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Por Federico Capobianco | Fotografía de portada: Victoria Jaltar
Desde hace algún tiempo el espacio artístico local se está reconfigurando. Los motivos pueden ser varios pero lo cierto es que se está empezando a arriesgar más. El interior, históricamente, construyó su campo de acción dentro de estructuras algo rígidas: quizás por la falta de opciones disponibles, quizás por no contar con los medios, quizás porque con eso bastaba.
Siempre se escuchó decir que quienes se egresaban de universidades públicas debían devolver de alguna forma -trabajando, siendo docentes, etc- una parte de lo que el Estado había invertido en su formación. Tal vez podríamos reutilizar la idea en lo siguiente: uno podría -sacando el «tirano» deber-, después de irse casi obligado a formarse a las grandes ciudades, volver y devolver algo a la ciudad que lo formó hasta los años previos a la partida. Pero bien, la mayoría de las veces puede que eso no sea posible, determinadas áreas eso no lo permite. Con las artes sucede otra cosa: la diversidad de los centros productivos y su consecuente difusión y comunicación que permite las nuevas formas de conectividad hacen que la realidad sea otra, esa obligación que hacía partir a las grandes ciudades ya no existe para quedarse. La Capital, ese centro donde está «todo», está más cerca que nunca.
Carla Tomasini, después de licenciarse en Arte, decidió volver a Chivilcoy y aplicar todo lo que trajo con ella. Para reconfigurar un espacio basta con la intención y ella la tiene; por eso, aprovechando también su inminente debut en la dirección teatral en La Cueva, decidimos en Polvo entrevistarla. Los motivos sobran.
¿Por qué elegiste Años Difíciles como tu debut en la dirección teatral?
Tenía que ser una obra que permita jugar con el lenguaje teatral, pero que tenga cierto anclaje referencial, una intriga, un conflicto. Roberto Cossa es un autor al que la mayoría conoce o escuchó nombrar y yo necesitaba entrar con algo que tenga cierta estabilidad estructural para poder ir desajustando de a poco el modelo de intriga que esta dramaturgia propone.
Es mi primer obra en Chivilcoy y la primera en La Cueva, no podía comenzar con algo que transgreda demasiadas convenciones, por eso elegí “Años difíciles”, porque me permite hacer uso de cierta referencialidad realista para poder desde allí trabajar en otro plano, me parece que por ahí va la cosa. De poder hacer uso de ciertos procedimientos, para poder enlazar la idea que quiero trabajar.
¿Cómo se trabaja ese otro plano?
Tomamos como punto de partida la obra de Cossa y fuimos mechando el texto dramático con imágenes, proyecciones y un análisis de Rancière sobre la construcción de la imagen para poder analizar el tema de la obra que es la violencia enquistada en las relaciones, en las estructuras familiares y en el sistema a través de los mecanismos de dominación.
Además se propuso un modo de laburo distinto al que los actores estaban acostumbrados. Otra disposición y organización de ensayos donde ya no hay una jerarquía del texto, sino del cuerpo. Pablo Di Renzo fue uno de mis primeros maestros de teatro, fue quien me enseño a vivir en escena y reencontrarme con él, quince años después desde otro lugar, con nuevas formas de creación y laburo es sensacional. Lo mismo me sucede con Norberto Améndola, con quien también había compartido escenario en mi adolescencia y ahora laburamos juntos desde otro lugar. Ensayamos tres veces por semana, con mucha entrega y consignas en las que se pone en juego el cuerpo, los vínculos y las emociones. En los ensayos se entrena al cuerpo, se acciona y reacciona desde él, se construyen los vínculos y los personajes desde allí y por último aparece el texto. Esto fue todo un desafío para mí y para ellos, que están acostumbrados a otro modo de laburo y realmente la experiencia fue de un crecimiento zarpado para todo el equipo
Muchas veces se limita la posibilidad de exploración cuando nos sujetamos al texto, por eso la importancia que tiene este cambio en el proceso creativo. Sin cambios durante el mismo, la cartelera de la ciudad seguirá siendo la misma hasta el final de los días.
Si bien las obras de Cossa son un clásico, y más allá de la clave tragicómica, la historia de ésta obra interpela a la clase media que, justamente, es el sector que suele concurrir a los teatros en la ciudad, ¿cómo crees que va a responder el público?
A partir de los años 60 toda la dramaturgia realista argentina está dirigida a la clase media, incluso hasta hoy, basta con ver el éxito que tiene La omisión de la familia Coleman, por ejemplo. A la clase media le encanta ir a ver obras donde se sientan identificados, ir a que les cuenten el cuentito y al salir tirar un comentario de crítica y lamento que dura hasta que entran a la pizzeria. Además, es un teatro en el que se respeta a raja tabla las reglas aristotélicas de tiempo, lugar y acción, para que este cuentito se comprenda bien claramente, sin ningún tipo de dudas sobre el sentido o intención del personaje.
Creo que el desafío está en desarticular el cuento, en darle lugar a lo vivencial, a los lenguajes que convergen en escena y en emancipar al espectador. Cuando se desarticula, cuando se le da lugar al silencio, a las múltiples interpretaciones, cuando rompo con la identificación y me distancio del drama, puedo relacionarme con la obra desde otro lugar y eso es lo que estamos buscando en Años difíciles. Uno de los actores me dijo “se van a ir todos corriendo” y bueno, por lo menos algo les pasará.
