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30-10-2015 Notas

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Por Agustín Ciotti

Aldo San Pedro no perdió por culpa suya. El domingo pasado, las elecciones nacionales determinaron que los candidatos Daniel Scioli y Mauricio Macri dirimirán en una histórica segunda vuelta quién será el próximo Presidente de la Nación. Pero los comicios también decidieron la suerte de muchos jefes comunales y provinciales en todo el país. En la provincia de Buenos Aires, un error histórico y casi inexplicable -la designación del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández como candidato a gobernarla- arrastró hacia el abismo a un gran número de intendencias peronistas, que sucumbieron ante el sorprendente crecimiento de la alianza de centroderecha Cambiemos, encabezada a nivel nacional por el empresario Macri.

Quizás, advertido del posible desenlace, el intendente de Bragado se alineó para las elecciones primarias del 9 de agosto con la precandidatura de Julián Domínguez, titular de la Cámara de Diputados nacional, derrotado finalmente por Fernández después de una campaña de fuegos cruzados. San Pedro no fue el único que sufrió en carne propia a Aníbal Fernández: sólo en la cuarta sección electoral, el Frente para la Victoria (FpV) perdió, por citar algunos distritos, en Chivilcoy (el jardín de la casa del ministro del Interior, Florencio Randazzo), 9 de Julio, Lincoln, Chacabuco (cuna del mismísimo Julián Domínguez) y en otros, como Junín y Trenque Lauquen, quedó incluso relegado al tercer lugar.

A la expedición electoral del oficialismo en Buenos Aires podría agregársele un segundo error: la decisión de algunos candidatos de competir por un desgastante tercer mandato consecutivo en ciudades importantes, como ocurrió con Pablo Bruera en La Plata o Gustavo Pulti en Mar del Plata. La estrategia fue llevada al paroxismo por Hugo Curto, que llevaba ya 24 años al frente de Tres de Febrero y pretendía seguir estándolo, y, en algunos casos, al ridículo, como en Quilmes, en donde Francisco «Barba» Gutiérrez, un cuadro histórico, recibió un duro revés a manos del cocinero Martiniano Molina, en un acontecimiento que algunos comentarios burlones en la web ya calificaron de «sartenazo». Es cierto que dentro de este segundo grupo se encontraba San Pedro, que cuenta ocho años en el «Sillón de (el coronel Eugenio) Del Busto (fundador de Bragado)» y aspiraba a ocuparlo por un período más, para llegar a doce e igualar a su predecesor, el radical Orlando Costa. Pero su derrota parece haber tenido más que ver con el «efecto Aníbal» que con la percepción de que su tiempo estaba agotado.

Aldo San Pedro

Aldo San Pedro

Aníbal Fernández, actual jefe de Gabinete de Ministros y ex senador de la Nación, también fue ministro del Interior (2003-2007) y luego de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos (2007-2009). Durante su gestión relativizó hechos sumamente graves, como la desaparición de Jorge Julio López, el 26 de agosto de 2006, un testigo clave en el juicio por crímenes de lesa humanidad que condenó al represor Miguel Etchecolatz. Ya como ministro de Justicia conservaba el control de las fuerzas de seguridad cuando el 20 de octubre de 2010 una patota de la Unión Ferroviaria (UF) asesinó al militante del Partido Obrero (PO) Mariano Ferreyra, durante una protesta en la estación Avellaneda del Ferrocarril Roca, ante la actitud permisiva de la Policía Federal. Fernández negó en aquella ocasión que hubiera existido zona liberada, a pesar de que en abril de 2013 algunos de los agentes involucrados en el hecho fueron condenados a prisión. El 30 de septiembre de 2011, instigado por Fernández, el por entonces juez Juan Manuel Yalj detuvo arbitrariamente al dirigente ferroviario Rubén Sobrero, acusándolo de incendiar vagones de la línea Sarmiento a la altura de Ciudadela. Tres días más tarde no tuvo más remedio que liberarlo por falta de pruebas y al mes le dictó la falta de mérito. Con tales antecedentes ni siquiera era necesario el informe de Canal 13 sobre su presunta complicidad en el Triple Crimen de General Rodríguez, ocurrido en 2008, y sus supuestos vínculos con el tráfico de efedrina, para advertir que no era el candidato adecuado.

