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Por Darío Ruido | Fotografía: Paula Souilhe
El fin de semana pasado se realizó en Resistencia, Chaco, la edición número treinta y dos del Encuentro Nacional de Mujeres. Un evento que desde un enfoque feminista viene intentando modificar estructuras vetustas, a partir del debate y los proyectos —de igualdad de género, por ejemplo— que se gestan concienzudamente en su base. Cuestiones que parecen herir la susceptibilidad de un sector reaccionario de la sociedad pero que, sin embargo, resultan cada vez más ineludibles. Tanto es así que, frente al revuelo causado, un miembro encumbrado de la Iglesia Católica salió a fustigar a los detractores del Encuentro y el gobernador, que no es de lo más progresista de la política, expresó que recibía “con los brazos abiertos” a las participantes. El Intendente de la ciudad lo declaró de Interés Municipal y algunos actores mediáticos y empresariales lo responsabilizaron por los “previsibles” disturbios y destrozos.
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(Foto de Paula Souilhe)
Previo al Encuentro tuvimos una Reunión de Padres en la escuela de mi hija, en realidad, reunión de madres y yo, junto con la maestra y directora. No sé por qué los hombres se resisten a estos compromisos habiendo tantas féminas dispuestas a la charla incondicional y a las cuales, por lo visto, les sobra el tiempo, como si no tuvieran la obligación de volver a casa, o no lo desearan. Prefieren andar por ahí, presumo, vagando, antes que reincorporarse a su infierno cotidiano.
Alguna cuestionó de entrada la autorización para que en las instalaciones se llevaran a cabo talleres del ENM. Las demás se sumaron al desacuerdo. Entonces la directora dijo que esa decisión no la incumbía, “es una atribución del Estado”, pero aclaró que, si de ella dependiese, actuaría con el mismo espíritu de apertura, ya que dichas actividades “siempre son constructivas”. Destacó la importancia que tienen las luchas y aseveró que muchos derechos de los que hoy gozan las mujeres “se obtuvieron por la persistencia y solidez de los reclamos”.
No se advertía que las madres tuviesen particular interés en escuchar lo que la directora explicaba y sí, despotricar a diestra y siniestra contra el Encuentro, como que la horda dejaría la escuela hecha un chiquero, las paredes enchastradas, panfletos agresivos y que ellas tenían miedo por el “mensaje” que pudiesen recibir sus niños una vez que se reiniciaran las clases. Sólo atiné a señalar que “peores mensajes llegan de la televisión”. Ninguna contestó. Unas me ignoraron, otras me miraron como si yo fuese sapo de otro pozo. O sea, “qué hablás vos si éste no es lugar para hombres”.
Enseguida una gordita sentenció que se trataba de “tipas violentas que ultrajan iglesias, provocan y hacen desastres adonde vayan”. La directora respondió que vivimos en democracia y la gente se puede manifestar dentro del marco de la ley como mejor le parezca, ateniéndose a las consecuencias que conllevan las acciones, por supuesto. Recordé que los ruralistas habían cortado durante meses las rutas del país y gran parte de la población apoyó esa “protesta” que coartaba en serio la libertad de circular. La directora me hizo un guiño y las demás ya me empezaron a observar con odio. Después dijo que lo de “violentas” podría aplicarse a un grupo radicalizado “que disputa por cuestiones puntuales como el aborto libre y gratuito”. Silencio. No hubo madre que pusiera el acento en la magnitud del acontecimiento.
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(Foto de Paula Souilhe)
Los talleres –la sustancia del Encuentro— tienen una impronta de horizontalidad que permite la intervención de quien quiera dejar una reflexión, una experiencia o plantear sus dudas. Nadie da charlas en torno a las problemáticas. Las coordinadoras garantizan la palabra de todas y se eligen dos secretarias de actas. Las conclusiones se plasman en documentos que son leídos durante el acto de clausura. Este año hubo setenta y un plenarios. Existe un cupo para cada uno (cuarenta inscriptas) pero si la cantidad excede el número establecido, se prevé la apertura de nuevas aulas. La novedad fue el taller de “Activismo Gord@” y en el caso de “Estrategias para el acceso al aborto legal, seguro y gratuito” hubo que disponer varios espacios más, siendo, paradójicamente, uno de los tópicos más resistidos por la “sociedad” y desnudando una doble moral o una necesidad imperiosa de sectores vulnerables. Quizá las dos cosas.
Las comunidades originarias tuvieron una visibilidad destacada. De hecho, a modo simbólico, el lema central estaba traducido a la lengua Qom. Pero la presencia fue concreta, a través del cuerpo de casi mil quinientas mujeres aborígenes. Los reclamos por Milagro Sala y Santiago Maldonado no salieron del centro de la escena. Las fuerzas policiales fueron un mero adorno. El gobierno provincial pudo jactarse de que fue el primer Encuentro en que no hubo que recurrir a la represión. Con lo cual, quedó en evidencia que los casos de excesos tienen, en su gran mayoría, mucho que ver con una voluntad política.
El ENM se desarrolló en paz y tranquilidad. El flujo de turismo fue inédito para Resistencia. Se calcularon mil doscientos colectivos y setenta mil visitantes. El colapso de la capacidad hotelera dio lugar a que casas de familia hospedaran a centenares de chicas. La concurrencia la convirtió en la edición más grande de la historia. En cuanto a desmanes, a lo sumo se produjeron intervenciones en esculturas —qué mejor que en la Ciudad de las Esculturas—, toallitas femeninas “con sangre” colgadas frente a la Catedral, grafitis que se borraron al día siguiente y enfrentamientos con comerciantes que no traspasaron el límite de lo verbal. En todo caso, la violencia palmaria la aportó un grupo de “vecinos autoconvocados” que una vez finalizado el Encuentro se dirigió a la plaza central para despedir a las delegaciones más rezagadas, sin escatimar en su epopeya civilizadora, improperios, piedrazos, corridas y amenazas con palos. Al mejor estilo cavernícola.
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(Foto de Paula Souilhe)
La directora se retiró y la maestra quedó a cargo de la exposición. Habló rapidísimo de algunas materias, era evidente que también quería esfumarse, luego hizo mención al comportamiento (malo) de los niños, “sobre todo los varones” comentó, una madre retrucó que “las nenas no son ningunas santitas”, un par la apoyó, pero la queja se diluyó porque la maestra continuó apurada dando detalles de la exhibición de Educación Física y las remeras: hubo efervescencia con respecto al motivo que usarían. La maestra propuso emoticones, las madres no estuvieron satisfechas. Deliberaron sin ponerse de acuerdo. Cada una tenía una idea o más de una. Enseguida entregó las libretas y me levanté de la silla para regresar a la oficina. Casi todas las madres se quedaron discutiendo sobre las fotos, la modista, fechas y cualquier pretexto menor. Como si quisieran prolongar la reunión y renegaran de su casa y su condición de “amas de”. Como si ahí fuese el no-lugar de un equilibrio artificioso pero perfecto entre el tedio hogareño y el compromiso con el género que implica un Encuentro. Unas doñas condescendientes con el orden imperante. Salí abrumado por la resignación, pensando en el camino que tienen que recorrer las mujeres para convencer a las propias mujeres.
Etiquetas: Darío Ruido, Encuentro Nacional de Mujeres, Feminismo, Ni Una Menos, Paula Souilhe
[…] académicos de género que se venían realizando en las últimas décadas. También pensando en los Encuentros Nacionales de Mujeres que cada vez convocan más, en cantidad de agrupaciones feministas y en la gran variedad de […]