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Por Leticia Martin
“Sin obstáculos al amor, no hay romance […] La felicidad de los amantes nos emociona sólo a causa de la expectativa de infelicidad que la acecha”, dijo Denis de Rougemont en L’amour et l’Occident. Parece ser que la necesidad del obstáculo rige las pasiones mucho más de lo que imaginamos. Sin obstáculo –señala Beatriz Sarlo– no existiría la novela. Lo que estorba es indispensable a la hora de construir ficción. Y si bien la naturaleza del obstáculo está sujeta a variaciones a lo largo de la historia de la novela, [la condena del adulterio, la prohibición del contacto sexual antes del matrimonio, la condición social desigual entre los amantes, etc.] la presencia del conflicto en la trama, cuál palo en la rueda, nunca debe faltar.
Si se tiene en cuenta esta cuestión, a la hora de analizar la primera novela de Vanina Colagiovanni, Laguna, rápidamente se puede encontrar un motivo para celebrarla. En apenas unas pocas páginas se plantea la cuestión que guiará la trama. Desde esos primeros párrafos, el lector se ve involucrado con la narradora en la necesidad de saber, al mismo tiempo que ella, cómo la protagonista de la historia saltará su imposibilidad de recordar. Nubia ha olvidado todos sus recuerdos, no puede retener datos nuevos, se ve tapada y obstruida por sus lagunas mentales.

«Laguna» de Vanina Colagiovanni
Sobrevaluar el recuerdo
Una mujer despierta un día, sin más, con la novedad de sus olvidos. No reconoce a quienes la rodean –empezando por su pareja– ni sabe cómo llegó al lugar donde está viviendo. Avanzar, pese a sus “lagunas mentales”, implica formularse una serie de preguntas. ¿Qué debe hacerse con el pasado? ¿Importa recordar? ¿Tiene sentido retener la propia historia? ¿Se puede resolver lo actual sin lo anterior? En cuanto se le presenta la oportunidad, Nubia decide salir a buscar los retazos que puedan quedar de su pasado, empezando por los más recientes que, en apariencia, mejorarán su vida práctica. Rastros, huella, olores, sentimientos hacia algunos amigos… Pero ¿cómo se sigue sin tener cierta información, sin saber a quién se ama? ¿De qué se constituye el presente que transitamos? ¿Qué elementos del pasado necesita el instante actual para constituirse en el instante siguiente? En el cuerpo y sus sensaciones hay una primera clave de lo real, que la protagonista elige seguir. Por eso decide hacer un viaje a Córdoba y termina involucrándose con una comunidad hippie de las sierras. Entregada a esta realidad convive en cierta armonía con su “nueva familia” y conoce a alguien que, en un relato ingenioso y visual, le hace el amor en una hamaca paraguaya. Sin embargo su viaje no tiene por única finalidad restituir su pasado perdido para moverse en el presente, sino que, en paralelo, Nubia hace un viaje interior, hacia su mente y sus recuerdos de la infancia, que le irán dando las claves para entender su realidad llena de novedad y sorpresa. Y como quien trabaja con la ficción no hace más que trabajar con la memoria, Colagiovanni usa esta excusa como motor para pensar los desfasajes entre lo real y lo ficcional. “En esa evocación insistente y morosa de su infancia, por más fabulada que fuera, había cierta verdad. ¿Por qué una ficción podía ser más real que lo real?” se pregunta Nubia luego de volver a recordar flashes inacabados de una escena de su infancia que retorna con frecuencia.
Nubia, además de un nombre de mujer, es la región situada al sur de Egipto que ocupa buena parte del valle del Nilo. Lo interesante de este dato en relación al nombre de la protagonista es que la lengua de Nubia es una conjunción de pequeñas lenguas llamadas “Nilo-Saharianas”, que nunca pudieron ser clasificadas. Nubia debe volver a nombrarse, reubicar recuerdos que aparecen a partir de sensaciones corporales, poner en caja, etiquetar, clasificar. Su existencia rebasa la posibilidad de una lengua unificada y puesta en un catálogo. De allí la buena elección del nombre. Pero además, si nos detenemos en la primera frase de la novela, “Amaneció de costado”, también podemos observar esa especie de desajuste que es la existencia. “Quien mal empieza mal acaba”, señala el dicho popular. Nubia arranca este viaje de costado, de forma anormal, incómoda, y en apenas una línea más nos enteramos que, no sólo está enroscada en la cama de un modo extraño, sino que no sabe dónde está. “Unos segundos después, vio salir del baño a un hombre que le anunció sonriendo que el desayuno estaba listo”.

Vanina Colagiovanni
Una influencia evidente
En esa actualidad del “instante-ya”, o actitud hacia el presente que se vive con pasión y entrega uno podría leer la influencia de Clarice Lispector que, si bien maneja un no-estilo propio muy distinto a la prosa ordenada y limpia de Colagiovanni, siempre alude a temas que se emparentan con el de esta primera novela de la autora. Laguna es un texto agujereado, lleno de ausencias y vacíos. Si observamos más allá de nuestra construcción neurótico-obsesiva del mundo y de la vida y nos alejamos de ese vano intento por cerrar, explicar, y ordenar todo lo que nos pasa, Laguna se parece bastante a lo real. De allí la identificación que produce y su mayor logro. Somos seres frágiles en constante desequilibrio. Todo el tiempo podemos darnos la oportunidad de reiniciar nuestras vidas. Capturando escenas de nuestro pasado, aún cuando no sepamos muy bien quiénes somos, ni por qué recordamos ciertas cosas –y no otras– siempre podemos avanzar en la dirección del deseo.
Para terminar, una definición que extraigo textual y que muestra el borde reflexivo de esta novela que, sin fallar en la trama y sus peripecias, se permite una cantidad de desvíos interesantes. “…La memoria era una trama incompleta, desahuciada, elaborada por una arañita que tejía y destejía los hechos, equivocaba el recorrido, remendaba agujeros con nudos, abría nuevos puntos, iniciaba líneas donde no había nada, truncaba caminos que habían ido construyéndose con paciencia”. Tal vez Colagiovanni haya escrito esta novela no sólo para mostrarnos su prosa trabajada y sólida, sino también para preguntarse acerca del valor del pasado y de la necesidad de la memoria.
Laguna
Vanina Colagiovanni
Editorial Bajo la luna
160 páginas
Etiquetas: Beatriz Sarlo, Denis de Rougemont, Leticia Martin, Liteatura, Novela, Vanina Colagiovanni