Blog

Por Pablo Milani
El escritor y periodista habló sobre su nuevo libro, El amor cruel, pero también sobre política, el peronismo y antiperonismo como las dos grandes fuerzas de nuestra historia y sobre el futuro del amor en pleno siglo XXI.
¿El amor cruel es un libro que destruye para siempre la juventud? ¿Son historias que decidiste dejar en el pasado?
Qué buena pregunta. El año pasado cumplí 40 años. Lo que queda atrás es la juventud y lo que aparece es una época que debería ser de madurez y que en algún punto lo es. También puede ser que sea una madurez que no me guste, en el sentido de que los libros que escribo no me terminan de convencer. El libro El amor cruel me gusta particularmente. Tiene relatos de otros libros de cuentos míos que están corregidos y además relatos nuevos. Yo lo que veo es que está mejor escrito en relación al estilo de otras cosas que escribí. ¿Qué significa esto? Cuando yo empecé a escribir me vi como un escritor bastante más experimental donde el estilo no era una herramienta importante, no era una preocupación. El estilo se daba por la yuxtaposición de materiales, por la copia de materiales, por el cortar y pegar. Muchas novelas mías tienen ese procedimiento. Y El amor cruel tiene historias muy parecidas de esas novelas pero desarrolladas a través de un estilo. Y quizás en ese sentido sí haya una madurez. Uno se va poniendo grande y le empieza a importar más el estilo, más que cualquier otra cosa. Porque quizás uno no tiene más la potencia, la voracidad de la juventud. Entonces lo que aparece es esa sabiduría del estilo, o al menos ese intento, te convertís en un viejo choto y entonces intentás un estilo.
En la contratapa del libro escribís que el amor quizás no sea algo tan doméstico, tan estable. Si no más bien, lo contrario. Entonces, ¿por qué creés que el amor en esta sociedad se presenta como algo estable, cuando en realidad no lo es?
Yo creo que es un anhelo, una búsqueda utópica. El reverso del amor estable es la muerte. En realidad no deseamos un amor estable, más bien al contrario. Deseamos un amor efervescente, dinámico, experiencial. Pero al mismo tiempo deseamos un amor presente, no intermitente. Porque creemos en ese estado de efervescencia. Y me parece que esa intermitencia del amor es una característica ineludible dentro de la modernidad.
En un cuento decís que el amor y el esfuerzo siempre van juntos. Entonces cuando el amor fracasa. ¿Fracasa el amor o nosotros?
Es una buena pregunta pero no sé si tengo respuesta. Yo creo que siempre fracasamos nosotros. El amor fracasa cuando no aprendemos a perdonar, cuando no aprendemos a compartir, a vivir juntos. Fue un libro póstumo de Barthes, Cómo vivir juntos. Creo que para un montón de cosas sirve hacernos esa pregunta, entre una de ellas el amor. También lo podríamos plantear a nivel social. Cómo hacemos para vivir en la ciudad de Buenos Aires todos juntos.
En la entrevista que te hizo Télam decís que hay un elogio en la violencia. ¿Puede ser que la violencia se dé cuando el que produce esa violencia es rechazado?
No necesariamente cuando uno es rechazado, también cuando uno es aceptado. Una declaración de amor conlleva una carga de incertidumbre que genera un estrés, unos nervios… Incluso cuando está pautada, normalizada. Por ejemplo irse a casar a una iglesia, incluso cuando vamos a ser aceptados y que ese rito no puede fallar, eso genera una situación de consternación grande. Por supuesto, también todas las pequeñas declaraciones de amor o apuestas dentro del amor generan eso. Cuando uno va a besar a una persona por primera vez, cuando uno va besar a una persona por millonésima vez. Hay un momento donde aparece esa tensión. El amor tiene esa carga, de exponernos a nosotros mismos. Me parece que vivimos en una sociedad donde la violencia se transformó rápidamente en un tabú. En algo que no se debe decir, no se debe practicar y siempre se la asocia a cuestiones malas. La violencia la entiendo como un concepto de estrés, nerviosismo, incertidumbre, ese mirar el abismo. Y la violencia en los cuerpos también, de dos cuerpos que se aman están atravesados por un choque que es violento. Entonces hoy muy rápidamente la violencia se transforma en una cosa que no debe ser ni siquiera examinada. El feminismo, los medios de comunicación, el discurso de la inseguridad, nos ponen paranoicos con respecto a eso. De ahí también el título del libro, que me parecen una de las cosas más lindas del libro quizás, que es poder proponer un amor adjetivado de una manera oximorónica o inesperada.
