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Por Diego Caballero
En diciembre de 1991 se editó Ácido Argentino de Hermética, uno de los discos más influyentes de la historia del heavy metal nacional. Un cuarto de siglo después es menester analizar qué aportó esta obra maestra, más allá del fanatismo y la identificación del público.
El histórico comienzo con la guitarra del Tano Romano de “Robo un auto”, visto desde la actualidad, podría ser entendido como un flashback en la película de la vida de Iorio. La necesidad de escapar de la “ciudad capital” y ser el conductor de su “deber ser” (noción clave en toda la obra de Iorio) fue una declaración de principios que con el correr del tiempo tomaría mucho más sentido para su biografía. De esta forma, el viaje, tópico recurrente en la obra de Iorio, sirve como oposición a la vida en la ciudad. Frente a la opresión que encarna el joven rockero situado en el cemento, la fuga funciona como una metáfora de realización personal y libertad. A su vez, la temática del viaje en “Del Camionero” se presenta como constitutiva de una identidad en pretérito, ya que “En él (el camión) está mi felicidad, no necesito más”, pero que mutará necesariamente porque nunca es estática.
En “La revancha de América”, Iorio retoma la visión indigenista de “Cráneo candente” y adopta a los pueblos originarios (“del suelo mío”), no sólo como mito de origen y parte constitutiva fundamental de la identidad nacional, sino además posee una impronta latinoamericanista esencialista. Al afirmar “por la siniestra garra de la madre perra/que orgullosa festeja quinientos años/de haber llegado con sus carabelas/a succionarnos, a imponernos fé”, Iorio genera un “nosotros” frente a la “madre perra”, a la que a 200 años de nuestra independencia el presidente Macri trató con una ternura digna de admiración, y sin duda nos invita a repensar qué entendemos por “soberanía”. Sin embargo, a la imposición de la fe anteriormente mencionada es muy interesante la lectura sobre la figura de Jesús en “Predicción”. El guerrero “sudamericano” (otra vez la mirada regional) “no es Jesús, el cristo no es” y lo presenta como el develador de “lo que tantos intentan no ver”.
“Memoria de siglos”(basada en el I-Ching) no solamente demuestra que en el heavy metal hay operando de fondo una variada biblioteca, sino que por la cadencia musical, la interpretación de Claudio O´Connor y las frases arrolladoras que se suceden (sin estribillo, lo cual eleva la obra) hacen muy difícil -aún hoy- poder describir lo que genera esa canción desde el punto de vista de la recepción. Lo que sí queda en claro es que para muchos significó (y significa) un punto de partida para entender al heavy como literatura. Sería muy injusto no señalar la importancia que tuvo Ana Mourín (ex esposa de Iorio) en esta mirada del escritor. Esto se ve explícito en “Atravesando todo límite”, historia tristemente célebre sobre la búsqueda del hermano de Ana, que se complementa con la referencia geográfica en “De Pismanta a Bauchaceta”.
Luego de “Horizonte perdido”, primer instrumental del disco donde es Romano quien manda, “Vientos de poder” nos recuerda que al casette se le podía dar vuelta la cinta con el clásico verso del Martín Fierro. La crudeza de la guitarra es cómplice del dedo acusador de Ricardo: “La cúpula se agita por mostrar decencia/y muchos justicieros se abren de piernas”. Hay una clara continuidad con “Hermética”(1989) en la denuncia de vaciamiento que vivía el país en su neoliberalismo de carnal del sushi y el champagne.
Si el heavy metal criollo desde su nacimiento puso el eje en el laburante que muy cansado está (y seguirá estándolo, de eso se trata), “Gil trabajador” sirve como una declaración de principios que nos interpela necesariamente: “Mientras el mundo, policía y ladrón, me bautizan sonriendo, gil trabajador”. En épocas donde el discurso sobre la inseguridad se focaliza en el delito callejero, olvidando que nosotros somos “su” seguridad (la de las clases altas que “blanquea” sus irregularidades), Hermética adoctrina y pone al mismo nivel, aunque sin igualar, al ladrón con la policía. (Es interesante pensar complementariamente la lírica de “Niño Jefe”, de Almafuerte. “Jamás fue de esos chorritos soretes/que aventajan a un obrero”, el ladrón solidario, al estilo Robin Hood -y asesinado con “lo pagado de impuestos”- es celebrado.)
Acto seguido, “Evitando el ablande” (también del ladrón, aunque la polisemia reina en la estrofa) funciona como un grito de resistencia a doble bombo del Pato Strunz que hermana y exige que no hay que callar nunca. Esta última característica, nobleza obliga, nos invita a recordar la eterna figura de Darío Santillán con la remera de la “H”. Por último, “En las calles de Liniers” funciona como aguafuerte que nos genera imágenes de tremenda e inagotable actualidad, aunque vista desde hoy podemos -y debemos- señalar el marcado contenido machista de algunas frases.
“La H no murió” se suele cantar en un sin fin de recitales de metal argento. Si V8 representa la piedra fundamental para comenzar a hablar de Heavy Metal en nuestro país, Hermética es sin lugar a dudas el fenómeno más intrigante y con más apego en los pechos de miles de personas que transitan de negro por el país. Ácido Argentino se convirtió en una obra fuera de tiempo, de esas que no pierden vigencia como los clásicos tangos del siglo XX. En este sentido, su tapa (elemento no menor) realizada por José Laluz sirve como un brillante resumen conceptual de todo lo expuesto anteriormente.
*El autor es miembro del GIIHMA (Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino) y coautor del libro Se nos ve de negro vestidos. Siete enfoques sobre el heavy metal argentino editado por La Parte Maldita en 2016
Etiquetas: Ácido Argentino, Almafuerte, Ana Mourín, Claudio O´Connor, Darío Santillán, Diego Caballero, Heavy Metal, Hermética, José Laluz, Pato Strunz, Ricardo Iorio, Tano Romano
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