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Por Luciano Sáliche
El que conozca al menos de vista a Santiago Kahn sabe que es un tipo inquieto. Su forma de moverse en el ámbito de la cultura es justamente esa: mantenerse todo el tiempo en movimiento. Hoy, junto a Alejandro Pisera, dirige La Parte Maldita, una editorial que ha publicado libros más que interesantes como Lenin y vos de Bruno Bauer, Código Rosa. Relatos sobre abortos de Dahiana Belfiori y 2001. Relatos en Crisis de Carolina Seoane y Mariana D´Agostino. Pero también edita en la naciente Maten al Mensajero, que surgió fruto de la revista homónimo y cuenta con su primer publicación: RW de CJ Camba y Gonzalo Penas, una historieta sobre la vida de Rodolfo Walsh.
La primera pregunta que surge cuando uno divisa un horizonte plagado de editoriales emergentes que deciden plantarse en el mercado literario es: ¿por qué editar hoy libros en Argentina? Luego, con más minuciosidad, se desprenden, como ramificaciones de un río infinito, una serie de interrogantes: las condiciones de producción, el marco legal, el rol del Estado, la creatividad en tiempos de sobreestimulación, los cambios a partir de internet, las tendencias literarias contemporáneas, la puja con las enormes editoriales comerciales, la búsqueda del hit, la fatiga de nadar contra corriente. Sobre algunas de estas cosas, Polvo habló con Santiago Kahn para zambullirse en el fresco mar del panorama literario argentino.
¿Por qué editar hoy libros en Argentina?
La premisa siempre es editar como si no hubiera mañana. Con los pies en la tierra, obvio, porque uno no puede darse el lujo de editar lo que quiera sin pensar en costos, distribución, etc. Pero creo que cada vez más editar libros en la Argentina es un acto de fe.
¿Cuál es tu objetivo al llevar adelante una editorial? ¿cuál es la misión -por llamarle de alguna forma- de La Parte Maldita y Maten al Mensajero dentro de la cultura y de la literatura?
Nosotros tratamos siempre de tener un poco un catálogo orientado por el gusto: ediciones cuidadas, para un lector (o lectora) interesado en un abanico amplio de temas. Desde la literatura al ensayo, pasando por la historieta. Con Maten al Mensajero quizás perfilamos un lector un poco más joven (entre los 20 y los 40 años) que también valora al libro como objeto estético. No alcanza con que el libro sea «bueno», tiene que verse así.
Viviste el mundo de los dos lados, antes y después de internet, ¿cómo cambió la literatura en esta bisagra?
Internet es una caja de resonancia. Pero cada vez más está todo recontra fragmentado. E internet no es la excepción. Los lectores muchas veces se rodean de una comunidad de gente que escribe, publica, edita, entonces hay mucha mirada a un grupo reducido de producciones. Hoy por hoy la diferencia entre los sellos independientes o pequeños con las grandes editoriales también está en los recursos para hacer publicidad y saltar el cerco de los entornos o nichos virtuales.
¿Creés que internet deterioró o alentó la relación de la sociedad con la literatura?
Creo que nunca, como hoy, el acceso a la literatura fue tan masivo. Y es celebrable. Lo que cuesta ahora es encontrar baqueanos que te ayuden a dilucidar qué leer. Se publica de manera virtual -pero también en papel- decenas de miles de títulos al año, lo dificil está en encontrar lo que te interesa leer entre tanto volumen.
La Parte Maldita publica de todo, sin embargo hay una tendencia a darle cabida a los autores nuevos, ¿cómo hacerle frente a los autores consagrados, a la «vacas sagradas» y best-sellers?
Sería hipócrita decir que no queremos que alguno de nuestros libros no fuera un best-sellers. De hecho, algunos de los títulos que tenemos creemos que podrían serlo. Confiar en los títulos de tu catálogo te hace editar y tratar a los libros como obras deseables de ser leídas y con la esperanza de que el próximo sea el que «la pegue». Un ejemplo: hay libros como Lenin y vos de Bruno Bauer o Código Rosa. Relatos sobre abortos de Dahiana Belfiori que claramente se convirtieron en libros culto.
