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Por Luciano Sáliche | Foto: F. Pignataro
Fulana Who se llama Sol de Angelis pero, acorde a los tiempos que corren, creó un personaje en primera persona caminando el sinuoso tapial de los abismos: ficción y realidad, separadas apenas por un ladrillo. Tiene 29 años, es de Tortuguitas pero vive en Florida, Vicente López, a 25 kilómetros de distancia de su casa natal. Dibuja, hace comics, ilustra, toca en Esa Gente Que, diseña, observa el mundo y navega en las redes sociales, como la mayoría de los mortales. Su formación es un picadillo de carreras inconclusas y cursos cortos. Su tira Mi soledad y yo narra la historia de una chica con una suerte de mascota humanizada, un globo violeta que le responde todas sus preguntas retóricas y le da compañía. Un amigo invisible, para algunos; una forma hilarante y exagerada de personificar a la soledad, también.
Pero, ¿cuál es el estatuto de la soledad, en un mundo hiperglobalizado donde las redes sociales nos arrastran hacia una tensión constante entre la compañía excesiva de contactos y el frío desamparo de las pantallas? Para poetas como Pablo Neruda, un camino errante hasta el amor. Sin embargo, fue Charles Baudelaire quien señaló, en El spleen de París, a aquellos que «corren a olvidarse entre la muchedumbre, temerosos, sin duda, de no poder soportarse a sí mismos». Todo esto, antes de la irrupción de internet, pero ¿cómo cambió después de la llegada de Google y los celulares ortopédicos? «Hay algo muy muy excitante y adrenalínico en hacer algo que nadie sabe que estás haciendo», le dice Sol a Polvo, travestida de Fulana Who, buscando una respuesta. ¿Es entonces la permanente interacción online una forma de escapar de la soledad offline? Si somos sujetos sociales que nacimos para estar en compañía, ¿es posible afrontar la soledad con una sensación que no sea la del pánico?
A continuación, una charla con la autora detrás de los pinceles. Sobre su dibujos, sus comienzos, sus inquietudes, sus certezas y los mambos de hacer arte para internet. «No se puede agradar a todos, es más, no se debe», dice sobre la tiranía del like, un camino que muchos artistas frecuentan. Ahora su búsqueda es la transposición, llevar su obra a un libro en papel; por eso comenzó con una campaña para buscar financistas.
¿Te acordás cuáles fueron tus primeros dibujos?
No recuerdo haberlos hecho. Pero sí recuerdo haberlos encontrado en una carpeta del jardín. Cuando tenía 9 años me encontré con una de esas cajas con cosas del jardín y recuerdo haberme quedado mirándolos. No eran nada sobresalientes, eran dibujos normales pero recuerdo que a mis 9 años me parecieron algo fascinante. Recuerdo también, la primera vez que me felicitaron por no salirme de las líneas, estaba en sala de 4 al lado de la puerta del aula, el dibujo era un Papá Noel y yo lo pinté sin pasarme. Siempre rocé con lo traga. No digo que ponía a la maestra por delante de mis compañeros pero definitivamente me gustaba recibir la estrellita dorada en el cuaderno al terminar el día. Recuerdo, además vívidamente la mesita en la que dibujaba. El tamaño la textura el color, como si la tuviera en frente. Pero los dibujos en sí no tanto.
En tu serie «Mi soledad y yo» personificás a la soledad; le das forma, entidad, personalidad… ¿qué te llevó a crear este personaje?
