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Por Luciano Sáliche
Si miramos en el espejo retrovisor de América Latina lo que pasa en Europa, ese monstruo que avanza, se cae, tropieza y vuelve a avanzar, más grande, más fuerte, con retazos de ideologías viejas y nuevas, metálicas y plásticas, todo es más terrorífico. Es que la peligrosidad del monstruo, que se suma a nuestros problemas locales de coyuntura, hace que sólo reste entrar en pánico y acelerar el auto para que nunca nos alcance a nosotros, pequeños hombrecillos que, según el guion de la película, seremos alcanzados, atrapados, masticados, violados y muertos. Sin embargo es su estado de lejanía, la distorsión que provoca verlo a través de un espejo enmarcado, lo que lo hace aún más tremendo. Aunque también su historia: un monstruo que supo ser, en el pasado, la meca cultural e intelectual con París como capital -el corazón que bombeaba chorros de sangre desde el Sena-, y que ahora, a partir de la derechización exacerbada que viven sus democracias, se ha vuelto una mancha oscura donde, no sólo absorbe conflictos, también los genera.
Si en las novelas de Michel Houellebecq se puede sentir todo eso que sucede en Francia, y específicamente en su novela futurista Sumisión, pero desde un lugar más bien oscuro y acechante, ahora que Emmanuel Macron es el nuevo Presidente y el liberalismo vuelve a renovar su rostro, ¿quién aportará una mirada un poco menos pesadamente racional? Esperando a Mister Bojangles es el libro que dio vuelta el asunto. Su autor, Olivier Bourdeaut, un nantés de 36 años con mirada melancólica pero de prosa astuta, publicó su primera novela y se convirtió en un éxito: en menos de un año vendió más de 300 mil ejemplares y se tradujo a varias lenguas. La pregunta es, intentando esquivar los caprichos del mercado, más bien dejándolos de lado: ¿por qué?
Un padre fabulador, una madre delirante, un niño astuto y una grulla como mascota. La familia que protagoniza la novela decide, casi sin meditarlo demasiado, ir en contra de las convenciones más racionales de la biopolítica mundial. Sacan a su hijo de la escuela, se vuelven autodidactas, viven de fiesta en fiesta, beben, leen, cantan, bailan, se dedican a ser felices. Sin embargo, ese éxtasis del divertimento genuino empieza a toparse con un cuello de botella, con una imposibilidad, pero no como un costo, sino como una vuelta azarosa de la vida: mamá está loca, sus ataques de manía y obsesión extravagantes son cada vez más frecuentes y preocupantes. La entrada, la estadía y la salida de un centro psiquiátrico no sólo forman parte de una crítica irónica al dios de las pastillitas como método de domesticación, también conjugan una manera de surfear esa racionalidad que todo lo vuelve predeciblemente aburrido: “¡Tenemos que liberarnos de estos malditos problemas pegándoles una patada en el culo!”
Con una prosa vistosa pero sin ambiciones eruditas, Bourdeaut narra de una manera tierna e infantil pero con mucha ironía una buena historia de delirio francés. Hay, además, una suerte de reivindicación del amor romántico y del amor familiar, figuras que a la burguesía le sientan tan bien, sin embargo sería injusto aseverar, como hacen los idiotas, que la estupidez del amor no es algo necesario. De hecho, sería más justo decir que esa estupidez, universal para todo aquel que se enamore perdidamente, podrá transformarse en trampa o trampolín: o vuelve al enamorado un conformista con el mundo o le da el valor para transgredirlo. Por suerte, esta segunda opción es la que aparece en Esperando a Mister Bojangles. En ese sentido, la novela posee mucha diversión y belleza pero también mucha tristeza y melancolía. ¿Acaso no es así la vida en todos lados: hermosa y espantosa a la vez? Por eso, la cuestión radica, ya no sólo en aceptarla, sino también en enfrentarla, aunque la embestida nos deje rotos.
“Un espectáculo tan hermoso no podía ser el resultado de un error, de una mala elección; una luz tan perfecta no dejaba espacio para el remordimiento. Jamás”, se lee en otro fragmento. La alusión se da en un escape que los protagonistas hacen a España. ¿Qué los guía? Lo de siempre: el amor. Pero vale aclarar: enamorarse y formar una familia son acciones que pueden fracasar, sin embargo –y pese a lo que intentan instalar las películas románticas– ese fracaso está determinado por un contexto, ese que también hace posible que se gesten este tipo de relaciones. ¿Acaso no es el contexto el que le pone las adversidades y los obstáculos y no es también el contexto el que les ofrece, como una cárcel imperfecta, pequeñas maneras de esquivarlo, resistirlo y escaparlo?
Pero, y antes de que la cuestión se desvirtúe, la novela de Bourdeaut ocurre casi una década después del Mayo del 68, cuando “Mr. Bojangles”, la canción de Nina Simone, flotaba en los círculos intelectuales de Europa. Entonces, ¿qué dice esta novela del presente francés? ¿Qué tiene para decir de este escenario tan oscuro donde, frente a los atentados de Charlie Hebdo, Bataclán y Niza, entre otros, aparece una derecha xenófoba y nacionalista? “Los lectores franceses necesitaban un poco de optimismo y yo también”, me dijo Bourdeaut en una entrevista que le hice hace apenas unos días en el hotel Pulitzer, cuando estuvo en Argentina. Es que el valor de Esperando a Mister Bojangles es el de una anomalía, una suerte de reflector, aunque delirante y surrealista, muy luminoso.
Desde el espejo retrovisor de América Latina, se ve que el monstruo que tiene a Francia como corazón es la Unión Europea. Con el brexit –la salida del Reino Unido de la UE– la cosa parece más extraña: una suerte de URSS liberal y entrajada que se descompone de a poco, pero que, tarde o temprano, va a volver a crecer de nuevo, con más tentáculos y etnocentrismo. Con Macron, la balanza se volvió a torcer hacia el europeísmo, sin embargo el monstruo sigue asechando. Acá, desde América Latina, intentamos develar qué es lo que pasa allá atrás: esa novedad que nos persigue y, como sucedió con la Modernidad que llegó un siglo más tarde, siempre nos alcanza. Esperando a Mister Bojangles es una forma irónica de entenderlo, guardando una sana distancia, para no precipitarse en miedos apocalípticos, porque, al fin de cuentas, si realmente ese final va a suceder, si la derechización xenófoba va a llegar a estas ignotas tierras del sur que ya bastante derechizadas están, que no nos toque recibirla inmovilizados por el pánico.
Esperando a Míster Bojangles
Olivier Bourdeaut
Editorial Salamandra (2017)
149 páginas
Etiquetas: Charlie Hebdo, Emmanuel Macron, Michel Houellebecq, Nina Simone, Olivier Bourdeaut