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14-02-2017 Notas

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Por Jorge Bernárdez

La misma época histórica bajo la lupa de dos analistas políticos. Uno comprometido de manera casi militante, el otro con una mirada aparentemente apolítica y profesional. Uno es Mario Wainfeld, autor de Kirchner, el tipo que supo; el otro es Ignacio Zulueta, autor de Macri confidencial, pactos, planes y amenazas.

Zuleta durante años fue el autor en una sección inevitable para todos aquellos que gustamos de la política y sus cabildeos que eran las Charlas de quincho de Ámbito financiero. Wainfeld tuvo la posibilidad de cubrir para Página 12 el mandato de Néstor Kirchner: el periodista se acercó al calor del poder todo lo que pudo y un poco se dejó encandilar por el líder que era un tipo de acción que no tenía especial simpatía por los periodistas o por los intelectuales. Como muestra está El flaco de José Pablo Feinmann, el libro en el que el filósofo narra su fallida relación con el kirchnerismo a partir de unos pocos encuentros que terminaron a las patadas cuando Feinmann le marcó que se estaba acercando demasiado a los barones del conurbano y Kirchner le dijo que necesitaba ganar elecciones. Wainfeld además de ser periodista y militante de causas populares supo no cabrear a Kirchner aunque en algún momento y siempre a instancias del Presidente le dio su opinión crítica de cosas que el poder debía hacer y que al militante lo irritaban.

Zuleta es un profesional, una pluma exquisita y afilada que puede ser destructiva si lo necesita. Para el libro sobre Macri se valió de sus relaciones cercanas, de su conocimiento del entramado político y de las internas de los radicales que suelen tener más bifurcaciones que los jardines del cuento de Borges.

Leí los dos libros como armando una línea de tiempo propia. Así que no empecé a leer el de Zuleta hasta que no apareció el tema de la caída de Ibarra como intendente de la Capital. Hasta ese momento el gobierno de Néstor Kirchner había tomado algunas decisiones importantes y trataba de sostener lo que se llamaba un proyecto transversal. Eran tiempos en que el kirchnerismo, además de encarar el tema de los juicios por las violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura, encaró una lucha frontal con los organismos internacionales para solucionar el tema de la deuda externa. Los tiempos alegres de un kirchnerismo que no preguntaba a los que se acercaban de dónde venían y subía al proyecto a gente de distintos palos. Pero al producirse la tragedia de Cromaron el kirchnerismo deja caer al intendente, según Wainfeld por una decisión de Néstor Kirchner que vio que era algo irremontable. Ahí muere la transversalidad y se inicia una nueva era.

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Ignacio Zuleta dice más o menos que al llegar el momento de tomar decisiones a futuro en ese momento Macri y su mesa chica pensaron que era el momento de hacer pie en el distrito para elaborar el proyecto mejor que siempre fue el de la Presidencia. Narra cómo, a través de Menem, se conocieron Macri y Durán Barba: el entramado de fundaciones y de relaciones interpersonales en las que se funda el PRO. Uno lee y comprende el peso de Horacio Larreta en todo eso, de dónde viene María Eugenia Vidal y de dónde Marcos Peña. Leyendo a Zuleta se entiende que el PRO no es apenas un grupo de amigos, hay un entramado profesional y de cierto saber científico abocado a terminar con la política tradicional que sin el auxilio del radicalismo y del peronismo de la capital no hubiera podido; es otro tema.

Kirchner, el tipo que supo narra nacimiento, ascenso, triunfo y decadencia de un proceso político surgido del sentimiento callejero de que se tenían que ir todos los responsables del caos de 2001. Es un libro que cree en ese líder patagónico que usa mocasines medio rotosos y traje cruzado siempre desabrochado y del que nadie esperaba nada. El de Zuleta es la crónica de un triunfo planificado de manera científica, apoyado en focus group, que manejó la imagen de Macri hasta volverla maleable y cercana en cierta forma a la gente.

Quizás lo mejor de Macri confidencial, pactos, planes y amenazas sea la manera en que pronuncia la trampa que estaba tendida para el peronismo a través del balotaje, una verdadera bomba de tiempo puesta por Raúl Alfonsín en la constitución de 1994. Allí está el germen del triunfo de Cambiemos. Los números lo dicen, el peronismo es perdedor en los centros urbanos: con un armado de los que pueden llamarse el Partido del Balotaje se le gana en la segunda vuelta. Hacia 2013 el kirchnerismo había hecho esa lectura y sabía que estaba en peligro. Claro que armar el partido de la segunda vuelta exigía que todos los implicados dejaran de lado algo en función de ganar.

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Leyendo los dos libros en paralelo está clarísimo el enfrentamiento entre un gobierno de signo popular que fue afianzando los números y sacando conejos de la galera que le iban haciendo ganar espacios hasta toparse con un enemigo que hizo tambalear todo: el campo. Mientras que se ve avanzar inexorable el partido del sentido común, los buenos modos, el sistema en fin que se veía acorralado encontró en Cambiemos su instrumento para armar el partido de la segunda vuelta.

El de Wainfeld es un libro apasionado que se permite discutir a su objeto pero sin perder de vista que Kirchner fue protagonista de esos años en los que gobernó y en los que apoyó a su mujer desde las sombras. Lo que vino después tuvo otra lógica. El de Zuleta es el libro de un viejo zorro de la política, desdeñoso de la experiencia populista indicando que tuvo en su gabinete representantes de los poderes que decía atacar o destacando que pese al discurso nunca el kirchnerismo votó en contra de los EEUU en los foros internacionales. Ambos, literatura política para entender esta loca coyuntura.

 

 

 

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