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26-09-2016 Entrevistas

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Por Luciano Sáliche

«La verdad es que prefiero morirme puesto». La frase aparece en Trabajá. Cuidá a tus hijos. Pagá tus cuentas. Acatá la ley. Consumí del norteamericano Noah Cicero (Youngstown, 1980), una de las más atractivas voces que han surgido en la literatura de los últimos años. Lo editó Metalúcida y lo celebrable, más allá de la novela en sí, es su traducción. ¿Cómo sería una traducción más neutra, como suele abundar en las grandes editoriales? ¿»Prefiero morirme colocado»? No hay fuerza, no hay potencia; la palabra puesto, para un lector rioplatense, es más real. En el libro también aparecen frases como coger e hijo de puta y en esa jugada (una gran jugada política y cultural) hay un triunfo: vuelve más cruda una novela que necesita de la crudeza y no palabrillas detestables como gilipollas, que tienden a despolitizar la historia y desideologizarla.

Quien tradujo Trabajá. Cuidá a tus hijos… es Mariana Alonso, junto a la directora de Metalúcida, Sandra Buenaventura. Polvo habló con ella sobre el mundo literario actual, la llegada de internet, las nuevas tendencias narrativas, el mercado de la edición y el objetivo de su editorial -que editó entre otras cosas, Australia de Santiago La Rosa– en este extraño mundo donde, en palabras de Cicero, “la ley está por encima de la humanidad”. Cuestionarla ya es un buen comienzo. Metalúcida lo hace. Vaya que lo hace.

"Trabajá. Cuidá a tus hijos. Pagá tus cuentas. Acatá la ley. Consumí" de Noah Cicero

«Trabajá. Cuidá a tus hijos. Pagá tus cuentas. Acatá la ley. Consumí» de Noah Cicero

¿Por qué editar hoy libros en Argentina?

Editar libros, siempre. Acá, y en todos lados. Irradiar desde Argentina y que el afuera literario nos irradie. Estas dos maneras de irradiar apelarían a resonancias fundamentales con la lengua, con el castellano rioplatense y su lugar en el mapa literario de la lengua castellana. Por un lado está la producción literaria en rioplatense (tomando todos los modos de lenguaje del espacio argentino). Por otro están las traducciones al rioplatense, no aquellas al español peninsular que nos llegan empaquetadas, sino las que realizan las editoriales actuales argentinas, y ahí, a mí parecer, en ese lugar de estabilización de fuerzas específicamente literarias, en la operación con el lenguaje, es donde se configura la acción política más relevante y valiosa del movimiento editorial argentino.

¿Cuál es tu objetivo al llevar adelante una editorial? ¿cuál es la misión -por llamarle de alguna forma- de Metalúcida dentro de la cultura y de la literatura?

Cuando se fundó Metalúcida, allá por el 2013, yo no tenía un objetivo preciso, simplemente se materializaba un deseo, deseo iniciado en mi experiencia vital en París. Allá había descubierto algunas editoriales argentinas que presentaban autores nuevos, desconocidos para mí. Creo que el deseo de editorial surgió de ese contacto con la edición argentina. Era un deseo sin duda no formulado, ni siquiera emocionalmente vislumbrado. ¿Mi objetivo ahora con Metalúcida? Intentar agregar, por devenir del catálogo, otro circuito narrativo más a los miles y miles de circuitos narrativos que conforman el espacio literario argentino. Por supuesto se trata de un objetivo que esperamos que nos dinamice como editorial, que dinamice a los otros, a los que nos leen, a los autores, a aquellos que nos cruzan de alguna manera, a todos los que finalmente, nos conforman.

Viviste el mundo de los dos lados, antes y después de internet, ¿cómo cambió la literatura en esta bisagra?

Los autores nos emocionan con sus historias, con sus estéticas, con la erótica de sus palabras y de sus frases, porque, sin erótica, no hay modificación, no hay un ir al otro lado. Al texto literario lo entiendo como desmesura y trastorno, en sus dos caras de producción y de recepción. El fluir de la ficción erotiza espacios, todo el tiempo, ¿por qué Internet debería cambiar eso? El disfrute, la expansión vivencial, el quiebre o el fluir de nuestro yo en el mundo, el cuestionamiento al que nos arrastra siempre las producciones literarias, todo eso, entre tanto más, permanece, está vivo.

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¿Creés que internet deterioró o alentó la relación de la sociedad con la literatura?