San Pedro deja la intendencia después de ocho años y como suele ocurrir cuando un referente político que ha ostentado una fuerte presencia en su territorio finaliza su mandato, comenzará la discusión por precisar su verdadero lugar en la historia de Bragado. Seguramente, sus seguidores afirmarán que fue un gran líder popular, que reivindicó por sobre todas las cosas los intereses de los sectores más humildes, una reencarnación de Victorino Yacovino, el mandatario municipal de los días del primer peronismo; sus detractores, en cambio, tal vez ofrezcan un retrato demoníaco de su figura y lo emparenten con un caudillo demagógico y autoritario. Lo más probable, también como sucede frecuentemente, es que no haya sido completamente ni una cosa ni la otra.

Los años del sanpedrismo en Bragado podrían resumirse como de intensa movilización política. En el amanecer de su primer gobierno, iniciado el 10 de diciembre de 2007, tuvo algunos problemas para formar su gabinete, a tal punto que para idénticos cargos aparecían en danza varios nombres a la vez. Se recuerdan medidas saludablemente progresistas, como el programa Escuelas de Verano, en donde buscaba el aprovechamiento del espacio del parque lacunario en las afueras de la ciudad a través de la inclusión de niños de familias sin recursos para enviarlos a una colonia de vacaciones, y también otras muy importantes, que se diluyeron en el tiempo, como el tren local (para unir la planta urbana con los cuarteles) y el intento de acercar el Ciclo Básico Común (CBC) para la inserción de los jóvenes en la universidad.

Si hay que señalar alguna deuda, podría buscársela en el orden de la planificación de algunas obras puntuales en la vía pública, como la inexplicable presencia de un «anfiteatro» jamás culminado ni aún derrumbado en la Plaza Raúl Alfonsín, junto al acceso Perón. También se le han cuestionado fallas en su obra insignia, la remodelación del Teatro Florencio Constantino, rebautizado Centro Cultural, e inaugurado por videoconferencia con la presidenta del Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en noviembre de 2012. Sin embargo, también en este ítem puede presumir de logros importantes, como la construcción del nuevo edificio del Concejo Deliberante y refacciones en la terminal de ómnibus.

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Muchos vecinos y algunos referentes de las fuerzas opositoras también hacen hincapié en el supuesto fracaso de su política de organización del tránsito y en el crecimiento de la “inseguridad”, cuyos síntomas más elocuentes habrían sido unas decenas de casos de robos en viviendas particulares. En el ocaso de su gestión, San Pedro no pudo explicar los allanamientos realizados el 8 de octubre en la ciudad por la Policía Metropolitana, ordenados por el juez Claudio Bonadío, relacionados con la posible presencia de una banda dedicada al narcotráfico.

En el plano político también se atestiguaron la creciente incorporación temprana de jóvenes a la actividad proselitista y algunos debates muy intensos e interesantes, como el del proyecto de instalación de una sucursal del Mercado Central, durante el invierno de 2014. San Pedro fue claramente el ganador de aquella contienda, tanto en el plano discursivo -logró ubicar a la oposición a la derecha del tablero político, presentándola como aliada de intereses minoritarios de un puñado de comerciantes- como en el de la práctica -consiguió, efectivamente, que la sucursal se instalara-. Al poco tiempo, sin embargo, una tormenta inusual terminó con un tornado que voló por los aires el techo de la sede comercial y la discusión tuvo un inesperado final.

El kirchnerismo dejará el 10 de diciembre próximo el gobierno nacional habiéndole entregado en bandeja la provincia de Buenos Aires a Mauricio Macri, a quien se le achacaba nunca haber podido hacer pie -hasta el domingo- en un distrito bastión del Partido Justicialista (PJ). Sería un error desconocer en su representante en Bragado, el intendente electo Vicente Gatica, virtudes carismáticas o habilidad para haber construido su candidatura desde el Concejo Deliberante, al que había llegado en las elecciones legislativas de 2013.

En 2007, cuando pronunció el discurso en el que reconoció su derrota, Orlando Costa, que competía por su cuarto mandato en fila, explicó que parte de ella había tenido que ver con la crisis de representación que aquejaba a la Unión Cívica Radical (UCR), al menos desde la caída del gobierno de la Alianza en 2001, en todos y cada uno de los rincones del país. Casi una década más tarde, su vencedor en aquellos comicios, Aldo San Pedro, sufrió una decepción similar, también por circunstancias de la vida política cuyo control escapaba de sus manos.

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