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10-04-2017 Notas

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Por Natalia Gauna

Todos los domingos al mediodía se desata una tragedia familiar en un club de Almagro. Fernando Ferrer se anima a contar un clásico shakesperiano pero con un tinte porteño. Aludiendo al Rey Lear como fuente de inspiración para esta historia, el director y dramaturgo no duda en colmar la escena de recursos cargados de dramatismo. La puesta escenográfica y las luces están al servicio del que parece el fin último de La Fiesta del Viejo: narrar lo trágico. En este camino las actuaciones, con aciertos y desaciertos,  intentan ser fieles a la búsqueda del autor.

¿Cómo se reinventa un clásico? Su carácter de universalidad parece explicar su reincidencia escénica. En especial, las tragedias de Williams Shakespeare. Detrás de ellas está el amor, el poder, el deseo y la ambición, todo junto y corrompido. El cóctel es excitante y siempre pertinente a cualquier época. Quizás, esto explique porqué siempre volver a Shakespeare puede ser tan efectivo como revelador.

En la versión original que, según acuerdan la mayoría de los historiadores del teatro, data de 1606, el Rey Lear decide ya en su vejez dividir su patrimonio entre sus tres hijas y sus respectivos maridos. A cambio, el soberano británico pide a sus consanguíneas que declaren su amor hacia él y las razones de éste.  Goneril y Regan responden al pedido con discursos aduladores mientras que Cordelia, la menor de las hermanas, lo hace pero con palabras modestas. Hay quienes leen en esta actitud la deshonra que le produce su propio padre, autoritario y déspota, y otros que aluden al rechazo que le propinan sus hermanas. Sean las razones que sean, el Rey Lear decide desheredar a esta última. Las otras detentan a duras penas el poder del reino, descuidan a su padre hasta que éste termina por pedir compasión a su pobre y desterrada Cordelia. Todo empeora. Goneril y Regan se disputan el amor de un mismo hombre mientras que Lear y Cordelia terminan presos. El odio y el rencor llenan de sangre a esta familia que no resurgirá entre las cenizas.

¿Cómo Ferrer vuelve contemporánea este drama clásico? No sólo por la casi obviedad de situar la obra hoy en Buenos Aires sino también por crear personajes mundanos. Es decir, ni reyes ni princesas ni condes sino dueños de un club, tesoreros, vecinos y amantes del barrio. Nada lejano. El drama que se desata, casi a diario, en cualquier lugar de Argentina y que pronto será noticia. Es que en este tiempo estamos acostumbrados a la tragedia shakesperiana. Devolver su origen teatral y producir estupor en la sala es el gran hallazgo de Ferrer. A pesar de las horas televisivas en la que cada espectador ya vio alguna vez un drama como éste se conmueve.

Sin embargo, la contemplación y el padecimiento del público se encuentra un tanto abrumados por un devenir dramático caótico. En este aspecto se encuentro el punto más débil de esta puesta en escena, confundir el caos y la histeria colectiva con el drama. El exceso vuelve al argumento casi un sin sentido. Ferrer, en su trabajo de director, quizás aquí encuentre su deuda con su propia obra.

Por su parte, las actuaciones hacen lo suyo en esta confusión. Julieta Cayetina (Neski), Clarisa Hernández (Regina) y Agustina Benedetelli (Cordelia) buscan los personajes desde un estereotipo brindándole importancia a la forma. Es decir, entendiendo que la exaltación de los mismos es la manera más dramática de mostrar el conflicto interno. A veces, como se dice banalmente, “la procesión va por dentro” y, así y todo, eriza la piel del que mira. Ezequiel Gelbaum, como Curna y esposo de Regina y Julian Smud, en el papel de Bano y esposo de Neski, por momentos quedan envueltos en la exaltación de sus pares, en otros, salen airosos.

En tanto, Gonzalo Ruiz como “El Francés” y novio de Cordelia, Ezequiel Troncoso en el rol de Kent, Moyra Agrelo como Bufo y Demián Gallitelli como el Cocinero devuelven a la escena el necesario clima de tensa calma. Abian Vainstein, es el viejo y este Rey Lear porteño, quien lleva las riendas de esta familia asumiendo con inteligencia y atino la tarea de otorgar ritmo a la obra y propiciar el camino para desatar la gran tragedia.

Por último, en La Fiesta del Viejo no hay tiempo para dosificar la historia original. Todos los enredos aparecen en escena desde el inicio de la obra y  llegan así al final, en el que se desenredan con el correr de la sangre que salpica a todos los personajes, por igual y al mismo tiempo. En esta apuesta la obra tiene un elemento más para cumplir su ya mencionado fin último, narrar lo trágico, al desatar los conflictos sin esquivos ni pausas.

Dirección y dramaturgia: Fernando Ferrer
Intérpretes: Moyra Agrelo, Agustina Benedettelli, Julieta Cayetina, Demian Gallitelli, Ezequiel Gelbaum, Clarisa Hernández, Gonzalo Ruiz, Julián Smud, Ezequiel Tronconi y Abian Vainstein.
Espacio y arte: Romina Giorno
Vestuario: Peta Moreno, Marina Claypole
Iluminación: Sebastián Francia
Música original e interpretación: Stine Helkjaer Engen
Asistencia de dirección: Marisol Scagni
Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759. CABA
Funciones: domingos, a las 12 PM.
Duración: 90 minutos

 

 

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