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Por Luciano Sáliche
I
La semana pasada me desperté en otro lado. Otro lado no significa una dimensión paralela o un cabaret con paredes de cocaína sino algo más sencillo: el desconocimiento total de las posibilidades de familiaridad: la otredad quemando a la realidad con formato ajeno. “¿Dónde poronga estoy?” es una de los enunciados que se me decodificaron en la cabeza y que la literatura sólo puede utilizar en forma de diálogo. Los expertos dicen que suele pasar, que la primera reacción puede ser desconcierto seguido de un pánico existencial. ¿Qué es lo que sucede en ese lapsus que parece escapar al tiempo? La pregunta por el lugar no omite la pregunta por la identidad. ¿Acaso hay mayor soledad que la de no contar siquiera con recuerdos? Así ocurre una desorientación extrema: el estremecedor escalofrío de la soledad absoluta. Ni siquiera un yonqui cabeza de tacho podría sentir placer cuando se borran por completo los pilares de la realidad.
El año pasado la revista Neurology publicó un estudio de la Universidad de Stanford sobre el fenómeno del despertar confusional. Como quien liga un joker de primera mano quitándole todo el sentido trágico al juego, decidieron ponerle “borrachera de sueño”. De las 19 mil personas que se sometieron al estudio, un 15% admitió que padeció estos episodios alguna vez y el 8% confesó que lo sufre una vez a la semana. Uno de cada quince norteamericanos es el saldo promedio arriesgado. El Dr. Maurice Ohayon, director del experimento, realizó algunas bromas sobre las anécdotas que ha recogido como testimonio. «Existió el caso de un hombre que se levantó confundido dentro de un barco, se cayó al mar y murió», dijo y no hizo falta que se erija una turba de reidores estilo Seinfeld.
Un consejo médico importante: si dormís con alguien, es necesario que sepa del problema que tenés. En la mayoría de los casos, el paciente se despierta y tiende a agredir y agredirse. La confusión genera pánico y el pánico, violencia.
En el estudio no logran encontrar las razones pero mencionan asociaciones lógicas con el insomnio, la ansiedad y el consumo de antidepresivos. ¿Qué nos dice de este siglo alborotado el despertar confusional? Hace cinco años atrás se detectó una interrogación masiva. Cientos de post de usuarios en foros para preguntar y compartir experiencias. Internet es un lugar muy acogedor para las personas que sufren agonías solitarias, un sitio de encuentro y comunión de almas devastadas por el capitalismo de la individuación que sólo buscan un poco de cariño y compasión.
II
Un usuario en Yahoo! Answers explicó que “por más que me esforzaba por encontrar la respuesta, notaba un vacío neuronal” y pidió ayuda a la microcomunidad. Una chica bajo el nikname de Psiquis le abrió un abanico de posibilidades (cito textual): “puede ser una parálisis del sueño, sientes que estas despierto pero no lo estas, oyes, todo al rededor y sientes todo, o bien puede ser manifestaciones de otro tipo de patología, desde ansiedad, estados depresivos, por eso es importante que te revise un especialista en salud mental, si él considera prudente realizar un electroencefalograma para descartar patología de tipo epiléptica”. “ami tambien me pasa aveces pro nunca me pregunto xk pasa siempre pienso k aun estoi medio dormido i mezclo el sueño con la realidad”, le contestó Marcel B entre los tantos comentarios que variaban entre consuelo, alarma y publicidad.
En un foro de mujeres, una usuario llama Belita261 escribe: “Cuando me acuesto concilio el sueño y todo bien pero a las 2, 3 o 4 de la mañana me despierto sin saber donde estoy, quien tengo a mi lado y porque estoy ahi, lo que hago es levantarme y buscar una salida o alguna puerta o algo para salir ya que con la oscuridad no veo (…) Cuando tengo a mi pareja al lado no lo reconozco y me pongo a llamarle para ke me ayude o me diga algo porque no se quien es!! es muy fuerte, cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo me hecho a llorar. Llego 3 años mas o menos asi”. Una mujer bajo el seudónimo Hellen229 le compartió su experiencia: “La penultima vez que me ocurrio duro un poco mas y fue durante el dia, me quede dormida en la sala aproximadamente 30 min. estaba sola y mi gata me desperto y me asuste mucho por que no reconocia a mi gata ni el lugar en el que estaba, yo solo decia en mi mente mamá, mamá donde estoy? (hace años que no vivo con mi mamá)”.
Por su parte, Mariah1984 contó: “el otro dia me paso a mi, me ha pasado unas 4 veces. no me acordaba del nombre de mi marido. dicen que es porque primero se despierta el cuerpo pero la mente aun está dormida”. Orual1 es más optimista: “No tiene nada que ver con que estés mal de la cabeza ni nada parecido. Seguramente tienes un pequeño problema de ansiedad y por eso te despiertas. Toma tila o alguna otra infunsión para dormir mejor, y ya verás cómo mejoras. Sobre todo no te obsesiones”.