La literatura nos enchastra, paraliza, atraviesa, incomoda, nos redime. Y es algo que seguirá haciéndonos. Ahora bien, frente a este actuar de la literatura en un nivel más ontológico y en el conocimiento que tenemos del entorno, que me parecen una constante, está la cosa práctica, la res digital que dinamita nuestros tiempos y nuestro foco de atención termina por disiparse. A este explosionar de los tiempos en que la atención se articula con varios espacios de comunicación no lo veo como algo que pudo deteriorar el lugar principal de la literatura, ni nuestra relación con ella, al contrario, estoy segura que se ha potenciado en el sentido que vincularse a través de las pantallas es un total acto de ficcionalización, lo real termina por ficcionalizarse cada vez más y la distancia con un texto de ficción se reduce. Sí pienso que Internet pudo quizás modificar la producción misma de lo literario, en su poética, más acusada en generar lazos altamente empáticos con el lector, que creo ahora es mucho más emocionalizado por efecto de las redes sociales que un lector inserto en la era analógica.

Una de las especificidades de Metalúcida es publicar autores nuevos, ¿cómo hacerle frente a los autores consagrados, a las «vacas sagradas» y best-sellers? 

Hablando de vacas sagradas, una vez, en la India, me topé con una que comía papel. No sé si se trataba de papeles de oficina, de retazos de diarios o de restos de best-sellers. Solo recuerdo que la vaca comía bollos de papel, en conmovedora paz. Pero pensemos que comía un libro devenido bollos de papel. Para esta vaca india con la que compartí espacio y aire respirado, la diferencia entre un papel escrito por un autor best-seller, un consagradísimo o un recién publicado debía ser nula en términos de masticación. No sé. Me quedo pensando en aquella vaca, y en que Metalúcida puede estar ligada a algún best-seller, o a algún consagrado. O no.

¿Cómo hacerle frente a las grandes editoriales? ¿cómo es esa puja en el campo literario?

De inmediato pienso en un movimiento arquitectónico, el Movimiento Moderno, años 20 y 30 del siglo XX, con Le Corbusier, Mies van der Rohe, la Bauhaus. Lo que me fascina de esta arquitectura en particular es la fluidez entre el adentro y el afuera: grandes vitrinas, nos paseamos por el interior sin dejar de estar en el exterior, y viceversa. La fluidez de estos espacios me conecta con la edición argentina hoy, referida independiente, pequeña o chica. A esta edición moderna argentina post 2001 la veo en resonancia con la arquitectura de la fluidez a la que antes me refería, sin opacidades, ni grandes jerarquías, donde el adentro y el afuera se superponen, donde me parece que hay un diálogo entre las instancias del circuito narrativo y editorial y a partir del cual la literatura saldría ganando. La edición moderna argentina post 2001 no deja de establecerse en un espacio de nervio y potencia, es un espacio que le pertenece y desde el que opera en un mapa en principio bocetado por el hiperbolismo editorial de los grandes grupos de la edición.

"Australia", de Santiago La Rosa

«Australia», de Santiago La Rosa

¿Leés e-books? ¿Creés que llegaron para quedarse?

En mi Kindle tendré almacenados más de quinientos libros. Hace meses que no abro el dispositivo. Leí algunos, sobre todo ensayos de neurociencias del MIT. Muchos de ficción me los compré de vuelta, en papel. No creo en un cuestionamiento del objeto libro como ente de cultura a partir del surgimiento del soporte digital. Son corporalidades que a nivel sociocultural están coexistiendo si bien no de forma equilibrada. Pienso que el libro está más ligado a la narrativa, a la poesía, hay una tactilidad que, para mí, se hace necesaria para los mundos ficcionales. Es una impresión. O un deseo.

Siguiendo con internet, ¿hasta qué punto modificó la forma de narrar? ¿por dónde creés que pasan hoy las tendencias literarias en lo que refiere a los temas y las formas de las ficciones?

Rapidez. Ir al hueso. Fragmentación. Frases cortas. Vértigo. Alta narratividad. Lo simbólico en el umbral. Sistema de grises. Lo de todos los días, lo más visible, pero lo no-dicho. Tu vida. La mía. Netflix en la palabra. Narradores inestables. Narradores deslizantes. Temáticas flotantes. Asideros perdidos. El desierto es la forma. Léxico YOLO. Léxico del silencio. La sobreexposición, el destronamiento. Ante la pregunta, pude solo abordar un tipo de brainstorming, que podría continuar, sin llegar a cristalizar nada.

¿Cómo definirías al ambiente literario argentino de los últimos años? 

Yo llegué a Argentina en diciembre del 2012 y hacía mucho tiempo que no venía al país. Todo fue un descubrir, desde el lenguaje con nuevas expresiones para mí, las coordenadas políticas, las librerías, la gente, la capital tan enorme, autores que me eran nuevos… Diría que el ambiente literario argentino es el que se me va perfilando ahora, y que es pura garra.

 

 

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