Esa tira es muy muy autobiográfica. Literalmente un domingo cualquiera después de más de un año de vivir sola me encontré descorchando un vinito con una sonrisa en la cara y pensando: esto no está nada mal. Empecé a notar que había muchas cosas de mi vida que me habían enseñado, o había interpretado yo, que había que compartir o si no eran tristes. El vaso de vino es el ejemplo perfecto. Si tomás un vino con amigos un lunes a la noche, sos una mujer sofisticada, inteligente y popular que disfruta de su adultez y se gasta unos mangos en un buen vino porque lo vale. Si te tomás un vino sola en tu casa un lunes, estás deprimida, bordeás el alcoholismo y probablemente no tengas amigos. Más de un/a terapeuta (fui a varios) me preguntó si tomaba. Al responder sí, la siguiente pregunta fue siempre “¿y tomás sola?”. Este es sólo un ejemplo, pero me sorprendí a mi misma con cuantas cosas hago sola, voy al cine, pienso, tomo decisiones, trabajo, cocino, leo, dibujo, hago casi todo sola. Y me encanta. Dejé de juzgarme. Cuando estoy sola, me banco, me quiero y me apoyo a mí misma. La soledad es una gran compañera y eso es lo que estaría bueno que quede grabado en el inconsciente colectivo. Si al final nacimos y moriremos solos. En la vida se está solo, en la cabeza se está solo y una vez que entendí eso fui capaz de acompañar más a los demás, ser mejor amiga, hija, hermana, pareja y colega. Por eso creé la tira, para disfrutar y hacer consciente el ejercicio de la soledad y para decirles a otros: está bien, no pasa nada y al final garpa.
Pareciera que es algo muy de esta época la soledad. Si bien siempre existió, hay cosas que en nuestra contemporaneidad la vuelven única, por ejemplo las redes sociales. ¿Qué le ves de específico a esta soledad, diferente a tiempos anteriores?
Uf, no sé si puedo hablar de la soledad en otras épocas. Creo que en nuestra época se inventaron formas de distraerse en la soledad. Porque le tenemos miedo, a la soledad y al aburrimiento. Vamos, venimos, hacemos, pensamos, vemos Netflix, Youtube, Instagram, pito, flauta, matraca, ¿y la pausa?, ¿y el silencio? Siempre pienso en lo importante que es el silencio y no sólo de ruido, sino también de data. Me da placer apagar el celu, la música, la compu. Creo que la soledad está un poco desatendida, le robamos sus momentos con mensajitos de Whatsapp y fotitos y nos perdemos de lo que tiene para dar. Ojo no digo que no valga ver una peli solos, solo digo que si vamos a ver una peli solos, hagamos eso, veamos una peli solos. Sin twittear cada dos minutos o instagramear el pochoclo. Hay algo muy muy excitante y adrenalínico en hacer algo que nadie sabe que estás haciendo. Estar en un lugar en el que nadie sabe que estás. Bailar en una fiesta donde nadie te conoce, dejarlo todo en la pista e irte así, sin saludar, porque estás sola. Tomar un camino distinto, sola. Es muy gratificante.
¿Dirías que es una serie introspectiva?
Sí, súper, porque si bien la soledad es un personaje en mi tira, en la realidad soy yo, hablando conmigo, con la pared o con una mosca pero hablándome a mí. Son algunos de los miles de diálogos internos de cada día. De las cosas que surgen del silencio y la contemplación. De la soledad.
En tus dibujos retratás también pequeñas sensaciones y momentos, cosas que ameritan una pausa en el trajín de la rutina, como las hojas en el piso en otoño, las flores deshojadas, el sonido de las ciudades… ¿cuál es tu objetivo, teniendo en cuenta que hoy los dibujantes tienden a cosas más de agenda o rutina como el humor político o la picaresca cotidiana?
No tengo un objetivo muy claro a la hora de sentarme a dibujar. Sí me planteo ser honesta. No voy a escribir sobre política si no sé de lo que estoy hablando. No hago el humor «que garpa» porque no sé cuál es y porque sinceramente no creo tener la capacidad ni la espalda para hablar de temáticas generales que interpelen a las personas de la manera en que lo hacen otros dibujantes. No puedo más que retratar la vida diaria y la rutina de una mujer que va por las calles de Buenos Aires viendo las cosas pasar. Soy mala para escribir personajes. Acá, una vez más, creo que me dediqué a hacer de la falta una virtud. No puedo hablar de realidad y política pero puedo hablar de mí. Bueno, vamos por ahí y con la mayor calidad y honestidad posible.
El personaje de «Mi soledad y yo» narra además su viaje por Berlín, ¿estuviste ahí?
Si estuve varias veces en Berlín, tengo mucho amigos allá de los viajes y visitas que fui haciendo. Hay algo muy mágico en esa ciudad. Si no me gustara tanto tanto Buenos Aires seguramente me iría para allá.
