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23-12-2016 Notas

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Por Fabián Flores

El 26 de septiembre de 1994, el por entonces Ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, mandaba a “lavar los platos” a la Dra. Susana Torrado, una de las principales investigadoras del CONICET que, ante la desidia del Estado, decidía quedarse en el país peleando por un modelo distinto de Ciencia y Tecnología. La misoginia, bestialidad y perversidad de la frase del ex superministro menemista cristalizaba todo un proyecto y se hacía extensivo a todos los investigadores que resistían los embates del neoliberalismo criollo de los noventa.

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) fue creado en la década de 1950 con el fin de fomentar y subvencionar la investigación científica y tecnológica, y las actividades de apoyo que apunten al avance científico y tecnológico en el país, al desarrollo de la economía nacional y al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes. Este ente autárquico que hoy depende del Ministerio de Ciencia y tecnología e Innovación productiva, comenzó a funcionar formalmente en 1958 bajo la presidencia de uno de nuestros premios Nobel: el Dr. Bernardo Houssay.

Con la creación del MinCyT, en el año 2007, la actividad de los científicos y becarios de la institución fue creciendo y el prestigio de la institución también, a tal punto de situar al CONICET entre las 80 instituciones de Ciencia y Tecnología más importantes y prestigiosas del mundo según el ranking SCImago, uno de los más consultados dentro del mundo académico.

Toma del CONICET.

Toma del CONICET.

El CONICET, más allá de ser una institución de Ciencia y Tecnología, representa un modelo de país, un proyecto de estado. Se dedica a fomentar las investigaciones otorgando Becas de Doctorado y Posdoctorado para los jóvenes de todo el país, concede subsidios para proyectos, estancias en el exterior, capacitaciones y, además, permite el desarrollo de las carreras del investigador científico y tecnológico, y del personal de apoyo a la investigación.

El sistema de ingreso y permanencia es rigurosísimo, a tal punto que es más complicado que muchos de los sistemas científicos de América latina, e incluso europeos: hay que tener el título de doctor, haberse formado en las Universidades, haber publicado en revistas científicas, haber participado de reuniones y congresos exponiendo los resultados, y demostrar tener un proyecto sólido, potable y  factible.

Menciono particularmente este aspecto porque en los últimos días, los trabajadores de la Ciencia y del CONICET hemos sido blanco de ataques feroces, injustos y disparatados sobre nuestras investigaciones, poniendo en duda la capacidad profesional de los doctores y doctoras que conformamos la Carrera de Investigador, y el prestigio de la Institución en sí.

Pero este ataque es una forma de ocultar el verdadero problema de fondo: el atroz recorte presupuestario que el gobierno de Mauricio Macri está llevando a cabo en el área de Ciencia y Tecnología, y que se concreta en la reducción del 0,71% del PBI (2015) al 0,59% para 2017; vale la pena recordar que en la campaña presidencial, el candidato Macri prometió el 1,5%.

Cantidad de ingresos a Carrera de investigador en CONICET. Fuente: www.conicet.gov.ar

Cantidad de ingresos a Carrera de investigador en CONICET. Fuente: www.conicet.gov.ar

Este recorte comenzó a “hacerse carne” cuando el pasado 16 de diciembre, el Directorio de la entidad dio a conocer los resultados de la Convocatoria 2015 de ingresos a la Carrera de Investigador Científico. De los 874 candidatos que fueron evaluados positivamente y recomendados para el ingreso, solamente 385 fueron aceptados efectivamente por el Directorio; es decir que casi 500 compañeros que transitaron su camino de Becas subsidiadas por la entidad y evaluados afirmativamente son expulsados por la propia institución. A esto se le suma el retraso del llamado a ingresos 2016 para marzo 2017, logrando de esta manera que durante un año no ingresen nuevos candidatos.

El actual ministro Lino Barañao, también a cargo de esta Cartera en el gobierno de Cristina Fernández, fue el impulsor en 2013 del “Plan Argentina Innovadora 2020”, el primero de la historia donde se proponía -a largo plazo- el desarrollo de una política de estado en Ciencia y Tecnología. Este mega programa prometía llegar a 2018 con una planta de 15.000 investigadores, en un aumento del 10% anual de los científicos del CONICET. Las medidas del gobierno del PRO y del Ministro van a contramano de todo el olvidado proyecto que el mismo Barañao había apoyado.

La toma del predio del Polo tecnológico es una forma de resistencia de toda la comunidad científica a este recorte, recorte que representa un atraso inconmensurable en las posibilidades de una Argentina que apueste a un futuro donde los investigadores tengamos un rol preponderante en el desarrollo de nuestra gente. También es una forma de resistencia porque no queremos volver a escuchar que nos manden a “lavar los platos”, desprestigiando la labor cotidiana de becarios y trabajadores que no piden que “le hagan monumentos”,  sino que luchan en el día a día, desde sus laboratorios, aulas o  en la calle. No debemos permitir este retorno al pasado.

La chivilcoyana Ma. Emilia Villanueva, becaria posdoctoral del CONICET, ganadora de la Beca L’Oréal-UNESCO por la invención de un apósito inteligente -en base a hidrogeles de queratina- que al detectar contaminación bacteriana en la herida libera un agente para evitar las infecciones.

¿Cuáles son y serán las consecuencias de este panorama desalentador? Creo que varias. El envejecimiento de la planta de trabajadores de la Ciencia y la Tecnología al no permitir nuevos ingresos y asegurar la continuidad de los becarios; el derroche de un capital humano altamente capacitado (basta con recordar que esta semana se conoció que una científica argentina del CONICET está entre los investigadores destacados del 2016 en el mundo); la fuga de cerebros que ya hemos vivido en otras épocas; el dejarle espacio al mercado y al capital privado para resolver los problemas, de acuerdo a los intereses de los sectores concentrados de la economía, es decir alejarse de pensar un modelo de país donde los trabajadores de la Ciencia contribuyamos a resolver los problemas de la sociedad y lograr la soberanía científica, que alguna vez hemos anhelado.

Soy investigador adjunto de Carrera del CONICET desde el año 2009. Me gradué como Doctor en Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad Nacional de Luján, y ejerzo como docente en la Universidad Pública. Investigo dentro del campo de las Ciencias Sociales sobre la diversidad religiosa y el espacio público, tratando de lograr que las políticas públicas que se lleven a cabo sean lo suficientemente inclusivas para garantizar la igualdad de derechos entre todas y todos los habitantes, independientemente de sus creencias. Mi perfil es público y todos pueden acceder a mis trabajos. Nuestro aporte al cambio social puede y debe ser fundamental, de eso –también- estoy convencido.

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