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Por Federico Capobianco
“Hay que sobrevivir a la noche”, le recomienda el psicólogo a Edgar Freemantle en la interminable novela de Stephen King: “Duma Key”, quien mientras se recupera de las secuelas que le dejó un accidente automovilístico, las cuales lo llevan a intentar suicidarse, recibe el pedido de divorcio de su esposa; y queda solo. Por eso el psicólogo le recomienda una terapia geográfica, que se mude a algún lugar nuevo, para que sean menos los recuerdos que aprieten por la noche.
La noche no es un problema pero hay que sobrevivir a otro montón de cosas en “Love”, la nueva serie de Netflix que, aunque trate de treintañeros –la edad ya es cliché- que andan algo perdidos, sin rumbo fijo dentro de ese supuesto plan de realizaciones biológicas y culturales que todos tenemos que cumplir; aunque le dé una vuelta de tuerca a las comedias románticas quitándole esa parte pegajosa y horrible donde los protagonistas son lindos –ella sí- y donde no tienen problemas, intentando acercarse un poco a los reales –solo un poco- para mostrarnos lo patético que podemos llegar a ser para ser “vistos” por alguien; aunque corra al personaje femenino del lugar de “minitah”, presentándola con las mismas crisis que cualquiera; la serie no habla de amor sino del fondo mismo del amor. Y por más que se presente en clave cómica, la serie se torna trágica la mayoría del tiempo, con felicidades que duran apenas minutos, dejando al descubierto nuestro miedo a estar solos.
Que el soundtrack de la serie es bueno, no hay dudas. Pero si habría que elegir una banda que sepa hablar del tema, los españoles de Extremoduro encajarían a la perfección. Los minutos que duran sus canciones podrían ser un resumen de la serie. Roberto Iniesta –o el Robe- es el líder y compositor de la banda que, seguramente, en sus casi treinta años de actividad, dedicó y sigue dedicando casi todo su repertorio al amor. Sí, hay un montón de esos, pero el Robe compone en lengua hispana, lo que hace difícil eso de crear algo poético y rockero sin caer en la cursilería y sin cantar siempre la felicidad, porque el Robe le canta al amor pero por lo que es: eso que puede levantarte a veces pero destruirte casi siempre.
https://www.youtube.com/watch?v=SGQblDDiUuo
Como serie de jóvenes, la conectividad y la ansiedad del contacto permanente están presentes -es imposible separarla- lo que sustenta aún más la idea de la serie. En relación a su título, es verdad que las redes son una búsqueda constante de amor, de mostrarnos para ser queridos, aceptados. Sin embargo, el final es el mismo, en palabras de Bauman, el sociólogo que mejor explicó la modernidad: “Los creadores de las redes sociales han ganado millones centrándose en nuestro miedo a la soledad… En las redes jamás puede suceder que alguien se sienta rechazado o excluido”.
Como serie de jóvenes, la conectividad es también sociabilidad, pero como serie de adultos, cuando es demasiada, las sensaciones son otras: “Bueno, estoy acá con ustedes; con eso pueden juzgar como estoy”, contesta un personaje secundario pero genial cuando llega al bar y le preguntan cómo está -en uno de los mejores capítulos de la temporada-, dejando en claro que las compañías amistosas tienen su lado bueno pero se quedan cortas. El peso de las cosas importantes de la vida no se comparte con los amigos. Sí pueden ahuyentarse por un tiempo, con esa sociabilidad y mucho alcohol, pero por eso Mickey –la protagonista- y el muchacho secundario pactan para retomar juntos Alcohólicos Anónimos.
El Robe “sobrevive a la noche” y le canta a eso también, pero a juzgar por su aspecto y sus letras, el Robe sobrevive en gira constante, sin rumbo, enviciado de todo, lo que es causa y consecuencia de sus problemas.
Y como serie de treinteañeros, aparecen ingredientes relacionados con la edad, que aunque cliché, Love muestra que los treinta es la edad en la que la existencia aprieta con más fuerza sobre la edad biológica. “Existe una inseguridad hacia el miedo existencial”, insiste Bauman. Y del miedo, retratado en todas las películas de terror, se escapa corriendo, por lo que si forzamos la analogía, de la soledad del amor –o desamor- se escapa sumergido en la abundante laguna del garche ocasional. Pero ese garche ocasional puede ser un arma de doble filo, constructivo o destructivo según el motivo que lo busque. Uno puede meterse hasta en orgías multitudinarias si se encuentra en un proceso experimental de búsqueda mientras disfruta de una soltería tranquila, para después contentarse con el recuerdo y la anécdota. Pero la anécdota nunca se cuenta cuando uno razona que se encamó con quién pudo para no volverse a casa solo. Porque soltero no es lo mismo que solo. “Crecí creyendo que coger era lo más importante de la existencia y que la pareja, su fin. En la pareja monogámica me encontré con el sexo más abundante, el más perverso, el más el más tierno, el más sacado y el único que no te deja con un cráter en el alma al día siguiente.” Escribió Juan Sklar en una de sus notas-diario-íntimo que suele publicar. Lo que no valida la teoría pero la acompaña. Nadie quiere quedarse solo opinando, tampoco.
O como canta Extremoduro: «y al llegar a casa me saludan: / ¡oye! ¿dónde vas cabrón?, ¿dónde te has metido? / te aseguro que no he estao de más, que no he perdido el tiempo, / que lo he gastado en: / salir, beber, el rollo de siempre, / meterme mil rayas, hablar con la gente, / llegar a la cama y …¡joder, que guarrada! sin tí / y al día siguiente…»
El mayor beneficio que otorga una serie como Love–porque se puede hablar del amor sin ser cursi- es el sacudón que uno recibe cuando se sienta a verla esperando distenderse un rato y se da cuenta que tiene algunas cosas para pensar. Y pensar lleva al asilamiento, que es muy distinto a recluirse y es muy distinto a la soledad. Es lo opuesto, es la puerta que lleva a todo lo bueno que muestra la serie, a esos minutos de felicidad, esa que permite alejarnos un poco de la angustia moderna, la que suplantó a la idea antigua de sabernos mortales, por la conciencia de la posible soledad, esa que es lo mismo pero peor, porque es alcanzar la muerte viviendo.