Estás preparando Todo bajo control, un libro que busca el financiamiento colectivo, ¿con qué se van a encontrar los futuros lectores?
Todo bajo control será un libro recopilatorio de mis mejores dibujos hasta el día de hoy. Algunos que han salido en las redes y algunos que no. Que sólo estarán en el libro. Los lectores se encontrarán con la misma energía y dinámica que en las redes pero con un soporte mucho más amable, y además algunos chistes que en formato libro garpan mucho más.
¿Por qué decidiste buscar este pasaje de la web al papel? ¿Qué se gana y qué se pierde en este pasaje?
Fueron varios los motivos. En primer lugar la llegada al lector. Los libros llegan a las personas desde otro lugar. Es muy distinto el momento en el que te sentás a leer del que te sentás a ver el Facebook. La predisposición es otra. Entrar a una librería y llevar ese libro que no sabías que existía y puede cambiarte la forma de pensar es un gran momento. Siempre que voy a una librería imagino que los libros son cientos y miles de puertitas diminutas y que te comprás eso, una puerta a un mundo que hasta ese momento desconocías. El libro, además, es un objeto. Un objeto que uno puede regalar o compartir. El libro es cálido, tangible, tiene olor, texturas, brillos, no sé, me parece un objeto muy noble. La experiencia del libro dista mucho de la de la luz de la pantalla en la cara.
Viviste el mundo antes y después de internet, ¿cómo creés que cambió la forma de hacer arte a partir de esta bisagra?
Si bien viví el mundo antes la internet, era muy chica y no recuerdo como era antes. Pero si sé, que no era tan facil que un artista llegue a su público. Por ejemplo, antes un músico tenía que conocer gente para hacer contacto con la persona que tenía un primo que era vecino de un tipo que tenía un estudio de grabación y sobre todo había que tener plata. Para difundir, para tocar puertas, para figurar, para comprar instrumentos, para tomar clases, todo era posible sólo con plata. No digo que hoy la plata haya perdido su protagonismo. El arte mainstream se sigue rigiendo por esos cánones. Pero me consta que una persona con una compu y muchas ganas de crear, mostrar y crecer en el arte, puede hacerlo. Quizás no las artes más ¿eruditas?, ¿finas? Claro que uno no se baja un tutorial de ballet y sale bailando el cisne negro a la perfección. Pero sí, hay posibilidades de aprender el oficio del arte, de ver charlas que dan creadores más experimentados, miles y miles de instrumentos y herramientas a tu disposición. Y después, por supuesto, las plataformas de difusión. Las redes, los blogs, los nichos más específicos, es infinito. En mi caos puntualmente gracias a internet pude divulgar mi trabajo y empezar a trabajar de ilustradora. Hoy, además me permite hacer esta campaña para publicar un libro. Para una persona como yo $90.000 es una cifra inalcanzable pero gracias a internet y a la gente que anda por la web bancando mi trabajo puede que la alcance. Para mí es increíble que así sea. No deja de sorprenderme.
Y por último, tenés una enorme cantidad de seguidores en las redes que comentan, comparten, dan like. ¿Te condiciona la recepción del público a la hora de dibujar?
Al principio sí, hora ya no. Cuando no estaba muy segura de lo que hacía buscaba la confirmación o la valorización afuera, en el like, el compartido, lo que venga. Hoy en día sé que hago lo que hago porque amo hacerlo. Porque me hace feliz y porque vale la pena. El mensaje siempre llega al que lo tenía que recibir. A veces hay tiras que son muy poco populares pero alguien me manda por privado un mensajito agradeciendo o contándome de qué manera el dibujo le cambió el día. Listo, los likes que los cuente Facebook, yo me voy a dormir pensando en esa persona y me parece que todo vale la pena. Más de una vez subí algo que a alguno no le gustó y esos, lamentablemente, también escriben mensajes privados. No me acuerdo donde leí que si a todos les gusta lo que hacés probablemente esté haciendo algo mal. Estoy muy de acuerdo con esa frase. No se puede agradar a todos, es más, no se debe.
Etiquetas: Charles Baudelaire, Fulana Who, Pablo Neruda, Soledad