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03-08-2016 Notas

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Por Federico Capobianco

I

La semana pasada, específicamente el 26 de julio, se cumplieron 63 años del fallido ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba a cargo de un pequeño grupo revolucionario liderado por Fidel Castro. Un año antes, y luego de haber concluido su mandato, Fulgencio Batista dio un golpe militar y se hizo cargo del gobierno suspendiendo cualquier garantía constitucional, clausurando el Congreso y reprimiendo cualquier manifestación opositora. El asalto al Moncada –la segunda fortaleza militar más importante del país- tenía como objetivo derrocar a Batista.

La última publicación de la revista Sudestada, con los inminentes noventa años de Fidel –los va a cumplir el próximo 13 de agosto- como tema principal, analiza y cuenta los diez momentos de su vida que conmovieron al mundo. El primero, obviamente, es el asalto al cuartel.

“Moncada fue quizás el hecho más importante de la Revolución –me contó Rolando en su casa de Trinidad cuando estuve de viaje hace unos meses por la isla y con quién tuve la oportunidad de conversar largas horas sobre el tema-, fue un fracaso militarmente hablando pero el éxito fue a nivel político. Fidel pasó a ser el mayor representante de la oposición al régimen de Batista en toda la isla y eso era más importante que haber triunfado ese mismo día porque no hubiera tenido peso su figura.”

El segundo momento de los destacados por Sudestada es el exilio en México en la casa de María Antonia, dos años después de Moncada, de haber sido enjuiciado y de que una masiva manifestación popular haya generado la amnistía a los insurrectos y los haya obligado a partir. Ahí, en esa casa donde empezó a pensarse la vuelta a la isla, Fidel conoció a Ernesto Guevara.

Esa relación de acontecimientos me llevó  a pensar lo siguiente: ¿qué hubiera pasado si Moncada no fallaba? Seguramente la revolución hubiera cumplido su objetivo antes, “muy temprano” para Fidel. Y sí, es un juego quizás sin sentido, pero si Moncada no fallaba, ¿dónde estaría Ernesto? La pregunta podría no tener límite y hundirnos en el vicio vacío de un juego sin final. Pero no es el caso. Realmente Moncada podría haber salido bien.

Fidel arrestado después del ataque

Fidel arrestado después del ataque

II

Estaba todo preparado. Las discusiones de si los 120 revolucionarios que viajaban hacia el Moncada más los que tenían como objetivo el asalto simultáneo al Cuartel de Bayamo, para evitar un contraataque, estaban mal entrenados continúan hasta hoy como forma de analizar los porqués del fracaso. Fidel, en su alegato de autodefensa en el juicio en su contra por aquel acontecimiento, declaró que cada uno de sus hombres estaba preparado para enfrentarse con quién sea. Estaba todo organizado desde hacía meses. Julio es época de carnavales en Cuba y el ambiente suele dispersarse y en 1953 se cumplían 100 años del nacimiento de José Martí, líder total de la revolución independentista de 1895 y líder espiritual de estos nuevos intentos revolucionarios y de Fidel, según declaró infinitas veces.

Se discutió también la edad de los combatientes pero Fidel, en Un grano de maíz, el libro que incluye las conversaciones con Tomás Jorge, el guerrillero y escritor nicaragüense, declara que: “yo recomendaría que los que hicieran la revolución fueran gente joven, porque cuando organicé el ataque  al Moncada yo tenía 26 años.”

Más allá de las discusiones actuales, lo que hubo en aquel momento fueron imprevistos y una consecuente decisión tomada por Fidel en una milésima de segundo que fue mal interpretada por todos los que venían atrás y la cosa se desmadró. Si empieza mal, termina mal, dicen. Hubo, sí, algunos errores pero que no afectaron a Moncada en ese instante sino después, entrando en el paquete de fallidos: como el desvío de ruta intencionado de un tercio de los combatientes, que aunque luego se alegó equivocación de ruta, se supo que Ernesto Tizón, quién dirigía esa columna, desertó a mitad del plan. Por otro y en otro lado, en Bayamo, una de las principales indicaciones que tenía Ñico López, líder de esa misión, era llevar un alicate para cortar el alambre de púas que rodeaba el cuartel. Se lo olvidó.

Después de eso, el plan era el siguiente: Fidel y sus hombres ingresarían al cuartel a las cuatro de la mañana de aquel 26 de julio, lo dominarían, tomarían las armas y saldrían a distribuirlas por la zona. Tenían en claro que las posibilidades de que el plan funcione era mayores a que fracase, sabían que podían tomar Moncada y, desde ahí, derrocar a Batista. Pero en el ingreso al cuartel fue cuando se complicó. Supuestamente, en estudios posteriores, se analizó la posibilidad de que los revolucionarios hayan ignorado que en época de carnaval la seguridad en el cuartel se reforzaba desde las seis de la tarde hasta la seis de la mañana y que el único ingreso posible era por la entrada principal. Quizás si o quizás no lo haya ignorado, lo cierto es que la columna iba a directo a esa entrada; Fidel en el segundo auto porque el primero se encargaría de reducir a los cuidadores del portón y el ingresaría dirigiendo al resto. El refuerzo de la seguridad era cierto pero Fidel no lo esperaba ahí, en ese momento, y su decisión, no planeada, fue envestir con su auto a la patrulla militar que se acercaba a la entrada; el resto de los revolucionarios no leyó o no supo leer bien la maniobra y en vez de continuar acorde al plan, entendieron que el enfrentamiento ya había comenzado, se bajaron de los autos y empezaron a disparar y la balacera despertó a los soldados. De ahí, la incapacidad numérica y de armamento para hacer frente decidió la retirada. El ejército, en la búsqueda de los rebeldes, capturó a Fidel y otros tantos y fusiló a 72.