Esta incertidumbre de la que hablás en el amor, ¿tiene que ver con que un día, quizás, no nos quieran más?
Más bien es lo contrario. Si nosotros tuviésemos la certeza esa, de que no nos van a querer más…
Un día te levantás y te dice, no te quiero más. Se terminó acá.
Qué terrible ¿no? El amor es una de las grandes historias que contamos, después no hay muchas más. El amor y la política o el amor y la guerra o simplificando el amor y el odio como dos esferas narrativas fuertes. Tiene una dimensión filosófica, quizás sea un lugar común, pero a mí me interesa seguir contando esas historias. Nos cuesta muchísimo pensar una humanidad escéptica, sin amor. Es un gran miedo pero imposible de pensar. Es imposible pensar una humanidad sin amor.
En esa misma entrevista hablás de los 90 como el fin de la historia. Después de los cinco presidentes en una semana vinieron 12 años de kirchnerismo. En esos años, ya siendo Licenciado en Letras, escribiste un montón, publicaste varios libros y también hiciste un taller en el CEC de Literatura y kirchnerismo. ¿Qué creés que le aportó la literatura al kirchnerismo durante esos años?
Quizás todos mis libros intenten responder eso. Es muy clásica la construcción de un elemento y otro elemento. Realidad y política, marxismo y psicoanálisis, peronismo y vanguardia. Cuando digo literatura y kirchnerismo hay un tercer elemento que ya está implícito, que es internet. Con la llegada del kirchnerismo a la Argentina, no solamente se termina un ciclo económico y político que puede haber empezado en 1976 o un poco antes quizás, sino que al mismo tiempo comienza el siglo XXI y lo que aparece es la masificación de algo que ya existía pero se convierte en algo masivo y de primera necesidad que es la web. Yo me daba cuenta cuando comencé a escribir y a publicar que incluso los escritores que no se preocupaban por internet tenían una posición a internet que era la de ignorarla. Internet es una revolución industrial completa. Como algunos escritores podían llegar a ignorar la revolución industrial en su momento y entonces darle una respuesta. El kirchnerismo también demandaba una creencia. Y darle la espalda también era una forma de posicionarse frente a lo que estaba pasando en el país y lo que está pasando ahora. No hay diferencias con otras dicotomías. Kirchnerismo / anti kirchnerismo, peronismo / antiperonismo, civilización y barbarie. Van vertebrando las dos ideologías que motorizan la política a lo largo de la existencia de la Argentina y quizás un poco antes también.

«El amor cruel» de Juan Terranova
¿Y ahora? ¿Qué espacio creés que está ocupando la literatura? ¿O qué espacio creés que va a ocupar a partir de ahora?
Siempre surgen escritores interesantes. Este año el que apareció con mucha fuerza, más allá de que ya había publicado el año pasado, es Bob Chow, alguien muy sensual. Yo creo que todavía es difícil saber qué va a pasar con este nuevo gobierno que es tan diferente al kirchnerismo.
¿En qué lo ves diferente?
Y, es lógicamente opuesto.
¿Qué creés que se perdió?
Eliminar las retenciones, impuestos del kirchnerismo que para mí fortalecían al Estado, es un beneficio hacia las clases dominantes muy claro. Me parece que el desafío de Cambiemos es poder manejar un país que tiene problemas cíclicos sin la estructura política del peronismo. Poder hacer viable el antiperonismo. Yo creo que eso no se puede en la Argentina. Por lo menos en el país que me tocó vivir a mí, siempre falló.
¿Por qué crees que siempre falló?
La Argentina es un país bisagra que está parado sobre algo que se cierra y se abre todo el tiempo. Y eso en buena medida está dado por la clase media. Tiene como un fantasma que lo empuja siempre, que es el de la movilidad social, que no reconoce sus orígenes. Entonces el peronismo crea, beneficia a la clase media y después, la clase media abandona ese movimiento por la cual ella existe, o se consagra como tal. Yo no diría nada sobre este gobierno aún, aunque a mí no me gusta mucho. Pero al mismo tiempo entiendo que sería interesante ver un funcionamiento democrático con todas las letras. Que de alguna manera no se interrumpa ese relevo. Eso sí me interesa.
