se cierran las discusiones paritarias trasladan a los precios, de manera injustificada, un alza de los mismos para de esta manera ‘peinar’ y llevarse el incremento que el trabajador consiguió legítimamente y si pueden, un poco más también.”
Desde su postura, Patricio del Corro manifiesta: “El gobierno claramente se juega, con Kicillof a la cabeza, a unas nuevas paritarias en donde el salario vaya a pérdida con respecto a la inflación. La clave en estas paritarias estará en ver hasta dónde se desarrolla la bronca desde las bases, porque ya sabemos que más allá del paro del 8 no está en su perspectiva lanzar un verdadero plan de lucha para romper el techo en las paritarias. Por eso frente a la convocatoria a un nuevo paro general el sindicalismo combativo y la izquierda impulsaremos asambleas en los lugares de trabajo para votar que el paro sea activo y de 36 horas para lanzar la pelea contra los topes y por paritarias libres, por un salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar y el 82% móvil para los jubilados y por todas las demandas que las cúpulas sindicales dejan de lado, como la defensa de las condiciones de trabajo, contra la precarización laboral, el trabajo en negro y la «tercerización» que afecta a grandes sectores de la clase obrera, sobre todo de la juventud”.
Un impuesto que no alcanza
Cristina Kirchner cargó duro contra los trabajadores que realizaron un paro a fines de marzo por este impuesto («siento vergüenza de que los trabajadores mejor pagos no les permitan al otro 90% ir a sus trabajos») pero la realidad indica que aún la renta financiera no está gravada, los jueces no pagan ganancias, la herencia no tienen ningún impuesto (sacando algunas provincias) y el IVA, el gran impuesto al consumo, es profundamente regresivo. Porque al ser un impuesto fijo sobre lo gastado, quienes menos ganan, al gastar todo su ingreso para poder vivir durante el mes, terminan pagando más IVA que aquellos que perciben un sueldo alto, que sólo gastan una parte.
Las críticas del gobierno son válidas en el ámbito objetivo: el porcentaje de asalariados alcanzado por el impuesto es mínimo en comparación con el total de trabajadores. Según los últimos informes del INDEC, la población activa es de aproximadamente 16 millones de personas.
El Ministro de Economía precisó que sólo el 11.3% (1.5 M aproximadamente) paga impuesto a la ganancias, de los cuales, el 68% (1 M) fue beneficiado con la última medida. Pero las escalas implicadas se refieren a salarios en bruto por lo que los trabajadores que se ubican en las escalas más bajas perciben un salario de aproximadamente $12.000, que pensado en el bolsillo de un jefe de familia no es número para avergonzar a nadie.
Pero hay todavía un punto más grave que se omite al centrar el debate en ganancias y es lo que involucra al 90% restante. Lo que omiten Kicillof y los funcionarios, como la burocracia sindical, es la realidad de la mitad del total de los asalariados que percibe un salario de aproximadamente -y apenas- $6000 por mes, o la situación del 34% de los trabajadores (el INDEC supo admitir el 25%) que todavía se encuentran trabajando en negro o en forma precarizada, careciendo de todo derecho y fuera de todo convenio laboral.
Las discusiones y controversias sobre Ganancias y Paritarias aparecen de todos lados y con distintos intereses. Y son muchas las veces que, acompañado con la mediatización, el verdadero problema se esconde: qué utilidad tiene el salario del trabajador. Cuando le preguntaron por paritarias, Kicillof respondió que ellos –el gobierno- no negocia con sindicalistas porque no son ellos quienes pagan los sueldos. Pero están ahí, en toda negociación paritaria están, como debe ser, mediando. Una semana después, Kicillof volvió a declarar sobre el tema pidiendo a los empresarios que “no den aumentos que no puedan pagar de su bolsillo” y que debido a la dinámica actual de precios los aumentos deberían ser bajos. Y acá el interrogante puede resultar preocupante, ¿a qué consecuencias teme el gobierno para no cargar contra las empresas, las verdaderas acumuladoras de capital, y hacer despegar el salario real de los trabajadores y terminar con el trabajo en negro y precarizado para brindarle derechos a quienes realmente lo merecen?
Sólo un tonto podría negar la recuperación salarial y de derechos laborales de los últimos años, pero la realidad es que se recuperaron desde el mismísimo fondo del pozo. Por eso también, sería de tonto no ver que este tema genera controversia porque deja ver cómo un gobierno no puede –no podemos afirmar si quiere o no- lanzarse contra la reforma tributaria para que, de una vez por todas, quienes más tienen más paguen y la balanza empiece a nivelar para arriba, levantando a aquellos que todavía están ahí, ocultos en el pozo.
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