¿Cómo hacerle frente a las grandes editoriales? ¿cómo es esa puja en el campo literario?
Hay que pensar más y editar mejor. Porque la puja no es en el campo literario sino en la industria cultural. Hay que romper un poco el techo de cristal de las editoriales emergentes -como me gusta llamarlas a mí- y ver que en calidad de edición muchas veces no hay nada que envidiar. Pero a las editoriales como las nuestras lo que más las aplasta es la dificultad de crecer en volumen, en cantidad de tirada, en formas de distribución, en vidrieras. Y ahí también hay un rol pendiente a repensar que tiene que ver con cómo muchos sellos estamos apelando a la relación directa entre lectores y editores y a un boca a boca que no siempre se lleva bien con los esquemas de distribución industrial.
¿Leés e-books? ¿Creés que llegaron para quedarse?
Me cuesta leer en la compu un libro entero. Sin embargo puedo leer en el celular. No tengo un e-book. Mi socio sí y lee muchísimo por ahí. Lo que no está claro aún es cómo se va a asentar el «modelo de negocios» del e-book. Como derecho humano, creo que la literatura siempre tiene que ser libre.
Siguiendo con Internet, ¿hasta qué punto moficó la forma de narrar? ¿por dónde creés que pasan hoy las tendencias literarias en lo que refiere a los temas y las formas de las ficciones?
Internet modificó cosas como las modificó la imprenta de tipos móviles. Creo que cada época tiene sus vueltas. Y que hoy por hoy lo que se ve modificado es el tiempo de atención que uno tiene para las cosas. Porque, sin ir más lejos, la emergencia de Netflix -yendo a otro campo cultural- es también una búsqueda por acomodar la atención. Poder ponerle pausa la tele. Poder elegir qué ver. Con un libro siempre existió poner pausa. Cerrás el libro y seguís después. Al libro lo llevás en el tren o en subte. Bueno, ahora también hay otras pantallas.
¿Cómo definirías al ambiente literario argentino de los últimos años?
Hay un crecimiento exponencial en la cantidad de títulos que se editan, de sellos que se crean. Hay muchos sellos que se generan -como nos pasó a casi todos- por la necesidad de difundir algún tipo de obra particular: lo que uno ve que no está siendo editado, lo que uno tiene ganas de leer y no se consigue, etc. En nuestro caso en La Parte Maldita comenzamos editando libros de tiradas pequeñas, aprendiendo el oficio sobre la marcha. No hubo un plan de comercialización ni una idea acabada de un catálogo. Quizás son cosas que con veintipico y sin venir del palo editorial, no nos parecían urgentes antes de comenzar. Ahora que tenemos treinta miramos las cosas distinto. Creo que hay una generación de editores jóvenes que estamos todavía aprendiendo cómo viene la mano. No hay fórmulas mágicas. Y hay una sola manera de encarar tu editorial. A nosotros nos pasa de tener ahora dos sellos (el otro es Maten al Mensajero) que tienen perspectivas editoriales distintas, planes distintos para encarar la concreción del catálogo, pero que pueden articular y convivir porque apuntan muchas veces a distintos sectores. Por ejemplo: la historieta.
Y por último, ¿cómo evaluás las políticas estatales de los últimos años en el mercado editorial? ¿hubo cambios desde el último cambio presidencial? ¿ves un futuro esperanzador?
El futuro es siempre una incógnita. Hacen falta políticas públicas sostenidas en el tiempo que no dependan de los funcionarios de turno. Se hicieron muchas cosas interesantes en este último tiempo, pero sin duda hay mucho por hacer y este año en particular no es sencillo para ningún editor. Los costos se multiplican año a año producto de devaluaciones constantes e inflación y los libros no son artículos de primera necesidad, por lo que cuando la economía flaquea, son un objeto que se tacha en la lista de prioridades de mucha gente.
Etiquetas: Editoriales emergentes, La Parte Maldita, Literatura, Maten al Mensajero, Santiago Kahn