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06-01-2016 Notas

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Por Alfredo Srur

La disociación que existe entre la toma y la realidad. Este hecho, grave, a medida que pasa el tiempo se hace cada vez menos perceptible. Hasta el punto de encontrarnos retratando el sufrimiento humano desde la absoluta insensibilidad, sin detectar que del otro lado hay una persona que ha perdido todo, o no, mientras uno es bien remunerado por algún medio de comunicación, a cuyos editores y/o dueños poco le importa, en general, elsufrimiento ajeno. Las imágenes, que uno creía servían para cambiar algo de la realidad, son absorbidas por el sistema como un modo de atracción y consumo.

Muchas veces la belleza estética del desastre, sólo sirve para distraer y alejarnos de las personas. Además de para decorar algún living. El exceso de belleza, fotográficamente hablando, es un discurso casi fascista.

He sufrido daño interno retratando catástrofes para distintos medios de comunicación. Y no ha servido para nada, salvo para favorecerme económica y profesionalmente. Sólo tuvo un sentido cuando fue una publicación autogestionada en un contexto íntegramente controlado por mí (o mi equipo de confianza), desde el diseño, la puesta en página, los textos, la distribución, etc.

No hay un solo medio de comunicación grande que merezca mi respeto, sólo algunos periodistas que todavía tiene pasión y huevos por lo que hacen, cada vez con menos aire. Todo medio de comunicación responde a un interés económico de turno. De vez en cuando se filtra algo bueno.

Estoy cansado del virtuosismo fotográfico y los falsos discursos. Fotógrafos que hábilmente trabajan con el desastre para luego ser premiados en el mundo y hablar de cuánto sufrieron haciéndolo. O para adaptar un discurso políticamente correcto a su manera de trabajo. La estética es ideología y el contexto y el modo en que fue hecho y difundido también. Nunca conocí un fotógrafo que haya compartido su premio con sus retratados.

Me pregunto: ¿Cuál es la verdadera motivación para fotografiar lo ajeno? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿A quién beneficia? ¿Cuánto se tarda en hacerlo? ¿Hasta que punto el fotógrafo conoce el conflicto que retrata?

Creo que nos iría mucho mejor si cada cuál se mira más al espejo y habla de lo propio. De lo ambiguamente propio. De nuestras más profundas contradicciones.

Sería muy productivo debatir verdaderamente si el documentalismo existe, existió o dejará de existir.

¿Cómo se le pide a alguien devastado que pose? ¿Quién nos da permiso, en pos de la civilización, de invadir al otro? ¿Cómo hago para ver una tragedia, involucrarme, y luego desaparecer? ¿Cómo hago para pensar en la composición cuando alguien adelante mío sufre? Hoy veo esta foto tomada en el devastador incendio que hubo en Villa Cartón (2007) y me duele mucho más que cuando la hice.

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