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Por Luciano Lutereau
1.
La fantasía de seducción es constitutiva del sujeto. Y hay un tipo clínico (la histeria) que hace de la defensa contra esta fantasía lo fundamental de su mecanismo de formación de síntoma. Pero siempre hay un riesgo en psicoanálisis, el de confundir que toda mujer que se queja de un seductor es una histérica; y así ocultar el desvalimiento de la mujer ante la perversión de ciertos hombres. Es una diferencia clínica fundamental. Y que requiere como criterio restituir el conflicto en la relación amorosa.
Lamentablemente, la moral sexual contemporánea (periodística) busca un amor puro y dice “Si te X, no te ama”. ¡Qué error! Tanto mejor sería decir “Te amo porque te odio” (como la canción de Madonna) ya que el hombre ideal existe, y es el perverso: los tipos con doble vida, los maridos ejemplares que por la noche son vampiros, etc.
El “varón disociado” de nuestro tiempo, demasiado visible para ser visto; el soltero, cuya violencia hoy pasa desapercibida, porque no se sostiene en la agresión… pero sí en la estafa.
2.
Ella me cuenta que tiene que dar una clase. Cada vez que tiene que poner el cuerpo se llena de nervios. Se pone a estudiar a dos manos, aunque sabe que el saber es impotente. Pero no puede dejar de estudiar. No le ocurre que el acto de la clase represente el sustituto de una escena de seducción, como en la histeria, sino que se trata de un conflicto con la potencia para quien la simbolización del falo no es una opción. Por eso la neurosis obsesiva femenina no tiene como síntoma fundamental la duda, como la masculina, sino la compulsión. “Saber que el saber es impotente, pero aun así…” es la fórmula de la obsesión femenina.
3.
El punto más complejo para interrogar la histeria en el varón es la pregunta respecto de la incidencia que la especificidad masculina presta al tipo clínico, en la medida en que la vía fálica requiere una puesta a prueba de la potencia y la posibilidad de su sintomatización. Dicho de otra manera, ¿qué fin presta la histeria al varón para sintomatizar su potencia? Así es que puede advertirse la importancia de distinguir entre histeria masculina, posición seductora y homosexualidad, para que se plantee la verdadera diferencia clínica significativa: aquella por la cual hoy en día muchos casos de histeria masculina se confunden con la neurosis obsesiva (tan solo porque se trata de una sintomatización de la potencia), o con cuadros como la fobia o borderlines (por la presencia masiva de angustia).
4.
Uno de los problemas del psicoanálisis actual es que abandonó la metapsicología. Se conforma con descripciones empíricas en jerga lacaniana (la relación con el Otro, la posición fantasmática, este u otro goce, etc.) sin profundidad clínica. La histeria masculina como tipo clínico implica trazar distinciones con: la histerización del varón, la homosexualidad (que no depende de una elección homoerótica) y la pasividad constitutiva de la masculinidad (que no es una feminización). Estas distinciones imponen repensar el Edipo negativo y los modos de amor masculino al padre. Sin estas distinciones, en que consiste la clínica, nos conformamos con perfiles psicológicos.
Etiquetas: Luciano Lutereau
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