Blog

Por Ernesto Castelnovo
Luego de publicar su primer libro, Indianápolis, el músico relata la experiencia que lo llevó a recorrer casi nueve mil kilómetros durante un mes por los pequeños pueblos de nuestro país. Además, cuenta cómo vive la paternidad, la relación con las drogas, la política y el fenómeno Indomables–Duro de Domar, que lo transformó en famoso casi sin darse cuenta.
¿Cómo se te ocurrió hacer un libro sobre crónicas de viajes en Argentina?
La idea no se me ocurrió, supongo que quise venderle a la editorial o imitar lo que era el periodismo gonzo americano, donde el periodista en lugar de ir a buscar historias va a generarlas. Terminó siendo un libro que mezcla un poquito todo, como yo ahora, que mezclo un poquito todo. Algunos apuntes de historia, algún interés social de ir a buscar habitantes originarios o cuestionar el papel de la Iglesia. En fin, ir probando. También introducir cosas literarias. Tenía 3 reglas para el libro: la primera era no volver al mismo lugar, por miedo a pasarla demasiado bien en algún lado y quedarme veraneando, la segunda era no usar internet, para recuperar un poco la tradición oral de las historias que yo recopilara, fueran verdad o no. No quería observar si eran del todo ciertas, no me interesaba. Y la tercera regla era buscar habitantes originarios. Hubo bastantes búsquedas sin respuesta, algunas bajo el sol ardiente, y el fracaso siempre me pareció más positivo que el éxito, por lo menos para la novela o el libro de viajes. Lo único que tenía planeado era una situación de suspenso: un encuentro en Bolivia con una chamana que venia del Amazonas para curar a un amigo toxicómano que iba a viajar en avión a Mendoza a abandonar las drogas ahí y después irse conmigo a Bolivia a sanarse. Él venia a saquear las bodegas de Mendoza, a curarse del alcoholismo crónico y de la adicción a las drogas.
¿Lo logró?
No quiero adelantar mucho del libro, pero no logró un carajo.
¿Cómo fue la experiencia de ser notero en Duro de Domar?
Cuando llegué a Argentina me llamó mucho la atención que me paraban por la calle y me decían: «Eh, viva la chala». Por ahí iba con mi vieja y pasaba una ambulancia y me gritaban: «Aguante el porro». Me quedaba perplejo. No me imaginaba que habían repetido tantos mis videos de cuando fui a Indomables. En un momento me invitaron a TVR y a Duro, fui a cenar con el productor y le dije: «Mirá, creaste un monstruo, me tengo que fumar por la calle que me griten ‘viva la chala’, ahora dale de comer al monstruo». Me resultaba irritante no tener laburo y de pronto ser re famoso. Esa proporción entre pobreza y fama, primero me hubiera gustado haber ganado un sueldo para que después me reconozcan por la calle. Que no sea por una entrevista que di hace 20 años ad honorem. Esos 2 años en Duro fueron divertidos y por otro lado bastante duros, valga la redundancia. Era un mundo al que yo creía no pertenecer, pero al final al estar ahí peleándome con Mirtha Legrand o haciéndole la broma a no se quién estaba absolutamente adentro, porque era mi trabajo y ya estaba en la tele igual que ellos, entonces era absurdo plantear una no pertenencia a algo a lo que aun haciéndome el outsider estaba completamente adentro.
¿Y por qué fuiste la primera vez a Indomables?
Yo había venido de España a tocar a Niceto, en ese primer disco solista que hablaba sólo de drogas en forma lúdica y humorística, como todo lo que hago. Nunca tuve un gran aparato comunicacional para la música ni nada, entonces aproveché para promocionar el concierto. Yo ya sabía que había un caldo de cultivo que se podía aprovechar. Todo esto subconscientemente, yo en esa época estaba re loco, pero se ve que lo debo haber hecho a propósito. Llené Niceto y 16 años después termine trabajando gracias a eso.
¿Por qué decidiste hacer un disco inspirado en drogas?
Siempre tuve vocación para provocar, me interesa hablar más de lo que no se puede hablar que de lo políticamente correcto, o lo que se llama políticamente correcto, que no creo que exista. No creo que haya un político correcto en todo el Senado de la Nación. Pero de cualquier manera, era un reflejo de esa época de mi vida, creo que el rock de juventud siempre estuvo vinculado a las drogas. Los Beatles, Lou Reed, David Bowie, Bob Dylan, todas las bandas que a mí me gustaron transitaron por ahí y unir las dos cosas en rock me parecía lo más sensato del mundo. Lo que realmente no entendía es que haya tantos discos de rock que hablaran del amor y de otras cosas cuando estaban todos los flacos hasta las manos: ¿Era un falso discurso, no? Desde la diversión me pareció que habiendo tanto fanatismo y locura, estaba bueno hacerlo con humor y es un disco que me encanta. El disco siguiente, Las fantásticas aventuras del Capitán Angustia, es parte del proceso natural, después de muchos años de joda fue crecer un poco, se me movió la estantería, empecé a tener trastornos de ansiedad, consecuencias, las resacas crónicas y entonces hice un superhéroe, el Capitán Angustia, que le cantaba un poco a lo que venía después del disco de las drogas: la depresión, los ansiolíticos, los dientes amarillos, la acidez estomacal. Siempre en tono de humor y autobiográfico, sublimando y analizando cosas que me pasaron a mí.
