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07-09-2015 Notas

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Por Samantha San Romé

“La foto es, para mi, el impulso espontáneo
de una atención visual perfecta,
que capta el instante y su eternidad”
Henri Cartier-Bresson

La utilización de la imagen para representar/mostrar la realidad -párrafo a parte para pensar el concepto realidad- no es algo nuevo. Según la antropología, la imagen visual ha sido una de las formas primitivas de representar el mundo. A través de lo visual: gestos, posturas, dibujos, los seres humanos buscaron comunicar el exterior desde algún punto de vista. La aparición de la fotografía, significó la herramienta más adecuada para registrar la realidad tal cual es por su aparente objetividad y la posibilidad de eternizar un “aquí y ahora”. Sin embargo, su carácter objetivo se puede discutir ya que, la fotografía registra una parte de la realidad que existe y por otro lado la construye. Esto se debe al carácter icónico de las imágenes visuales. Quien aprieta el botón de la cámara que tomará determinada foto, decide qué mostrar, qué queda afuera y cómo: recorta, recuadra, enfoca.

Durante muchos años, la fotografía ha servido –y lo sigue haciendo- para describir la alteridad, lo diferente, lo exótico. En la sociedad actual, la imagen cumple un papel protagónico. En tiempos de revoluciones tecnológicas, redes sociales, inmediatez de la información y las noticias, repetición de imágenes anónimas, de ver y mostrar todo, la mirada se vuelve obligatoria. ¿Cuáles son los límites sobre qué mostrar, cómo mostrar y dónde mostrar? ¿Qué es la realidad? ¿Tiene que mostrarse para existir?

Kevin Carter. Sudán, 1993.

Kevin Carter. Sudán, 1993.

En 1993 Kevin Carter ganó el premio Pulitzer por la foto que tomó ese mismo año a un niño que estaba muriendo por el hambre y la pobreza en Sudán, desnutrido, a punto de ser atacado por un buitre que se encontraba al acecho. Hecha la foto, hecha la metáfora. Según interpretaciones el hambre y la pobreza estaba representada en el niño; el capitalismo feroz en el buitre y la indiferencia de toda una sociedad en el fotógrafo. Un año después, Carter se suicidó. Nadie sabe por qué no alzó al niño hacia su tribu ni si esa indiferencia fue el motivo de la decisión de quitarse la vida. Sí sabemos que tomó una decisión: apretar el botón y seguir. De hecho cuentan que esperó por unos minutos para que el buitre abra sus alas y el producto fotográfico sea más impresionante.

Leonor Arfuch escribió sobre la imagen y la responsabilidad de la mirada. Lo retomo para pensar en la utilización de la imagen de Aylan Kurdi, el niño inmigrante que fue encontrado ahogado en una playa de Turquía- como muchas otras personas más que mueren en el intento de salvarse de la guerra-. Lo que está en discusión no es la intención de la fotografía, que hasta puede estar motivada por una buena causa: ponerse en el lugar del otro, mostrar a los demás las miserias de este mundo, dar testimonio de lo ajeno, lo que sucede lejos y volverlo más cercano; sino cómo se la ha utilizado por los medios de comunicación para informar –desinformar-. La foto pesa más que el conflicto, lo reduce. Fotografiar el cadáver de un niño de dos años a la orilla de una playa en un intento fallido de escapar de la muerte. Venderla y repetirla una y otra vez en los medios más importantes e influyentes del mundo.

Nick Ut. Vietnam, 1972.

Nick Ut. Vietnam, 1972.

Medios que aumentan su rating a través del sensacionalismo, el morbo y el ocultamiento de la información. El efecto: toda una humanidad conmocionada por una foto sobre un conflicto que no nos cuentan y que ya estaba ahí. Y que mañana seguirá estando aunque desaparezca de la televisión y las vidrieras de Facebook. No hubo escape a la recepción involuntaria de esa foto. La imagen es un dispositivo de poder que constituye, identifica, persuade. Y cuando es la del terror: molesta, indigna y perturba. Pero la indignación y la conmoción tienen doble filo porque es un sentimiento inactivo.

Al respecto, Arfuch describe un adormecimiento visual que produce la era de la imagen que se repite sin límites y convoca a la responsabilidad de la mirada en cuanto a preguntarnos “si el ver, puede tener una relación con el saber y el hacer. No solamente como indignación o compasión sino también como responsabilidad de la mirada.» ¿Habría querido ese niño la fotografía de su cuerpo ahogado? ¿Eso importa? Quizás esa responsabilidad en la mirada que nos demanda Aylan es pasar de sacar –y usar- la foto a preguntarnos “para qué fotografiar un cadáver”. Pasar de ser espectadores pasivos de la tragedia y el espanto a la acción transformadora para luchar contra las injusticias e intentar cambiar el mundo -aunque a eso le llamen utopía-.

Nathan Weber. Haití, 2010.

Nathan Weber. Haití, 2010.

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