Entre los directores jóvenes locales ya empiezan a demarcarse estilos y formas. Al ser alguien que viene a ubicarse en ese grupo, ¿cómo definirías el tuyo?
Todavía no se si puedo hablar de un estilo, se cuáles son las cosas que no me gustan y las que me vuelan la peluca, a partir de ahí uno va direccionando el andar. Creo que ciertos procedimientos se agotaron y hay una renovación de la escena super interesante vinculada a lo posmoderno y a una desintegración del drama para volver a resituar la esencia del teatro en el centro de la escena. Si hay algo que caracteriza al teatro, es ese estar ahí, la vivencia, el convivio. El teatro es eso y la creación poética que el encuentro permita tanto arriba del escenario, desde el público y a nivel colectivo en determinado cronotopo. En esta obra por ejemplo se busca expandir lo escénico generando un entramado donde el límite entre ficción y realidad, fabulación y recuerdo se desvanece y al romper con esta limitación, la libertad de crear lenguaje es mucho mayor y heterogénea. Lo que suceda cada función será distinto, pero será real.
¿Cuál considerás, a partir de tus intenciones, que es el objetivo del teatro?
Busco un teatro que te sacuda, que te perturbe, que te deje un rato sin poder charlar sobre lo que viste, un teatro que nos resitúe ontologicamente. Ese es el teatro con el que me siento identificada y creo que mi andar va por ahí. ¿Lo lograré? No lo sé, pero lo intentaremos.
Ahora bien, ¿con qué procedimientos? Con los que sean necesarios para que esto suceda. Acá está la búsqueda del estilo; ahora estoy explorando todos los materiales y posibilidades que cada uno de ellos trae, la densidad que cada uno me permite. Cambio mil veces una cosa por la otra, voy probando y en esta búsqueda no descarto los procedimientos realistas, pero los desarticulo y los cruzo con otros procedimientos y materiales para no caer en una contemplación pasiva de un espectador que ve con toda la calma el cuentito que se le propone y se va así como si nada comentando “¡ay pobrecita la chica!”. Eso no me mueve un pelo y no va por ahí lo que busco en el teatro.
Si le tendría que poner palabras, creo que lo que busco es generar un encuentro con nosotros mismos y con nosotros a nivel colectivo. Busco hacer del teatro un ritual que nos resitúe y reconfigure el mundo sensible de alguna manera.
¿Con que escena teatral te encontraste al volver a Chivilcoy? ¿Qué tan lejos o tan cerca está, esa escena, de la que imaginás y querés?
Hacía mucho que no veía nada de lo que se estaba haciendo en la ciudad y la verdad es que, más allá de las producciones del grupo TRAC y Los Mingas que me fascinaron, muchas cosas se siguen haciendo tal cual se hacían cuando yo las conocí hace como 18 años atrás, pero vuelvo a lo que dije al comienzo, si no se modifican los procesos creativos, si no me abro a nuevas posibilidades de laburo y creación, nada cambiará. Para modificar la cartelera, es necesario renovar los procesos creativos y ampliar de una vez por todas al juego teatral, explorando su materialidad, sus lenguajes y todas las posibilidades de creación que el teatro me propone.
Esto no significa que deba ser de una manera en particular, pero cuando el juego se abre, cuando modifico las jerarquías y cambio el foco se produce otro teatro. Pensemos por ejemplo en Retrato de una sola persona de Leandro Carbone y El Trencito de la alegría de Diego Scarpellino. Dos producciones totalmente diferentes pero ambas con una renovación en el lenguaje teatral. Allí se puso de manifiesto otra espacialidad, otra dramaturgia, otra manera posible de componer los personajes, los vínculos, la escena y eso es lo que necesitamos para modificar nuestra cartelera actual.
En lo que respecta a todo el ámbito cultural, quizás por la diversificación de los centros productivos que permite la conectividad o quizás por la búsqueda de tranquilidad, cada vez hay más jóvenes profesionales involucrados en el arte que decidieron dejar las grandes ciudades y volver a Chivilcoy. Como parte de esos jóvenes, ¿cuáles crees que van a ser los cambios que eso genere, y en qué va a favorecer o no a todo el ámbito local?
Sí, desde que llegué a Chivilcoy conocí a muchos profesionales laburando en el campo del arte y hay nuevas voces en muchas instituciones y la pluralidad siempre suma, permite cruzar las disciplinas, laburar en conjunto. Somos muchos, venimos de diversas carreras y eso me entusiasma. Estamos conociéndonos, compartiendo nuestras experiencias, formaciones y este encuentro, este cruce, es enriquecedor para nosotros como profesionales, para las instituciones donde laburamos y para los estudiantes, porque se cruzan diversos modos de configuración, diversas maneras de abordar lo estético y allí estamos siempre, mate de por medio discutiendo sobre alguna cuestión que nos vincula.
Actúan: Graciana Saby, Pablo Di Renzo, Norberto Améndola y Fernando Murray.
*Estreno: 17 de septiembre.
Etiquetas: Carla Tomasini, La Cueva, Teatro