En otro foro, una chica escribe desesperada: “Hola en la mañana me desperte de golpe sin saber donde estaba ni mi nombre y mi habitacion me parecia extraña. lo raro es que me dormi normal sin una gota de alcohol ni nada por el estilo”. “Ten en cuenta que mientras duermes rara vez eres tu misma y que tu mente crea cosas nuevas”, le responde un tal Diana. Luego un usuario se mostró escéptico: “Si estas consumiento alcohol o sustancias, hablalo con tu medico y planteate seriamente dejarlas, ya que podria ser el principio de una triste vida. Suerte”. Por su parte, CiëLö_RöS@ manifestó: “A mi me suele pasar pero dura solo 5 minutos, o a veces menos!, pero me encanta ese estado!!….bss”
Imagino a estos foristas detrás de la pantalla leyendo e identificándose. “¡A mí también me pasó!” Empatía y adhesión. Primero el desgarro de narrar una experiencia traumática. Luego la incertidumbre de esperar la opinión de la masa. Finalmente alivio e identidad compartida. Esa fría marca de haber mirado a la soledad a los ojos, ya no congela tanto. Los imagino escribiendo compulsivamente frente al teclado toda la situación vivida añorando que, tal vez, haya alguien más que posea las mismas preguntas desesperadas. Ese sentimiento tan escaso y a la vez abundante del contacto virtual liberador.
III
Si durante los 90 el concepto que explicaba la alienación era el estrés, hoy es el pánico. La desesperación que explota en una bomba cáustica de nervios y ansiedad. Ya no se puede concluir en una silenciosa desconexión de datos, en ese sonido que se aleja como un eco agónico. El reviente que el sistema de acumulación actual te genera es hacia afuera, rompiendo los límites de la privacidad y la procesión, como un expansor ruidoso, como una gota de leche que corrompe la armonía del café.
Cuando pensamos en el sueño lo hacemos como un viaje. Lo que en otras sociedades más optimistas llamaron alma o espíritu, es la conciencia la que se subvierte en un recorrido hacia las profundidades del descanso. El sueño se divide en cinco fases bien delimitadas. La primera es la del adormecimiento, la más divertida -Salvador Dalí ha ahondado mucho en esta fase para crear las mejores obras del surrealismo-: el paso de la vigilia al sueño. La segunda es el sueño ligero donde disminuyen el ritmo cardíaco y el respiratorio. La tercera es la fase de transición al sueño profundo que dura entre dos y tres minutos, la cuarta es el sueño delta donde las ondas cerebrales se amplían, y la quinta es la fase REM (por su sigla en inglés: movimiento del ojo rápido) que es la más intensa dado que aquí se sueña. La conciencia viajando por este firme y reforzado túnel de la seguridad. Una viaje placentero y bien organizado, seguramente, pero ¿qué pasa cuando el tren se descarrila?
En los mínimos minutos que dura la fase tres de transición al sueño profundo es cuando todo puede colapsar. Aquí aparece el despertar confusional que no es otra cosa que una parasomnia, un trastorno en la conducta del sueño. ¿Qué mierda pasa acá? Según Wikipedia “el cerebro del paciente está atrapado en medio del sueño y el estado de vigilia”. No hay electroencefalograma que pueda precisar cómo rescatar a una conciencia descarrilada. Aún la ciencia no ha llegado tan adentro.
IV
En un cuento de Sam Pink, un profesor universitario se despierta en el pelotero de un Mc Dondald y dice: “Eso sería raro si no lo hubiese hecho ya tres días antes”. Como una versión border de la populosa película ¿Qué pasó ayer?, el tipo abre los ojos y se pregunta qué lo llevo a amanecer en un lugar tan detestable. Por suerte, las luces encendidas, la superficie acolchonada por las pelotitas de plástico, el olor a comida chatarra mezclado con el vómito en su ropa pueden explicar su situación a primera mano. Mi caso es diferente: era como si todos los sentidos estarían anulados.
Cuando yo desperté esa noche estaba solo. Mi mujer estaba de viaje y el hermetismo del departamento no dejaba filtrar ningún tipo de luminosidad exterior. La oscuridad era una ley incorrompible. Estiré los brazos y jamás sentí pared; era como si estuviese acostado en el espacio infinito. Logré levantarme y pisar el suelo. Con las piernas flexionadas y las manos extendidas intenté acariciar algún objeto concreto, alguna cosa que me diga que yo también lo era, que formaba parte de un mundo con significantes. En la pendiente hacia arriba de segundos anuales me pregunté por las posibilidades intrínsecas de lo real. En ese plano no había amor, no había tecnología, no había belleza; sólo una incuestionable sensación de vacío y eternidad. Era un cuerpo desnudo balanceándose en el pánico de un mundo sin reglas que corromper.
Luego sentí un murmullo, una pizca lejana de compañía en algún lugar del espacio. Detrás de las paredes, en otros departamentos, ruidos de vida humana. “Sus risas sonaban como vidrios rompiéndose”, escribió Noah Cicero alguna vez y quizás ahí, en ese punto, radica la sensación de que el cambio de la soledad a la compañía nunca es tan confortable. ¿El vacío de estar solos es más doloroso que los asfixiantes latigazos de vivir en una sociedad atravesada por la más caótica crueldad? La respuesta es sí.
Etiquetas: Despertar confusional, Noah Cicero, Sam Pink, Soledad, Sueño