¿Creés que de acá a algunos años puede llegar a existir un taller que se llame Literatura y macrismo?
¡Qué pregunta! Ojalá, me encantaría ver eso. Históricamente, el peronismo siempre tuvo expresiones de vanguardia, expresiones conservadoras, expresiones de todo tipo ligadas al arte. Y el antiperonismo fue más parco, menos seductor. Si bien tuvo grandes intelectuales y los tiene. Yo creo que sería deseable. Por ejemplo Fernando Iglesias, me parece un intelectual de cartón, muy berreta. Me parece que los intelectuales macristas están muy ligados a las redes sociales. Yo creo que es más interesante pensar en Literatura y antiperonismo, inclusive hoy, que Literatura y macrismo. Me imagino dando un taller que se llame Literatura y antiperonismo. Literatura y macrismo me parece muy difícil de dibujarlo, sin embargo por esa dificultad también es seductor. Yo redoblaría la apuesta y pensaría más allá. Incluso pensaría en Literatura y massismo o Literatura y el fantasma de la UCR por ejemplo. En tren de imaginar un libro, el título sería: Zombis, fantasmas y las ruinas de la UCR.
Ya que nombraste a la UCR. ¿Qué creés que le pasó a ese partido?
Los dos grandes partidos, entre comillas, porque no son partidos justamente, son fuerzas que encuentran expresión partidaria en determinados momentos, las dos grandes fuerzas de la Argentina, son el peronismo y antiperonismo. Yo creo que la UCR es un primo lejano del peronismo desde sus inicios y se fue deformando. Fue perdiendo la capacidad épica que tenía, se la fue rifando. Lo voy a decir, fue rifando sus bases, es fuerte decir eso. En la década del 80 era muy convocante, le gana la primera elección democrática al peronismo. Y en muchas instancias Alfonsín estuvo a la altura de lo que le pedía la historia y en otras no. Creo que hay mucho para aprender de la UCR. Y el FPV debería mirar mucho la historia del Frepaso y la UCR contemporánea. En su momento hubo mucho entusiasmo y la historia te va diciendo que se pendula entre otras mentalidades. Esto es un poco tautológico lo que estoy diciendo pero a instancias de pensar hoy el destino del FPV, del cristinismo y del kirchnerismo, yo creo que el gran peligro es cerrarse sobre sí mismos y no poder interpelar a esa masa que no es el electorado sino que es una masa social que se identifica con la justicia social, con una Argentina distributiva. Si querés que no sea peronismo y antiperonismo podría ser entre un país distributivo y un país concentrado. Un país que distribuye sus riquezas y un país que las concentra. Yo creo que el modelo de Cambiemos es un país de concentración, donde el Estado es rico pero no reparte. Quieren tener un país productivo pero al mismo tiempo tienen problemas con el consumo porque tienen inflación. Y esos problemas son todos de índole ideológica, de cómo pensás el trabajo, cómo pensás las herencias, cómo pensás el esfuerzo personal y el esfuerzo colectivo. Yo creo que el modelo de la concentración en la Argentina no funciona, tiene que ser un modelo distributivo. Ahora vamos a ver qué pasa.
Nombraste el kirchnerismo y el cristinismo juntos. ¿Cómo te imaginás a esas dos fuerzas en el futuro?
Yo diría que el kirchnerismo ya es mítico y lo que se ve es lo que va quedando de los últimos años del cristinismo que no es tan mítico, que es un poco torpe, que concentra fuerza política, es verticalista, es coercitivo. Me parece que si sigue en esa línea, e insisto con esto, va a desfigurar su filiación peronista y se va a transformar en un partido más de izquierda. Con grandes banderas pero con poca capacidad de interpelar las dinámicas políticas actuales. Posiblemente, en las instancias legislativas, vamos a tener un grupo de gente que piensa que tiene que volver Cristina, o que tenemos que retrotraernos a una situación anterior, cuando en realidad, el kirchnerismo en algún punto ya quedó viejo. No las banderas, no las reivindicaciones, pero no podemos seguir atados a esa idea. Porque en algún punto hubo crecimiento, el mundo era otro, se afianzaron las redes sociales, internet fue un interpelador muy fuerte. Lo dijo el Papa Francisco, el mundo cambió y en muy poco tiempo. Tenemos que ejercitar la capacidad para pensar el peronismo en los lugares incómodos que me parece que hoy es lo que justamente falta. Porque este peronismo o kirchnerismo de la oposición parecería no poder terminar de entenderse a sí mismo. Que el peronismo se pueda entender en los espacios incómodos me parece fundamental.
