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13-10-2016 Notas

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Por Martin Gagliano

“Ojo con la lucha, Silvia, mirá que esa Juana de la que
hablan terminó quemada en la hoguera.”
Diario Clarín, “Un Saludito”
(comentario sin firma para
 la periodista
Silvia Martinez 
Cassina, por defender  #NiUnaMenos)

 

I.

“Una revancha con sonrisa: 37 años para su violador”, así titulaba el diario Clarín en su tapa del 1º de septiembre de este año. El día anterior, el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de La Plata sentenció a 37 años de prisión al dj Cristian Martínez Poch por violar y mantener cautiva a su ex pareja, Vanessa Rial, y por abusar además de sus dos hijas, que estaban a su cargo cuando el dj quedó viudo en 2002. Al momento del abuso las nenas tenían 7 y 8 años y tardaron siete en poder salir del horror.

Cuando escuchó la sentencia del Tribunal, Vanessa apuntó su mirada a su agresor, al hombre que la tuvo cautiva y esgrimió el arma más poderosa: una sonrisa. Sin gatillo, sin balas, pero certera como pocas.

Para Clarín este gesto no fue menor. El alivio, empoderamiento de la víctima, que se sabe al fin libre del miedo y que siente que la justicia ha cumplido -al menos en parte- su razón de ser, para el gigante mediático es revancha. Una suerte de ojo por ojo, un “tomá, para vos”. Los gestos obscenos, las miradas burlonas y las sonrisas socarronas de Martínez Poch antes, durante y después de conocer la sentencia permanecen en la memoria de los testigos y en los videos de las cámaras que registraron el juicio, pero no quedaron impresas en letras de molde.

Si ahora se buscan las noticias en cuestión, encontrarlas podría ser difícil. El titular tan particular se viralizó en las redes sociales y ante la presión general el diario tuvo que modificar la postura. No hubo fe de erratas, pero si una seguidilla de noticias relacionadas que licuaron un poco el mal sabor, la afirmación tendenciosa del titular. No creo que Vanessa haya dejado de sonreír..

II.

Antes, estaban siempre de espaldas, cubiertos los rostros y distorsionadas las voces; víctimas de abuso que, además del calvario de su situación, enfrentaban la mediatización de su relato en un ámbito despersonalizado. De espaldas al público y a la sociedad: como si hablaran en tercera persona, como si su relato no tuviera que conectarse jamás con quiénes eran. La representación de un doble discurso que dice protegerlas del juicio social, del estigma y de las represalias de sus abusadores, pero al mismo tiempo las invisibiliza.

Hasta que llegó Mailén. Desgarrándose el alma, de cara a una cámara y sin ningún intermediario, se atrevió a contar el horror que vivió con su ex pareja, el cantante José Miguel “Migue” del Pópolo, líder del grupo La Ola que quería ser Chau. La denuncia pasó de la policía a las redes sociales y la gente le creyó. A este movimiento se sumó Rocío, otra ex de “Migue”, que pasó por el mismo calvario.

La respuesta fue masiva: con videos, con hashtags, descentralizando el lugar de los medios como terreno hegemónico de la transmisión de la realidad, las propias víctimas eligieron exponerse, mostrar su cara y mencionar con nombre y apellido a aquellos que se creyeron dueños del consentimiento ajeno a la hora de tener relaciones sexuales.

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III.

Para contextualizar, hay que despuntar el vicio de codificar en expresiones matemáticas una parte de la realidad social. Hablar de cifras es hablar de 50 mujeres atacadas sexualmente cada día en Argentina. En 2015, hubo aproximadamente 13.520 víctimas de delitos sexuales en nuestro país, sin contar las violaciones consumadas, que según el Ministerio de Seguridad ascienden a 3746. Todos datos publicados en la estadística nacional de delitos. Si abordamos el abuso a menores de edad, ponerlo en cifras es casi imposible, en el 60% de las situaciones no se realiza la denuncia y sólo un tercio de los chicos afectados pide ayuda. En un 90% de los casos los agresores tienen una relación cercana al niño y a su entorno.

IV.

Cuando el caso de Mailén tomó estado público, rápidamente se presentaron otras denuncias pero esta vez a Cristian Aldana, líder de El Otro Yo. En este caso, el cantante está acusado de abuso sexual a menores de edad. Las víctimas de Aldana eran chicas, adolescentes, que no podían creer que su ídolo se fijara en ellas, se interesara. Tardaron tiempo en entender lo que pasaba, tardaron años en animarse a contar lo que vivieron. Pero lo hicieron. Y una vez más, las redes sociales fueron el campo de batalla, el lugar de reunión y de superación colectiva. El miedo, la culpa, la confusión, la negación, todos sentimientos iguales que impregnan los relatos, que se acumulan en los comentarios de la página de facebook Victimas de Cristian Aldana. Ante eso, una respuesta común: ya no nos callamos más.

Mailén

Mailén

V.

Mientras los medios sigan con su postura paternalista, funcional a una sociedad patriarcal, que en un doble movimiento de moral fomenta el machismo arcaico y al mismo tiempo dice combatirlo ferozmente, van a seguir creciendo nuevos espacios para construir relatos. La necesidad de repetir hasta el cansancio las experiencias vividas, de cara a la gente, de frente a la tribuna, es la forma de combatir la mediatización banal de los noticieros, donde los videos de perritos graciosos tienen el mismo peso que el horror que pasa una mujer cuando un hombre decide disponer de ella como si fuera su propiedad. Sin alimentar el morbo del relato, van a seguir diciendo que no es no.

¿Y qué pasa cuando las mujeres de esos mismos medios se solidarizan entre si? En principio cosas buenas, como el nacimiento del movimiento Ni Una Menos y sus dos marchas multitudinarias, iniciativa encabezada por la periodista Florencia Etchevez. Sin embargo, también se dan amenazas veladas a los propios colegas, como el caso de Silvia Fernández Cassina, citado al inicio de esta nota.

A ese titular errado, a esa columna dedicada, a esos periodistas que siembran duda sin firma, a ellos se les opone la sonrisa de Vanessa, las lágrimas de Mailén, la voz cortada de Rocío, el valor de todas y todos los que desde el lugar que les toca, con lo que tienen a mano, denuncian y señalan a los abusadores. Llama la atención que en pleno 2016 todavía haya personas a las que les cueste entender la diferencia entre revancha y justicia, entre mirar a los ojos y dar la espalda, entre un “sí” consentido y un “no, salí, soltame”.

 

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