En el libro de Ignacio Ramonet, Fidel Castro: Biografía a dos voces, donde se reproducen más de 100 horas de entrevista, y ante la pregunta de si el plan de ataque era bueno, Fidel responde: “El cuartel podía haber sido tomado con el plan elaborado. Si hiciese de nuevo un plan para una misión como aquella, lo haría exactamente igual. Solo qué, a partir de la experiencia vivida, no habríamos hecho el menor caso a la patrulla cosaca. Esas cosas pasan en fracción de segundos por la mente. La protección de los compañeros en peligro fue mi motivación principal”. Y agrega –esto también lo reproduce Sudestada- que “el Moncada pudo ser tomado, y si hubiéramos tomado el Moncada derrocamos a Batista, sin discusión alguna.”

Las manifestaciones lograron la liberación de los rebeldes.

Las manifestaciones lograron la liberación de los rebeldes.

III

Pero Moncada no salió bien. El resto de la historia es conocida: Fidel fue preso y llevado a juicio donde dio su famoso alegato de autodefensa conocido como La historia me absolverá que lo colocó como el máximo referente de la oposición a Batista; hubo una masiva manifestación que pedía la liberación de los presos y que desembocó en una amnistía que los liberó; él y sus compañeros se exiliaron en México, formaron el Movimiento 26 de julio (M26) en honor a la fecha –que hoy es celebrada en Cuba como el día de la Rebeldía Nacional- y donde se prepararon durante un año para volver, en 1956, con el objetivo –esta vez sí logrado- de Revolución. En ese exilio Mexicano, Fidel conoció a Ernesto y se trajo al Che.

¿Pero qué hubiera pasado con Ernesto si Moncada no fallaba? Seguramente hubiera seguido siendo Ernesto solamente. Hubiera estado viviendo en México de igual forma exiliado de Guatemala, quizás, pero seguiría siendo Ernesto. Si Moncada no fallaba, Fidel nunca se hubiera exiliado en México y Ernesto nunca hubiera vivido el “acontecimiento político” de conocer a Fidel, hombre al que “seguiría hasta el fin” pero que en su carta de despedida, previa partida a Bolivia, le confesó: “Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario”.

Si la revolución “triunfaba muy temprano” no hubiera pasado eso de que al “al Che lo mataron dos veces, primero con una ráfaga de fusil del sargento Terán y después con sus millones de imágenes”, como expresó en repetidas ocasiones Régis Debray, el filósofo francés que acompañó al Che por Bolivia pero que fue sacado por cobarde y al que, en esa salida, junto al pintor argentino Ciro Bustos –también sacado-, fue capturado e interrogado por la CIA. El Che, entonces, no se hubiera muerto odiándolo por traidor, convencido de que fue Debray quién lo entregó. Y Fidel, tampoco, hubiera tenido motivo para -en el prólogo de El diario del Che en Bolivia– defender a Debray alegando que el Che nunca llegó a saber las torturas que sufrió y sin embargo nunca entregó un dato. La historia no hubiera juzgado a Bustos como el entregador porque Bustos no sería parte de ninguna historia.

Ernesto, así, no tendría la cara reproducida en miles de banderas, remeras, organizaciones o cualquier manifestación que se levante contra el poder, el capitalismo y el imperialismo. No hubiera sido el único referente mundial del verdadero internacionalismo, de luchar por un ideal sin nación determinada porque es de la humanidad entera, de jugarse la vida en más de un país para ser continental. Ni hubiera sido definido por Fidel como un profeta, por saber ver –y con total razón- fallas en el socialismo que nadie veía, ubicándolo junto a Marx, Lenin y Engels como las personas “cuyo pensamiento tendrán vigencia permanente porque son muestras brillantes de talento, de visión política, de visión social, de visión revolucionaria.”

Además, Kevin Johansen no hubiera tenido necesidad de escribir ni cantar Mc Guevara’s O Che Donald’s porque nadie haría plata con un Ernesto desconocido. Ni Don Lunfardo y el Señor Otario hubiera tenido necesidad de componer Volveré y seré remera porque Ernesto no hubiese tenido que volver de ningún lado. O si tendría que haberlo hecho a nadie le hubiera importado. Pero Moncada falló y como también me dijo Rolando, aquella vez en Trinidad: “Moncada fue lo más importante de la Revolución, también, porque Moncada hizo que Fidel nos traiga al Che”.

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