Volviendo a El amor cruel. ¿Y del amor verdadero? ¿Aquel que lleva años construir? ¿Cómo lo ves hoy? En pleno siglo XXI. Dominado por internet. Atravesado por las redes sociales. ¿Cómo mutó ese amor? ¿En qué se convirtió?
Creo que en los grandes centros urbanos lo que aparece es un culto al individualismo, lo cual hace que el amor sea más apasionado, más estrábico. Quiero pensar que no del todo más excepcional, pero sí como algo más preciado, más buscado. El amor como long seller es hoy algo hermosamente excepcional… Creo que describir el amor en el siglo XXI va a ser uno de los grandes desafíos de los escritores de este siglo, tipificarlo, encontrarle su característica epocal más clara. Estoy estudiando a Wagner ahora, estoy escuchando mucho sus obras. Estoy escribiendo un poco sobre él, que es un compositor y un autor dramático y una especie de héroe de la música del siglo XIX que en la tradición Argentina no aparece. Hay autores que tienen gestos wagnerianos, lo cual es raro, porque la Argentina es muy wagneriana en su constitución con sus héroes, su romanticismo. Y ahí la concepción de Wagner es tanática, implica una destrucción. Los amantes se reconocen y se encuentran en la muerte. Entonces en el siglo XXI creo que va a estar tironeado un poco por ese amor de la destrucción y en una cuestión más conservadora donde lo que importa es el cuerpo, lo social, cómo son mirados los individuos, el yo, que es otro tipo de amor, un amor egoísta. Creo que mi próximo libro se podría llamar El amor egoísta, me gusta.
¿Cuál es el futuro del amor? ¿Crees que perdió espacio con respecto a la generación anterior? A la generación de nuestros padres o nuestros abuelos
Todo se liberalizó mucho más, eso es una ganancia, pero también implica cierta pérdida. El otro día estaba pensando que el quiebre fuerte de la sociedad argentina de la posguerra, se da en la década del 90. Si uno empieza a ver las alternancias dictatoriales con las democracias y la idiosincrasia del argentino del post peronismo, todo termina con Menem. Ese bloque casi como que lo leería todo junto. Cuando uno mira lo que era la década del 80, con todo el desparpajo que tuvo, Alfonsín me parece un dirigente de la década del 50. Un presidente que ejercía la censura por ejemplo, te cito dos casos: Hugo Moser estaba identificado con la televisión de la dictadura, después la Cerdos & Peces, Alfonsín la hacía embolsar, por eso la gente la compraba más, porque se pensaba que era algo prohibido. Y en algún punto lo era. Si bien la sociedad estaba cambiando e iba hacia los 90, todavía se vivía con una moral de los años 50 y eso se transforma totalmente con Menem donde eso ya no importa. Aparece algo que está vigente hoy en la Argentina que es el liberalismo, el presidente se divorcia, por ejemplo. Hay ciertas cosas que no importan más y la sociedad se liberaliza recién con Menem cuando se produce esa gran revolución conservadora que es la convertibilidad. Yo creo que hay que buscar ahí los inicios de cierta idea de amor contemporáneo, que es un amor apasionado pero sin lazos, un amor fóbico. Creo que las redes sociales hoy nos hacen ser más libres pero también más fóbicos, fóbicos perdidos en una selva de signos, donde todo se interpreta. Yo buscaría el amor del siglo XXI por ahí, entre la libertad y la fobia. Y creo, estoy convencido, de que el siglo XXI va a tener nuevas morales.
Etiquetas: Bob Chow, Carlos Menem, El amor cruel, Juan Terranova, Literatura, Pablo Milani, Raúl Alfonsín, Richard Wagner