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14-07-2017 Notas

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Por Ana Paolini

 «Que todos sean artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie»
(Apotegma peronista)

Juan von Zeschau (Buenos Aires, 1982) es licenciado en Ciencias Políticas. Mientras estudiaba, comenzó a militar en la facultad, ocupando cargos políticos y electivos. Fue asesor de funcionarios nacionales de alto nivel, y recibió becas para estudiar política en los Estados Unidos y en España. Desde la universidad pasó a ocupar diversos roles en la política territorial, al mismo tiempo que se desempeñaba como periodista y escritor en el diario Tiempo Argentino, Buenos Aires Económico, la agencia de noticias Paco Urondo y en revistas partidarias como Jotapé o Gestar. Fuego amigo es su primer novela.

Más allá del humo y el rating

En una época hipermediatizada y cuyo sentido común sigue dibujando al militante como un ser limitado y sumiso que repite un libreto, entender la dinámica del poder suele ser una fuente de equívocos. Simplificaciones, panelismo y circo,  marketing, demagogia y peleas entre “buenos” y “malos”.

Lo cierto es que la política es mucho más compleja y menos teatral. Las roscas y las internas no son propiedad del peronismo. Por poner ejemplos, en la película El estudiante la rosca se circunscribe al ámbito académico entre todas las agrupaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. En la serie danesa Borgen trascienden las disputas de las altas esferas entre los funcionarios de diversos partidos –incluso la alianza en el poder– y los medios de comunicación.

Fuego amigo es una novela de tinte realista pero con el ritmo de un trhiller de suspenso. La política se vive con pasión pero cada instancia de diálogo y negociación es como una jugada de póker. Todos esconden algo, intentarán adelantarse con artilugios para conseguir información relevante y  tejer una posible estrategia.

Si se parte de la lógica binaria de Carl Schmitt, no poder definir claramente quién es el enemigo supone una crisis de identidad. La retórica del peronismo (o de los peronismos, porque todos fueron distintos) no siempre definió claramente –y sin incoherencias– quiénes son sus enemigos hacia afuera, más allá de la oligarquía y el imperialismo norteamericano. Pero la dinámica interna, además, tiene una lógica binaria propia muy cambiante: lealtad y traición. No existe una respuesta unívoca acerca de qué es ser peronista, en todo caso, siempre fue más fácil definir al antiperonismo.

Como dice la contratapa, “Fuego amigo es una novela política sobre un grupo de jóvenes militantes envueltos sin aviso en una operación para voltear a una dirigente peronista que ocupa una Secretaria de Estado”.

Juan von Zeschau

Jaqueando los mandatos peronistas

Ambientada en la crisis del campo del 2008,  con algo del estilo picaresco y el talento de Jorge Asís, incorrecta y sin concesiones al feminismo de turno, los ejes centrales sobre los que gira la obra son básicamente tres, que refutan algunos de los preceptos peronistas más clásicos:

–La transformación de la militancia en un instrumento de sostén propio, cerrado, y no de apoyo y convocatoria.

¿“Compañeros”? En esta novela el que no conspira, pierde. Contradiciendo a la doctrina, lo social no es el fin sino el medio. Lo que abunda es la paranoia y los operadores.

–Si bien aparecen figuras femeninas con poder (Cristina Kirchner es presidenta y el protagonista responde a La Rusa), los diálogos son casi todos entre hombres y son mayoría. La figura de Evita y sus conquistas quedan confinadas a los discursivo. Entre los personajes el rol de la mujer es siempre un objeto de deseo, de servicio o una distracción.  

–¿Un peronismo o varios? Si hay algo que se perdió es su estrecha relación con el mundo sindical y la clase obrera. La novela muestra cómo el entramado social atraviesa todas las clases sociales: las redes que se arman entre el ámbito universitario, los centros culturales, las unidades básicas, los sindicatos, los puestos intermedios en el Estado, los empresarios “amigos” y las villas; convirtiéndose en otro punto desestabilizante de la unidad proclamada. Las contradicciones no tardan en hacerse evidentes. Algunos ejemplos:

Bebu, del centro de estudiantes, vs. Turbi, un puntero bonaerense: “Turbi conduce, y conduce bien, pero nunca va a poder ocupar un cargo de gestión en el Estado nacional (…) Porque para la gente de afuera es un villero. Y para la militancia es un puntero (…) A Bebu le da vergüenza confesar lo que piensa en voz alta. Las veces que lo insinuó, Fede lo trató de gorila, lo corrió con el peronómetro”.

El Tano (protagonista de la novela), hijo de un sindicalista histórico, que pertenece a la clase media alta y cuyo rango es director nacional, vs. Jack, un empresario de la “patria contratista”: “El poder es todo. Puede hacer desaparecer tu plata así –el Tano chasquea los dedos y se inclina sobre Jack–. En medio segundo quedas en bolas. No te hablo de una revolución socialista. Menos que eso… te clavo unas retenciones al campo y fuiste, te la mandé a guardar. Perdiste guita a lo loco y yo nada más le puse el autógrafo a un decreto”.

O Turbi vs. Ángel, un pintor bohemio que maneja un centro cultural: “Turbi está convencido de que Ángel es puto y, aunque le juraron lo contrario, él insiste con que un tipo que pinta cuadros y escribe poesías es maricón”.

«Fuego Amigo» de Juan von Zeschau

Formas de pensar vs. formas de hacer

La contracara del peronismo, que levanta las banderas de la moral y la transparencia –el republicanismo en todas sus variantes y parte de la izquierda– no tiene buena prensa en algunos de los pensadores famosos de la ciencia política: Maquiavelo, Hobbes, Weber o Schmitt.

Incluso Sartre, cuando escribió Las manos sucias, buscó justificar que los políticos, en razón de su papel, deben realizar acciones y tomar decisiones que quienes están por fuera las consideran como una violación de las normas morales.

Cómo ser bueno y malo a la vez es un reto fundamental de la política moderna. Hacer política, tiene y tendrá dilemas que  jamás podrá resolver un moralista.

Por su parte, el filósofo coreano Byung Chul Han despliega en varias de sus obras una crítica profunda al concepto de transparencia, una consigna que domina el discurso social del siglo XXI. “El dictado de la transparencia no puede pensarse al margen de fenómenos como la hipercomunicación, la hiperinformación y la hipervisibilidad (…) Sin una esfera secreta, la política se corrompe en una teatrocracia, que solo puede entenderse como un escenario con espectadores”, dice Han en Topología de la violencia.

La realidad demuestra que más allá de la intenciones, las consignas contra la corrupción y a favor de la transparencia son idealismos devenidos en parodia. La política como práctica nunca dejó atrás las ideas con las que se forjó desde el siglo XVI al XX, casualmente coinciden con la hegemonía del capitalismo.

La sociedad capitalista tiende a mercantilizar todas las relaciones, la política no escapa a la lógica y corre el mismo riesgo. Los votos, los cargos, las sentencias judiciales y un largo etc., se compran y se venden como una mercancía más.

Quizá el desafío del peronismo es cómo seguir haciendo política sin contradecir su doctrina.

 

Fuego Amigo
Juan von Zeschau
Maipue, 2017
376 páginas

 

 

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