¿Y de qué manera creés que influyen las drogas en el proceso creativo de un artista?
Creo que el talento y la creatividad existen sin las drogas y con las drogas. A veces pueden usarse como herramientas, el otro día leía al filósofo Antonio Escohotado que para escribir un libro determinado utilizó una dosis de cocaína pequeña pero diaria y eso lo ayudo a concentrarse y terminar el trabajo. Igualmente, el cerebro es muy superior, de hecho las drogas sin el cerebro no existirían, o sea que la verdadera magia esta en nuestra cabeza, que es por lejos la cosa más fascinante de estar vivo, el cerebro humano.
Tenés una mirada muy crítica de la política y de los políticos. ¿La llegada del kirchnerismo y haber trabajado en Duro de Domar te hizo cambiar de opinión?
No me hizo cambiar de opinión, siempre pensé que hay gobiernos peores que otros. En mi caso cuando volví al país, aprecié muchas cosas, muchos cambios, cuestiones prácticas, leyes, el matrimonio igualitario, la policía mucho más serena, los derechos humanos, el juicio a los militares. Pero tampoco me hace ponerlos en un lugar positivo donde yo sea militante o apoyar eso, porque mis conclusiones generales sobre la política, la corrupción, la ambición humana, los círculos de poder, es que en esos círculos se unifica todo. Que haya alguien iluminado que te rompa ese paradigma, por supuesto, creo en la excepción que confirma todas las reglas, y creo que este gobierno anterior tuvo más gente con buenas intenciones y ligeramente menos ambiciosas, más puras, con más sentimientos humanitarios o de justicia social que otros. Pero de ninguna manera absoluta o general. No creo que cuando se juntan más de cinco personas se pueda esquivar la miseria humana.
¿Este pensamiento hace que no te interese militar o que no tengas una ideología política propia?
No es que no me interese militar, ya fui jovencito, me fumé a los militares, tuve a mi hermana emigrada, una novia con el padre desaparecido. Milité en todos los partidos que existían, en el Nacional Buenos Aires, el Partido Comunista, la UES peronista. Menos de Franja Morada, creo que fui de todos los partidos y eso que me pareció bien que ganara Alfonsín. Pero tenían más onda los otros partidos, las fiestas eran mejores, había más joda, más vino, se tocaba rock. Yo ahí tocaba temas de Pappo’s Blues. La Federación Comunista hacia muy buenos picnics en Palermo, la Franja Morada era más aburrida. Todo mi idealismo y mis ganas de cambiar el mundo las viví, y ahora de grande creo que se pueden cambiar cosas empezando por casa. Antes de cambiar el mundo ocupate, si te gusta el porro explicale a tu mama y a tu hija lo que es el porro, ponete a lavar los platos, a cocinar, se buena persona. Sí tengo mis ideas, soy defensor a ultranza de la libertad individual, la libertad de expresión, la libertad de hacer cada uno lo que se le cante el orto. Tengo un descreimiento de las legislaciones, de las leyes en general. Somos herederos de muchas dinastías de reyes hijos de puta, dictadores y presidentes generales chotos y tenemos el derecho a no aceptar el mundo como lo vemos y por supuesto intentar cambiarlo.
¿Cómo vivís tu paternidad?
La disfruto muchísimo, fue la mejor sorpresa que me tenía deparada el destino. Disfruté todos los ciclos de mi hija, cuando era bebé, cuando era pequeñita y ahora que es adolescente. A veces no entiendo, cuando digo que tiene 13 años acá en Argentina me responden: «¡Qué pesadilla!». ¿Cómo “qué pesadilla”? ¿Qué la van a garchar, va a tener novio? Como si fuera una pesadilla tener una hija mujer. El nivel de machismo que he vivido en la Argentina es inusitado. Hay que ser igualitario, muchos van a la marcha a poner una pancarta y después tienen en su casa a la mujer preparando la ensalada o diciéndole puta cuando llega tarde.
¿A esta altura de tu vida que cosas te motivan?
Creo que lo único que me motiva en esta época son los hallazgos humanos, los momentos, divertirme con gente o conocer una persona y disfrutar de eso. Por ahí a los 20 años quería ser estrella de rock o famoso. Ahora en ese sentido no tengo ambiciones. En las pequeñas cosas encuentro la motivación para estar vivo, en pequeños momentos compartidos: en salir a jugar al parque.
Etiquetas: Andy Chango, Ernesto Castelnovo